El energ¨²meno y el gracioso
En las ¨²ltimas semanas me he visto obligado a pasar muchas horas en el coche y, en consecuencia, he escuchado la radio con mayor frecuencia de lo habitual. Cuando fallaban las emisoras musicales sintonizaba las otras, las cinco o seis programadas en el transistor, confundi¨¦ndolas dada la gran uniformidad de todas ellas. Si evitaba lo que los locutores llaman gr¨¢ficamente "cortes publicitarios" era inevitable tropezar con un supuesto espacio de entretenimiento o con una tertulia.
Los espacios de entretenimiento comparten una consideraci¨®n de la humanidad que raya la idiotez. Para comunicar a los radioyentes esta concepci¨®n del mundo sus art¨ªfices recurren a variopintos procedimientos, con una gran predilecci¨®n por el cotilleo, la parodia y los concursos de todo tipo, y para reconocer a tantos personajes parodiados deber¨ªa poseer una erudici¨®n que no poseo. Siempre parece vencer el que m¨¢s grita o el que m¨¢s chistes cuenta.
Parad¨®jicamente, en las tertulias, cuyos componentes tienen una consideraci¨®n de la humanidad -es decir, de s¨ª mismos- que raya en lo sublime, los m¨¦todos son muy semejantes y los que llevan la voz cantante tratan de aplastar a los dem¨¢s, sea con chillidos, sea con sarcasmos. No falta el tertuliano, generalmente no profesional, que trata de argumentar, con pocas esperanzas, pues pronto se da cuenta de que las denominadas tertulias, un g¨¦nero recurrente en nuestros medios de comunicaci¨®n, tienen complicidades y c¨®digos bien determinados a los que el profano le cuesta acostumbrarse: all¨ª no se trata de llegar a conocimiento alguno, sino de alborotar para que el programa tenga -como se dice, b¨¦licamente- impacto.
Las tertulias m¨¢s pat¨¦ticas son las pol¨ªticas y las deportivas. En las primeras, pol¨ªticos de segundo rango se tiran los trastos unos a otros con el prop¨®sito de convertir lo importante (la cosa p¨²blica) en f¨²til. En las segundas, curtidos especialistas se pelean entre s¨ª con la finalidad de transformar lo accesorio (un deporte) en fundamental. Todo se trata de una representaci¨®n y, como la sangre nunca llega al r¨ªo, de un lucimiento para graciosos y energ¨²menos.
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