Irresistible ascensi¨®n
La osad¨ªa de construir lo m¨¢s alto que permita la tecnolog¨ªa disponible forma parte de las pulsiones de todas las generaciones. La Torre de Babel es el paradigma b¨ªblico que explica las motivaciones de los seres humanos cuando acometen esta clase de aventuras. "Ea, edifiquemos una ciudad y una torre cuya c¨²spide llegue hasta el cielo. Hag¨¢monos as¨ª famosos y no estemos m¨¢s dispersos sobre la faz de la Tierra". As¨ª ha sido, en efecto, pues las pir¨¢mides de Egipto construidas por los faraones para la inmortalidad y que hace m¨¢s de 4.000 a?os consiguieron una altura similar a los 145 metros que ha alcanzado la reciente Torre Agbar de Barcelona, han dado fama imperecedera a Keops y a sus descendientes.
El hombre primitivo consideraba sagrados a los lugares m¨¢s elevados del territorio, baste recordar que en el monte Sina¨ª recibi¨® Mois¨¦s las Tablas de la Ley o que el Olimpo, era la morada de los dioses griegos. En las llanuras de Mesopotamia a falta de monta?as naturales sus habitantes levantaron pir¨¢mides escalonadas rematadas por un templo. Los constructores de las catedrales g¨®ticas, consiguieron aligerar considerablemente las construcciones al llevar el peso de las b¨®vedas y de la cubierta por nervaduras, y transformaron la materia en luz elevando de modo prodigioso la altura de unas naves que parec¨ªan flotar sobre los vitrales multicolores de las fachadas.
Se dice, con raz¨®n, que la sociedad capitalista, que adora al becerro de oro, ha conseguido que los rascacielos, fruto de grandes avances tecnol¨®gicos: la electricidad con la invenci¨®n del ascensor, las estructuras reticulares de acero y de hormig¨®n, el aire acondicionado y el vidrio laminado, sean las catedrales de nuestra ¨¦poca. Hay que reconocer el enorme atractivo que tienen estas torres gigantescas no s¨®lo por la belleza de su dise?o, su elegante esbeltez, su sensaci¨®n de fragilidad, la irresistible levedad de su sustancia, sino sobre todo por el v¨¦rtigo del poder que simbolizan. Ellos son los hitos de la ciudad que, como nuevos faros de Alejandr¨ªa, permiten identificarla a muchos kil¨®metros de distancia y tambi¨¦n el espejo de la modernidad en el que quieren mirarse sus habitantes.
He de confesar que me equivoqu¨¦ de plano cuando, viendo que la bajada por las escaleras de emergencia de las Torres Gemelas se convert¨ªa en una eternidad para las personas atrapadas en ellas, pens¨¦ que el sentido com¨²n se impondr¨ªa y que a partir de entonces pasar¨ªan a un primer plano los problemas de seguridad y las dificultades de evacuaci¨®n que ocasionan estos gigantescos edificios. Supon¨ªa que, despu¨¦s del "sacrificio" de 343 bomberos en Nueva York, las autoridades impondr¨ªan tal n¨²mero de condicionantes y cautelas que har¨ªan muy dif¨ªcil la construcci¨®n de edificios de altura desaforada. Pero parece que ha ocurrido todo lo contrario y ahora toda la ciudad que se precie quiere tener un rascacielos. Desde el 11-S en Espa?a, sin ir m¨¢s lejos, se han proyectado, aprobado o construido edificios de gran altura, todos ellos de car¨¢cter emblem¨¢tico. Aparte de las cuatro torres madrile?as, Sevilla doblar¨¢ la altura de la Giralda con una torre de Pelli; Bilbao est¨¢ acabando otra Torre de Pelli para Iberdrola con 165 metros y en A Coru?a se proyecta una torre de 180 metros en As Percebeiras.
No cabe duda de que a partir de cierto n¨²mero de plantas la construcci¨®n de un edificio se encarece sobremanera y s¨®lo se justifica por la escasez y carest¨ªa del suelo como ocurri¨® en Chicago y Manhattan. Inauditas son, como hemos visto, las dificultades para socorrer a sus ocupantes en caso de cat¨¢strofe. Por eso, aunque aprecio la belleza de muchos edificios en altura, especialmente el BBVA de S¨¢enz de Oiza en el paseo de la Castellana de Madrid, estoy con aquellos que desean que los edificios no s¨®lo sean sostenibles sino que tambi¨¦n tengan una altura limitada a las posibilidades de acceso a los bomberos. Pero no me hago ilusiones, porque creo que pronto, al grito circense de "m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa", en alguna parte del mundo nos anunciar¨¢n el proyecto de construcci¨®n de un edificio de un kil¨®metro de altura a la mayor gloria de sus arquitectos y promotores.
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