Sin dotes para la adulaci¨®n
La luz crepuscular, la ¨²ltima obra literaria de Joaqu¨ªn Leguina editada por Alfagura, contiene, seg¨²n el autor, un notable componente autobiogr¨¢fico. Lo que sigue intenta resumir algunas de las reflexiones de Leguina sobre su peripecia en la vida pol¨ªtica espa?ola y madrile?a:
- Infidelidad a Guerra. Quien entonces mandaba en la organizaci¨®n del Partido no era otro que Alfonso Guerra y sus m¨¢s pr¨®ximos exig¨ªan fidelidades que soy incapaz de otorgar a nadie. Creo haber estado (y sigo estando) en condiciones de cumplir con lealtad, pero no estoy dotado para la adulaci¨®n. Adem¨¢s, no compart¨ªa la concepci¨®n org¨¢nica que all¨ª se defend¨ªa: un sistema jer¨¢rquico que se colocaba por encima del sistema electoral interno (...) Ser¨¢ un defecto, pero no soporto a quien hace exhibici¨®n obscena del poder (...) En cualquier caso, he de reconocer que aquel grupo de colaboradores de Alfonso Guerra hac¨ªa las cosas en el campo electoral con profesionalidad y no poca eficacia.
- Los esc¨¢ndalos pol¨ªticos. ?Qui¨¦n pag¨® a los ladrones que robaron los documentos del despacho de Manuel de la Concha, que sirvieron para llevar a la c¨¢rcel de Alcal¨¢-Meco a Mariano Rubio? No es dif¨ªcil adivinarlo. Aquellos documentos robados que, adem¨¢s, hicieron dimitir a Carlos Solchaga como portavoz del PSOE, y a Vicente Albero como ministro de Agricultura... Fue una batida de caza mayor, propiciada mediante un delito, un robo que nadie tuvo jam¨¢s inter¨¦s en investigar.
(...) Hab¨ªa dinero, hab¨ªa traidores, hab¨ªa un peri¨®dico dispuesto a todo... y hab¨ªa un juez estrella, una prima donna, un justiciero que jam¨¢s ha tenido ning¨²n aprecio ni por la Ley de Enjuiciamiento Criminal ni por las garant¨ªas procesales.
- Zapatero. Cuando, al fin, se hizo el recuento de los votos, se comprob¨® que el pacto entre los guerristas y Zapatero hab¨ªa dado sus frutos y Zapatero super¨® a Bono por nueve votos (...) De repente, lo "nuevo" y lo "joven" se convirti¨® en un adorable becerro de oro y todo lo que sonara a veteran¨ªa era tan delenda como lo hab¨ªa sido Cartago para los generales romanos. Pero ?qui¨¦nes eran aquellas gentes tan sumisas anta?o y tan agresivas hoga?o? Eran nuestros alevines, en buena parte formados (o quiz¨¢ debiera decirse deformados) en las filas de las Juventudes Socialistas, que no se hab¨ªan preocupado de iniciar carrera profesional alguna y que, la mayor¨ªa, s¨®lo hab¨ªa cotizado a la Seguridad Social a trav¨¦s del Partido, ocupados como hab¨ªan estado -casi desde la primera comuni¨®n- en cargos pol¨ªticos o burocr¨¢ticos.
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