Al Qaeda domina los tiempos
La prisa, el querer acabar en pocos asaltos, est¨¢ prolongando de hecho el combate contra el 'yihadismo'. Las democracias carecen de una estrategia a largo plazo contra los milenaristas. Detroit ha vuelto a confirmarlo
Siempre malas consejeras, las prisas son letales cuando el enemigo no las tiene, cuando est¨¢ convencido de que la sombra termina alcanzando al que sabe esperar. En el combate contra Al Qaeda, las democracias occidentales est¨¢n lastradas por las prisas, por el frenes¨ª medi¨¢tico que exige informaciones, explicaciones, respuestas y hasta soluciones instant¨¢neas, por la impaciencia de una poblaci¨®n educada en la satisfacci¨®n inmediata, por la angustia de unos pol¨ªticos que act¨²an en el cortoplacismo de los procesos electorales. Hemos vuelto a comprobarlo con el frustrado atentado a¨¦reo de Detroit del d¨ªa de Navidad. En menos de lo que se tarda en contarlo, pol¨ªticos, medios y ciudadanos se han enfrascado en un acalorado debate sobre la urgente implantaci¨®n en los aeropuertos de esc¨¢neres corporales, una medida que tal vez mejore la seguridad del transporte a¨¦reo, pero que indudablemente no terminar¨¢ con Al Qaeda. Mientras esta red de redes disponga de un vivero de terroristas suicidas como el nigeriano Umar Faruk Abdulmutalab, seguir¨¢ intentando sembrar el terror all¨ª donde pueda.
Nuestros pol¨ªticos se rigen por el cortoplacismo, los 'yihadistas' por la eternidad del para¨ªso
El temor a perder las legislativas de octubre puede devolver a Obama a la senda de Bush
Sobre Detroit cabe formularse preguntas de mayor calado que la relativa a los esc¨¢neres. Una la expres¨® en estas p¨¢ginas Loretta Napoleoni: ?no deber¨ªan los estadounidenses exigirles a sus esp¨ªas que hicieran bien su trabajo, esto es, que procesaran, transmitieran y coordinaran correctamente las informaciones que van adquiriendo? Porque lo m¨¢s llamativo de Detroit no es que el nigeriano sorteara los controles aeroportuarios, sino que los estadounidenses ya sab¨ªan que era peligroso. El otro interrogante versa sobre c¨®mo es posible que, m¨¢s de ocho a?os despu¨¦s del 11-S, Al Qaeda tenga capacidad de reclutar a desesperados como Abdulmutalab.
Algo va mal en este combate. La polic¨ªa y los servicios de inteligencia han abortado decenas de atentados, pero Bin Laden y Al Zawahiri siguen vivos y coleando en alguna cueva del Wazirist¨¢n, sus tent¨¢culos se extienden desde Filipinas al Sahel, pasando por Afganist¨¢n, Pakist¨¢n, Oriente Pr¨®ximo, Yemen, Somalia y hasta ciudades occidentales, y su milenarista visi¨®n del mundo y sus apocal¨ªpticos m¨¦todos de acci¨®n contin¨²an siendo atractivos para miles de j¨®venes del mundo ¨¢rabe y musulm¨¢n.
En un art¨ªculo difundido por Global Viewpoint, Jean-Louis Bruguiere, que fue el principal juez antiterrorista en Francia entre 1981 y 2007, acaba de se?alar que la "actitud defensiva" frente al yihadismo -esc¨¢neres, murallas fronterizas, acoso a la inmigraci¨®n, videoc¨¢maras y todo eso- deber¨ªa ser sustituida por "una estrategia m¨¢s proactiva". "Levantar una L¨ªnea Maginot defensiva es sencillamente anticuado e ineficaz frente al car¨¢cter escurridizo de estas redes terroristas", afirma el juez.
Tiene raz¨®n. Tras el 11-S, a muchos se les llen¨® la boca hablando del nacimiento del terrorismo global. Pronto se comprob¨® que no sab¨ªan muy bien lo que eso quer¨ªa decir, m¨¢s all¨¢ de la obviedad de que el campo de acci¨®n de Al Qaeda sea mundial. Las respuestas que impusieron fueron manifiestamente limitadas. Tanto en los instrumentos -meramente policiales y militares- como en el tiempo -b¨²squeda de una victoria r¨¢pida, por derrumbe del adversario en los tres primeros asaltos-.
Si la amenaza de Al Qaeda es global, que lo es, la respuesta tambi¨¦n debe serlo. La imprescindible acci¨®n preventiva y represiva de polic¨ªas y servicios de inteligencia (reforzada en contadas ocasiones por la acci¨®n militar: Afganist¨¢n fue una buena causa, hoy tal vez sea una causa perdida) debe ir acompa?ada de una intensa acci¨®n pol¨ªtica, socioecon¨®mica, cultural e ideol¨®gica a lo largo y ancho del mundo isl¨¢mico, y tambi¨¦n en el seno de la inmigraci¨®n musulmana en Occidente. El objetivo es secar los pantanos donde nace y crece el monstruo.
Una estrategia "proactiva" que supere la t¨¢ctica "defensiva", por emplear la f¨®rmula del juez Bruguiere, implica arrebatarle pretextos pol¨ªticos al enemigo, empezando por la tragedia del pueblo palestino y el apoyo occidental a tantos reg¨ªmenes dictatoriales y corruptos del mundo ¨¢rabe y musulm¨¢n. Supone asimismo mejorar las condiciones de vida de las poblaciones de ese universo -la pobreza y la injusticia social no son la principal causa del yihadismo, que es de ra¨ªz pol¨ªtico-ideol¨®gica, pero le sirven de abono-. Tambi¨¦n precisa una batalla ideol¨®gica: la promoci¨®n sin doble rasero de los principios y valores ilustrados, el apoyo a los reformistas de Dar el Islam y la integraci¨®n de los inmigrantes musulmanes en los derechos y deberes de la ciudadan¨ªa democr¨¢tica. Pero, claro, todo esto requiere tiempo. Son tareas que se miden en lustros y d¨¦cadas, y no en los dos a?os como m¨¢ximo del ciclo electoral occidental -todos nuestros pa¨ªses tienen alg¨²n tipo de midterm elections-.
Bush y sus neocons impusieron el cortoplacismo, la b¨²squeda del KO con el ¨²nico instrumento de la fuerza. El resultado fue que cuando dejaron la Casa Blanca ni tan siquiera hab¨ªan logrado matar o detener a Bin Laden y, desde luego, no hab¨ªan avanzado un ¨¢pice en la acci¨®n estrat¨¦gica contra el yihadismo (de hecho, el desprop¨®sito de la guerra de Irak fue un retroceso).
Obama empez¨® bien. Ten¨ªa una visi¨®n estrat¨¦gica y no un mero salir del paso con la bravuconer¨ªa y los f¨¢ciles aplausos que suscita. Se hab¨ªa opuesto a la guerra de Irak y a Guant¨¢namo. Pensaba que, puestos a guerrear, el mejor lugar es Afganist¨¢n, donde siguen Al Qaeda y los talibanes. Deseaba hincarle el diente al tumor primario de Oriente Pr¨®ximo e impulsar el alumbramiento de un Estado palestino. Ten¨ªa un discurso que ofrecer a los musulmanes y lo hizo brillantemente en El Cairo.
Pero ni las derechas norteamericana e israel¨ª le dieron el menor cuartelillo, ni los d¨¦spotas del mundo isl¨¢mico se pusieron a hacer reformas. Y as¨ª a fines de 2009, con el Partido Dem¨®crata obsesionado por un retroceso en las legislativas estadounidenses del pr¨®ximo oto?o, lleg¨® Detroit. Suceso que, en realidad, confirma que la visi¨®n inicial de Obama era correcta, pero que, bajo la presi¨®n medi¨¢tica y electoral, podr¨ªa suscitar un regreso de Washington a las fracasadas pol¨ªticas conservadoras del miedo, el palo y tentetieso, el ordeno y mando.
Hay quien ya da por perdida la oportunidad de hacer bien las cosas encarnada por Obama. En su ¨²ltimo art¨ªculo, el periodista brit¨¢nico Patrick Seale escribe: "Obama necesita cambiar la imagen de EE UU en el mundo musulm¨¢n para hacerla evolucionar desde la de un enemigo a la de un socio. Cuando hace un a?o lleg¨® al poder, intent¨® hacer eso. Pero como antes George W. Bush, ha ca¨ªdo en la trampa de Al Qaeda". Tal vez sea pronto para afirmarlo tan rotundamente como Seale, pero la duda -?y si no puede?- est¨¢ creada.
Tras lo de Detroit, hasta dio la impresi¨®n de que Washington se planteaba enfangarse en otra aventura b¨¦lica en Yemen. Hubiera sido otra calamidad: perseguir a Al Qaeda de pa¨ªs en pa¨ªs significa no entender de qu¨¦ va este combate. Los yihadistas no s¨®lo est¨¢n manejando el tiempo mejor que los pol¨ªticos occidentales, tambi¨¦n el espacio. Lo recuerda el islam¨®logo franc¨¦s Olivier Roy: "La amenaza no viene de un territorio que pueda ser invadido y ocupado, sino desde dentro de una red globalizada en la que todos vivimos entrelazados". Tambi¨¦n el juez Bruguiere: "Al Qaeda y sus asociados son una empresa global fragmentada en c¨¦lulas aut¨®nomas esparcidas por todo el mundo y que se asemejan a un rompecabezas". No estamos ante una pir¨¢mide situada en mitad del desierto, sino ante una tela de ara?a universal.
A prop¨®sito de c¨®mo combatirla, Patrick Seale cita a Gregory Johnsen, un experto en Yemen de la Universidad de Princeton: "Las acciones militares deben venir, en todo caso, al final del proceso, cuando Al Qaeda haya sido aislada de la poblaci¨®n y cuando su ret¨®rica haya sido desacreditada; no al principio, cuando sus miembros son vistos como individuos piadosos que defienden su fe". La clave es, precisamente, que sus correligionarios dejen de verlos como espadas del islam. Y esto es posible porque es verdad. No estamos ante un combate entre un Occidente cristiano y el islam. Es un combate, liderado por las democracias, entre el ser humano, incluido el musulm¨¢n, y un milenarismo. Lo suyo ser¨ªa abordarlo con la f¨®rmula de Antonio Machado: "Demos tiempo al tiempo: para que el vaso rebose hay que llenarlo primero".
Pero nos pierden las prisas, nuestras sociedades infantilizadas son incapaces de asumir una actitud de sangre, sudor y l¨¢grimas. Y as¨ª es dif¨ªcil ganarle a un enemigo cuyo tiempo se mide entre el m¨ªnimo que dura una vida y el m¨¢ximo que supone la eternidad de la existencia en el para¨ªso.
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