Pasote
La leyenda atribuye ancestralmente una inteligencia notable a los dirigentes de la Iglesia cat¨®lica. Los datos tambi¨¦n confirman que hay que ser muy h¨¢bil para sobrevivir durante tantos siglos en nombre de esa cosa tan et¨¦rea de la fe en Dios bendito y en sus mod¨¦licos representantes terrenales, mantener la fidelidad de la parroquia a pesar de los pesares, nadar incansablemente cuando aprieta la marea, estar dispuesto a bendecir todo lo que huela a poder, exterminar las disidencias que amenacen a la ortodoxia, tener al personal ilusionado o tembloroso con la realidad del cielo y el infierno, no descuidar jam¨¢s las irrefutables ense?anzas sobre las artima?as terrenales de aquel se?or llamado Maquiavelo. Que esa estructura rocosa y esa capacidad de resistencia siempre acaben sali¨¦ndose con la suya es descorazonador para sus racionales enemigos. Estamos condenados al crujir de dientes, a victorias p¨ªrricas en una guerra que siempre estar¨¢ perdida.
Reconocer su ladina fortaleza no implica que el grimoso clero te deslumbre con su creatividad, con su arte, con inventos que ayuden al bien com¨²n. Es problem¨¢tico escuchar algo brillante o talentoso que salga de los melifluos labios de sus pr¨®ceres. Pero s¨ª consecuentes barbaridades, amenazas, mensajes rastreros, dogmas sonrojantes sobre la transparente identidad del bien y del mal.
Debido a esa ortodoxia expresiva, te sorprende gratamente que Munilla, el nuevo jefe de la Iglesia guipuzcoana (me ca¨ªa simp¨¢tico hasta ahora por outsider, por haber enfurecido a tanto poseedor de RH negativo), exprese algo tan imprevisible y demente como que la concepci¨®n materialista de la vida es un mal mayor que la tragedia de Hait¨ª. Dislate tan brutalmente inoportuno s¨®lo puede darse con un delirium tremens et¨ªlico o en un pasote alucin¨®geno. Pero el resacoso padre de la Iglesia rectifica inmediatamente de su dada¨ªsta y salvaje ocurrencia. Que si le han malinterpretado, que si se refer¨ªa al plano teol¨®gico, que si no s¨¦ qu¨¦. Tambi¨¦n escucho de su compungida boca que en su condici¨®n de sacerdote y obispo jam¨¢s ha hablado de pol¨ªtica ni se ha posicionado, que cree en la predicaci¨®n de la castidad, etc¨¦tera. O sea, lo de siempre, el reconocible tono de su gremio. Es leg¨ªtimo. Pero al pastor de almas le espera el frenop¨¢tico si insiste en sus filos¨®ficas valoraciones de tragedias.
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