Elogio de la metamorfosis
El objetivo ahora es salvar a la humanidad. Para ello urge cambiar nuestros modos de pensar y vivir. La idea de metamorfosis, m¨¢s rica que la de revoluci¨®n, aporta la esperanza en un mundo mejor
Cuando un sistema es incapaz de resolver sus problemas vitales por s¨ª mismo, se degrada, se desintegra, a no ser que est¨¦ en condiciones de originar un metasistema capaz de hacerlo y, entonces, se metamorfosea. El sistema Tierra es incapaz de organizarse para tratar sus problemas vitales: el peligro nuclear, agravado por la diseminaci¨®n y, tal vez, privatizaci¨®n del arma at¨®mica; la degradaci¨®n de la biosfera; una econom¨ªa mundial carente de verdadera regulaci¨®n; el retorno de las hambrunas; los conflictos ¨¦tnico-pol¨ªtico-religiosos que tienden a degenerar en guerras de civilizaci¨®n... La ampliaci¨®n y aceleraci¨®n de todos esos procesos pueden considerarse el desencadenante de un formidable feed-back negativo, capaz de desintegrar irremediablemente un sistema.
Se trata de potenciar la econom¨ªa plural, social y solidaria, de fomentar las energ¨ªas verdes
Una conciencia de que la Tierra es la patria com¨²n no es contraria al vigor de las colectividades locales
Lo probable es la desintegraci¨®n. Lo improbable, aunque posible, la metamorfosis. ?Qu¨¦ es una metamorfosis? El reino animal aporta ejemplos. La oruga que se encierra en una cris¨¢lida comienza as¨ª un proceso de autodestrucci¨®n y autorreconstrucci¨®n al mismo tiempo, adopta la organizaci¨®n y la forma de la mariposa, distinta a la de la oruga, pero sigue siendo ella misma. El nacimiento de la vida puede concebirse como la metamorfosis de una organizaci¨®n f¨ªsico-qu¨ªmica que, alcanzado un punto de saturaci¨®n, crea una metaorganizaci¨®n viviente, la cual, aun con los mismos constituyentes f¨ªsico-qu¨ªmicos, produce cualidades nuevas.
La formaci¨®n de las sociedades hist¨®ricas, en Oriente Medio, India, China, M¨¦xico o Per¨², constituye una metamorfosis a partir de un conglomerado de sociedades arcaicas de cazadores-recolectores que produjo las ciudades, el Estado, las clases sociales, la especializaci¨®n del trabajo, las religiones, la arquitectura, las artes, la literatura, la filosof¨ªa... Y tambi¨¦n cosas mucho peores, como la guerra y la esclavitud.
A partir del siglo XXI, se plantea el problema de la metamorfosis de las sociedades hist¨®ricas en una sociedad-mundo de un tipo nuevo, que englobar¨ªa a los Estados-naci¨®n sin suprimirlos. Pues la continuaci¨®n de la historia, es decir, de las guerras, por unos Estados con armas de destrucci¨®n masiva conduce a la cuasi-destrucci¨®n de la humanidad.
La idea de metamorfosis, m¨¢s rica que la de revoluci¨®n, contiene la radicalidad transformadora de ¨¦sta, pero vinculada a la conservaci¨®n (de la vida o de la herencia de las culturas). ?C¨®mo cambiar de v¨ªa para ir hacia la metamorfosis? Aunque parece posible corregir ciertos males, es imposible frenar la oleada t¨¦cnico-cient¨ªfico-econ¨®mico-civilizatoria que conduce al planeta al desastre. Y sin embargo, la historia humana ha cambiado de v¨ªa a menudo. Todo comienza siempre con una innovaci¨®n, un nuevo mensaje rupturista, marginal, modesto, a menudo invisible para sus contempor¨¢neos. As¨ª comenzaron las grandes religiones: budismo, cristianismo, islam. El capitalismo se desarroll¨® parasitando a las sociedades feudales para alzar el vuelo y desintegrarlas.
La ciencia moderna se form¨® a partir de algunas mentes rupturistas dispersas, como Galileo, Bacon o Descartes; luego, cre¨® sus redes y sus asociaciones; en el siglo XIX, se introdujo en las universidades y, en el XX, en las econom¨ªas de los Estados, para convertirse en uno de los cuatro poderosos motores del bajel espacial llamado Tierra. El socialismo naci¨® en algunas mentes autodidactas y marginalizadas del siglo XIX, para convertirse en una formidable fuerza hist¨®rica en el XX. Hoy, hay que volver a pensarlo todo. Hay que comenzar de nuevo.
De hecho, todo ha recomenzado, pero sin que nos hayamos dado cuenta. Estamos en los comienzos, modestos, invisibles, marginales, dispersos. Pues ya existe, en todos los continentes, una efervescencia creativa, una multitud de iniciativas locales en el sentido de la regeneraci¨®n econ¨®mica, social, pol¨ªtica, cognitiva, educativa, ¨¦tnica, o de la reforma de vida.
Estas iniciativas no se conocen unas a otras; ninguna Administraci¨®n las enumera, ning¨²n partido se da por enterado. Pero son el vivero del futuro. Se trata de reconocerlas, de censarlas, de compararlas, de catalogarlas y de conjugarlas en una pluralidad de caminos reformadores. Son estas v¨ªas m¨²ltiples las que, al desarrollarse conjuntamente, se conjugar¨¢n para formar la v¨ªa nueva que podr¨ªa conducirnos hacia la todav¨ªa invisible e inconcebible metamorfosis. Para elaborar las v¨ªas que confluir¨¢n en la V¨ªa, tenemos que deshacernos de las alternativas reductoras a las que nos obliga el mundo de conocimiento y pensamiento hegem¨®nico. As¨ª es necesario, al mismo tiempo, mundializar y desmundializar, crecer y decrecer, desplegar y replegar.
La orientaci¨®n mundializaci¨®n-desmundializaci¨®n significa que, si bien hay que multiplicar los procesos de comunicaci¨®n y "planetarizaci¨®n" culturales, si bien necesitamos que se constituya una conciencia de "Tierra-patria", tambi¨¦n hay que promover, de manera desmundializadora, la alimentaci¨®n de proximidad, los artesanos de proximidad, los comercios de proximidad, las huertas periurbanas, las comunidades locales y regionales.
La orientaci¨®n crecimiento-decrecimiento significa que hay que potenciar los servicios, las energ¨ªas verdes, los transportes p¨²blicos, la econom¨ªa plural -y por tanto la econom¨ªa social y solidaria-, las disposiciones para la humanizaci¨®n de las megal¨®polis, las agriculturas y ganader¨ªas biol¨®gicas, y reducir los excesos consumistas, la comida industrializada, la producci¨®n de objetos desechables y no reparables, el tr¨¢fico de autom¨®viles y de camiones en beneficio del ferrocarril.
La orientaci¨®n despliegue-repliegue significa que el objetivo ya no es fundamentalmente el desarrollo de los bienes materiales, la eficacia, la rentabilidad y lo calculable, sino el retorno de cada uno a sus necesidades interiores, el gran regreso a la vida interior y a la primac¨ªa de la comprensi¨®n del pr¨®jimo, el amor y la amistad.
Ya no basta con denunciar, hace falta enunciar. No basta con recordar la urgencia, hay que comenzar a definir las v¨ªas que conducen a la V¨ªa. ?Hay razones para la esperanza? Podemos formular cinco:
1. El surgimiento de lo improbable. La victoriosa resistencia, en dos ocasiones, de la peque?a Atenas frente al poder¨ªo persa era altamente improbable, pero permiti¨® el nacimiento de la democracia y la filosof¨ªa. Tambi¨¦n fue inesperado el frenazo de la ofensiva alemana ante Mosc¨², en el oto?o de 1941, e improbable la contraofensiva victoriosa de Zh¨²kov, iniciada el 5 de diciembre, que vendr¨ªa seguida, el 8, por el ataque de Pearl Harbour y la entrada de Estados Unidos en la guerra.
2. Las virtudes generadoras-creadoras inherentes a la humanidad. Al igual que en todo organismo humano adulto existen c¨¦lulas madre dotadas de aptitudes polivalentes (totipotentes) propias de las c¨¦lulas embrionarias, pero desactivadas, en todo ser humano, y en toda sociedad humana, existen virtudes regeneradoras, generadoras y creadoras durmientes o inhibidas.
3. Las virtudes de la crisis. Al tiempo que las fuerzas regresivas o desintegradoras, las generadoras y creadoras despiertan en la crisis planetaria de la humanidad.
4. Las virtudes del peligro. "All¨¢ donde crece el peligro, crece tambi¨¦n lo que nos salva". La dicha suprema es inseparable del riesgo supremo.
5. La aspiraci¨®n multimilenaria de la humanidad hacia la armon¨ªa (para¨ªso, luego utop¨ªas, despu¨¦s ideolog¨ªas libertaria/socialista/comunista, m¨¢s tarde aspiraciones y revueltas juveniles de los a?os sesenta). Esta aspiraci¨®n renace en el hervidero de iniciativas m¨²ltiples y dispersas que podr¨¢n alimentar las v¨ªas reformadoras destinadas a confluir en la v¨ªa nueva.
Las viejas generaciones est¨¢n desenga?adas de tantas falsas esperanzas. A las j¨®venes les entristece que no haya una causa com¨²n como la de nuestra resistencia durante la II Guerra Mundial. Pero nuestra causa llevaba en s¨ª misma su contrario. Como dec¨ªa Vassili Grossman de Estalingrado, la mayor victoria de la humanidad fue tambi¨¦n su mayor derrota, puesto que el totalismo estalinista sali¨® victorioso de ella. Hoy, la causa es inequ¨ªvoca, sublime: se trata de salvar a la humanidad.
La verdadera esperanza sabe que no es certeza. Es una esperanza no en el mejor de los mundos, sino en un mundo mejor. "El origen est¨¢ delante de nosotros", dec¨ªa Heidegger. La metamorfosis ser¨ªa, efectivamente, un nuevo origen.
Edgar Morin es soci¨®logo y fil¨®sofo franc¨¦s. Traducci¨®n de Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva.
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