Samuel Hadas, embajador de la tradici¨®n de Sefarad
Acaba de dejarnos un hombre excepcional. A los 72 a?os, cuando segu¨ªa desarrollando a tiempo completo un trabajo -en el que conflu¨ªan, como siempre en ¨¦l, actividad y reflexi¨®n- ha fallecido, el 10 de enero en su Jerusal¨¦n de oro, Samuel Hadas. La noticia, por inesperada, nos ha resultado doblemente dolorosa.
El hecho de haber ocupado sucesivamente cargos tan dif¨ªciles y comprometidos como los de primer embajador de Israel en Espa?a y ante la Santa Sede, entre otros muchos cometidos, ya constituye muestra inequ¨ªvoca de su calidad y de su buen hacer.
Su presencia en Madrid, de los primeros tiempos de la Transici¨®n a la democracia, como delegado de su pa¨ªs en la Organizaci¨®n Mundial de Turismo, y las amistades y apoyo que concit¨® para preparar el establecimiento de relaciones entre los dos Estados, dej¨® al descubierto, en primer lugar, la perplejidad y el apocamiento de una diplomacia, la nuestra de entonces, condenada en aquel tiempo a la inhibici¨®n, como consecuencia de tantos a?os de autoritarismo. Una diplomacia que se obstinaba en mantener los temores heredados ante las "seguras" reacciones de los pa¨ªses ¨¢rabes si se abr¨ªan las relaciones con el Estado de Israel.
En segundo lugar, la creaci¨®n de una singular Asociaci¨®n de Amistad hispano-israel¨ª para cooperar con sus prop¨®sitos rode¨¢ndolos de calidez y bonhom¨ªa subrayaba, con toda discreci¨®n, porque Samuel era la discreci¨®n quintaesenciada, que la reciente democracia espa?ola no pod¨ªa consolidarse orillando, sin m¨¢s ni m¨¢s, la riqu¨ªsima tradici¨®n de Sefarad en la cual se desarroll¨® la edad de oro de la civilizaci¨®n diasp¨®rica. Esa relaci¨®n amistosa cristaliz¨® en multitud de situaciones particulares de especial afecto y de admiraci¨®n mutua, como la excepcional que lleg¨® a fraguar con mi recordado hermano Fernando. M¨¢s tarde, su empe?o en tareas que ten¨ªan mucho que ver con su cari?o por Espa?a, y con su compromiso en el acercamiento de "las tres culturas", le hicieron viajar con frecuencia a nuestro pa¨ªs, donde ha dejado una estela de verdaderos amigos.
Luego, la fineza de su car¨¢cter, orientado por un s¨®lido y cordial entendimiento de las cosas y de las gentes, aliviado de otro lado por su caracter¨ªstico y paradigm¨¢tico humor hebreo, le llev¨® a Roma con objeto de fortalecer una comunicaci¨®n constante, en la que, sin olvidar la historia y la actitud del Vaticano bajo un Papa al que ahora se intenta beatificar, tambi¨¦n hab¨ªa que contar con las iniciativas conciliares de su sucesor, que aboli¨® las taras de un secular desprecio por lo que representaba el juda¨ªsmo.
En este mes, en el que recordamos la liberaci¨®n de Auschwitz, el milagro de la supervivencia de un pueblo tan esencial para la existencia de nuestra mejor civilizaci¨®n se debe fundamentalmente a unas generaciones ejemplares. Unas generaciones como las que integraron y fecundaron figuras del temple de Samuel Haddas. Mi m¨¢s hondo pesar y mi recuerdo m¨¢s v¨ªvido y fraterno. Lea, su esposa, puede tener la seguridad de que la memoria de Samuel vive con nosotros y de que su recuerdo nos fortalece.
Enrique M¨²gica Herzog es defensor del Pueblo.
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