El nacionalismo paleto
La orden del Ministerio de Cultura que paraliza la decisi¨®n del Ayuntamiento de Valencia de partir en dos el barrio marinero de El Cabanyal por considerarla un expolio patrimonial ha provocado una reacci¨®n en las instituciones controladas por el PP que, por exageradas, son directamente rid¨ªculas. No tanto las modificaciones con las que se intenta legalizar el derribo de un centenar de inmuebles para hacer posible la prolongaci¨®n de la Avenida Blasco Ib¨¢?ez y resta?ar el orgullo herido de la matriarca popular Rita Barber¨¢, que merecen otra consideraci¨®n, como la pirotecnia verbal que ha acompa?ado la rebeli¨®n frente al Gobierno de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero. Especialmente chuscas han sido las manifestaciones del vicepresidente segundo, Juan Cotino, comparando la orden de la ministra ?ngeles Gonz¨¢lez-Sinde con la dictadura de Franco o la abolici¨®n de los fueros por parte de Felipe V.
Se caracteriza por mostrarse exigente con el adversario, pero sumiso y servil con los propios
Si a Cotino se le hubiera conocido alguna veleidad antifranquista o una cierta pulsi¨®n nacionalista, m¨¢s all¨¢ del hecho de expresarse habitualmente en valenciano, sus palabras hubieran chirriado un poco menos; pero como ni lo uno ni lo otro constan entre sus antecedentes pol¨ªticos, es claro que sus dramatizadas manifestaciones no son otra cosa que una variante m¨¢s del nacionalismo paleto que caracteriza al gobierno valenciano.
Desde que el PSOE recuperase el gobierno de Espa?a en 2004, la Generalitat ha cultivado con esmero un discurso de apariencia nacionalista, ali?ado ocasionalmente con alg¨²n que otro gesto soberanista. Los hechos vienen demostrando que tanta ch¨¢chara no es sino una enga?ifa para incautos. Un relato de indudables r¨¦ditos electorales, pero que defiende m¨¢s intereses particulares que generales. El nacionalismo paleto se caracteriza por mostrarse reivindicativo y exigente con los adversarios pol¨ªticos, pero sumiso y servil con los propios, singularmente si ¨¦stos tienen vara alta. A quienes lo predican tanto les da "ofrenar noves gl¨°ries a Espanya" como convertirse en Jaime I redivivo si as¨ª conviene a sus intereses. Su nacionalismo -valencianismo le llaman para que no les confundan con quienes ellos califican de separatistas- es de consumo interior. De usar y tirar. Un valencianismo de kleenex, vamos, Se vio hace a?os.
Bast¨® con que Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, debidamente aleccionado por Eduardo Zaplana, llamara al orden a Francisco Camps por hablar en demas¨ªa en valenciano para que el presidente de la Generalitat se olvidara ipso facto de la declaraci¨®n de Ares del Maestre reivindicando el idioma. El nacionalismo espa?olista de Aznar hiri¨® la lengua. En la actualidad, sin necesidad de que el autoritarismo venga de Madrid, se la margina en beneficio de cualquier ocurrencia que aparente modernidad, tanto da que sea la ense?anza del ingl¨¦s como la del chino mandar¨ªn.
Otra caracter¨ªstica del nacionalismo paleto es su renuncia a tener una pol¨ªtica propia. Construye su identidad en relaci¨®n a un supuesto "enemigo" exterior. Desde la Transici¨®n, Catalu?a y los catalanes han sido el espejo en el que mirarse para, desde la negaci¨®n de la realidad, afirmar la personalidad propia. Con la recuperaci¨®n por los socialistas del poder en 2004, el gobierno de Zapatero se incorpor¨® a los demonios familiares de estos valencianistas de quita y pon. Los mismos que, airados, proclaman "ya basta. No vamos a tolerar la intromisi¨®n del Gobierno, para eso tenemos un Estatuto. Somos un pueblo con leyes y el Gobierno no les da valor", no sienten el menor rubor en proclamar en un mitin de su partido que el primer objetivo de la Generalitat y de su presidente es trabajar para que el l¨ªder nacional del PP llegue a la Moncloa. Las instituciones al servicio del partido, esa es la filosof¨ªa del nacionalismo paleto.
El Estatuto como escudo y estandarte. Paletos y pat¨¦ticos los dos principales partidos de la Comunidad Valenciana, PP y PSPV, corrieron cual desaforados por ser los primeros en ver aprobada su reforma por el Congreso de los Diputados. En sus prisas olvidaron cosas como la financiaci¨®n o las transferencias sobre la gesti¨®n de costas. Pensaron, "qu¨¦ inventen ellos" y se inventaron la "cl¨¢usula Camps". Toda una declaraci¨®n del nacionalismo paleto. La renuncia por escrito y en la carta magna de los valencianos a tener una pol¨ªtica propia. Ahora se sienten discriminados por el dinero que reciben catalanes y andaluces o porque no pueden gestionar la crisis de los chiringuitos, cuando lo cierto es que se automarginaron en la redacci¨®n del Estatuto. Populares y socialistas, quede claro.
El Cabanyal no ser¨¢, por desgracia, la ¨²ltima muestra de nacionalismo paleto, pero s¨ª la m¨¢s reciente. La matriarca del PP, la alcaldesa de Valencia Rita Barber¨¢, habla de "invasi¨®n" del Gobierno central y se olvida de la sentencia del Supremo que dice que es el Estado el que tiene competencias sobre el patrimonio. Y El Cabanyal es patrimonio de todos, no s¨®lo de ella. Tan es de todos que, como explic¨® meridianamente el delegado del Gobierno, Ricardo Peralta, "si
tuviera conciencia de que la legalidad le amparaba no la habr¨ªan cambiado".
Para el nacionalismo paleto las leyes tambi¨¦n son de quita y pon.
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