Hait¨ª: cinco consideraciones
2010 quedar¨¢ en la memoria como el a?o m¨¢s tr¨¢gico en la historia de Hait¨ª. Tambi¨¦n ser¨¢ el a?o en que m¨¢s dinero llegar¨¢ a ese pa¨ªs. Es imposible ver las im¨¢genes que nos llegan y no sentir una inmensa necesidad de ayudar. Millones de personas en todo el mundo as¨ª lo est¨¢n haciendo, al igual que sus gobiernos. Si bien estas reacciones son normales —recordemos la masiva respuesta al tsunami en el oc¨¦ano ?ndico— en este caso la ayuda se ha visto a¨²n m¨¢s potenciada por las nuevas tecnolog¨ªas.
Las im¨¢genes nos estimulan a reaccionar y las nuevas tecnolog¨ªas hacen muy f¨¢cil ayudar. Por Twitter circula el mensaje "Escribe HAITI y marca 90999 en tu m¨®vil para donar 10 d¨®lares a la Cruz Roja". En pocas horas, un mill¨®n de personas en EE UU enviaron este texto, aportando as¨ª 10 millones de d¨®lares que fueron cargados a sus cuentas telef¨®nicas y transferidos a la Cruz Roja. Esta organizaci¨®n informa de que los fondos que est¨¢ recibiendo para Hait¨ª superan a los de otras cat¨¢strofes. Los aportes de gobiernos, instituciones internacionales y empresas tambi¨¦n han sido instant¨¢neos y masivos. Dinero, medicinas, comida, maquinaria y personal especializado no van a faltar. Lo que va a faltar es la capacidad para usarlos eficazmente. Desgraciadamente, la experiencia demuestra que tambi¨¦n decaer¨¢ la voluntad de la comunidad internacional para mantener el apoyo a Hait¨ª una vez que los muertos est¨¦n enterrados, los hu¨¦rfanos desaparezcan de las pantallas de televisi¨®n y los periodistas se hayan ido a cubrir nuevas tragedias.
Y ¨¦sta es la segunda consideraci¨®n: el dinero y la ayuda internacional son indispensables, pero no suficientes. Las toneladas de medicinas que se acumulan en el aeropuerto de Puerto Pr¨ªncipe no sirven de mucho si no est¨¢n conectadas a una red de distribuci¨®n que las haga llegar a tiempo adonde hacen falta. Y esas redes de distribuci¨®n no existen. El terremoto ha sido la estocada final a un sistema que ya hab¨ªa sido devastado por d¨¦cadas de miseria, corrupci¨®n y desgobierno. Por eso, ayudar a Hait¨ª a tener la capacidad de ofrecerle los servicios b¨¢sicos a su poblaci¨®n —agua, electricidad, salud, polic¨ªa, escuelas— es el verdadero reto post-terremoto. La reconstrucci¨®n de viviendas, escuelas, hospitales y oficinas de gobierno que se derrumbaron ser¨¢ dif¨ªcil y costosa. Pero no tanto como la construcci¨®n de las instituciones que le den al pa¨ªs una m¨ªnima capacidad de funcionamiento.
La tercera consideraci¨®n es que las organizaciones extranjeras que trabajan en Hait¨ª son a la vez beneficiosas y nocivas. Antes de esta ¨²ltima tragedia, la espantosa situaci¨®n del pa¨ªs m¨¢s pobre y disfuncional de las Am¨¦ricas ya lo hab¨ªa transformado en el destino prioritario para todo tipo de organizaciones no gubernamentales. David Brooks escribe en The New York Times que Hait¨ª es el pa¨ªs con m¨¢s ONG per c¨¢pita en el mundo. Esto por supuesto es muy bueno. Lo malo es que no hay gobierno que las coordine y que la presencia de tantas entidades for¨¢neas con m¨¢s fondos, personal y capacidades que la propia administraci¨®n local hacen a¨²n m¨¢s dif¨ªcil la labor de gobernar. Un problema a¨²n mayor es que no todas las organizaciones atra¨ªdas por el caos de Hait¨ª son instituciones ben¨¦ficas. Tambi¨¦n han llegado los narcotraficantes. Hait¨ª se ha convertido en el lugar preferido para el transbordo de las drogas que van de los Andes a Estados Unidos. Algunos de los personajes que m¨¢s influyen en la pol¨ªtica y la econom¨ªa haitianas residen en M¨¦xico y Colombia: son los capos de la droga. A ellos el terremoto no los ha afectado.
Cuarta consideraci¨®n: Hay que ayudar a la Rep¨²blica Dominicana. A veces los terremotos tambi¨¦n producen tsunamis. Y el de Hait¨ª va a producir un tsunami de gente sobre la Rep¨²blica Dominicana. Este pa¨ªs, m¨¢s pr¨®spero y mejor gobernado que su vecino, es tambi¨¦n muy pobre, y sus fr¨¢giles instituciones no son capaces de atender adecuadamente a la poblaci¨®n. Inevitablemente, la cat¨¢strofe de Hait¨ª va a estimular a¨²n m¨¢s la emigraci¨®n de haitianos a la Rep¨²blica Dominicana, aumentando la presi¨®n social y las demandas sobre los ya desbordados servicios p¨²blicos. Descuidar a este pa¨ªs ahora puede empujarlo a una costosa crisis social y pol¨ªtica.
La ultima consideraci¨®n es que, a pesar de todo lo anterior, la comunidad internacional y los haitianos nos pueden dar una sorpresa. La comunidad internacional puede aprender de sus errores y aplicar las lecciones a lo que va a hacer en Hait¨ª. Los recursos, nunca suficientes, no ser¨¢n tan escasos como lo han sido hasta ahora. Los haitianos y su din¨¢mica di¨¢spora pueden reconocer que esta tragedia ofrece una oportunidad ¨²nica para cambiar la trayectoria de su pa¨ªs. Este escenario optimista es poco probable. Pero no es imposible.
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