Madrugada de pintas y James Joyce
Admiradores del escritor se re¨²nen en Nueva York para leer 'Finnegans wake', el libro m¨¢s oscuro de la historia
En un ensayo titulado El fon¨®grafo de Joyce, Jacques Derrida cuenta que estando en una librer¨ªa de Tokio oy¨® a un turista estadonidense exclamar: "?No ser¨ªa posible reducir tanto libro como se publica en el mundo a uno solo?". "Tendr¨ªan que ser dos", fue la respuesta del fil¨®sofo franc¨¦s, "Ulises y Finnegans wake".
No todo el mundo estar¨ªa de acuerdo. El consenso, pr¨¢cticamente universal, es que estas dos obras de James Joyce (1882- 1941) ocupan el primer puesto de dos listados completamente distintos: Ulises (1922), una de las cumbres de la literatura universal, es la mejor novela jam¨¢s escrita en lengua inglesa. En cuanto a Finnegans wake (1939), t¨ªtulo final de Joyce, al que dedic¨® 17 a?os de su vida, posiblemente sea el texto literario m¨¢s oscuro e impenetrable de todos los tiempos.
La 'noche Earwicker' imita al 'Bloomsday', homenaje anual al 'Ulises'
La sociedad inici¨® la segunda lectura de la novela en 1966. Van por la p¨¢gina 344
"Es un desastre, pero la obra une a gente maravillosa", seg¨²n Charlie Caruso
Entre el final de una y el principio de otra medi¨® un a?o durante el cual Joyce fue incapaz de escribir nada. Su imaginaci¨®n se despert¨® de repente el 9 de marzo de 1923. En una carta dirigida a su amiga, la editora Harriet Weaver, fechada un d¨ªa despu¨¦s, el autor anunciaba as¨ª el nacimiento de su siguiente novela: "Con gran dificultad, ayer cog¨ª la pluma y consegu¨ª escribir dos p¨¢ginas". Siguieron casi dos d¨¦cadas de entrega absoluta. Un nutrido grupo de admiradores, entre los que figuraban los escritores m¨¢s notables de su tiempo, sigui¨® con atenci¨®n la laboriosa gestaci¨®n del texto, que fue apareciendo por entregas en diversas publicaciones bajo el t¨ªtulo provisional de Obra en curso. La extra?eza de los fragmentos que iban apareciendo sumi¨® a los seguidores de Joyce en el estupor, pero nadie se aventur¨® a hacer un juicio definitivo hasta ver la obra publicada. Cuando eso ocurri¨®, en 1939, la reacci¨®n mayoritaria fue de rechazo. Una de dos, o el gran maestro hab¨ªa perdido la cabeza y hab¨ªa producido un monstruo literario inclasificable, o bien Joyce se sumergi¨® en una experimentaci¨®n radical con el lenguaje. Fuera como fuere, el texto de Finnegans wake era completamente ininteligible.
Es justo aqu¨ª donde entra en juego la magia de Joyce: pese a la extrema inaccesibilidad de sus propuestas narrativas, sucumben a su fascinaci¨®n desde los especialistas a gente con escasa preparaci¨®n literaria. Un art¨ªculo publicado el pasado 16 de junio en el Irish Times, fecha en que transcurre la acci¨®n de Ulises, conocida como Bloomsday, revel¨® que la mayor¨ªa de la gente que sal¨ªa a la calle disfrazada de personaje de la novela no la hab¨ªa le¨ªdo, aunque muchos lo hab¨ªan intentado. Con Finnegans wake, cuya dificultad es muy superior a la de Ulises, el misterio se agiganta.
Quiz¨¢ sea en Nueva York donde hay una mayor tradici¨®n celebratoria de la oscura novela del escritor irland¨¦s. Cuando se public¨® la primera edici¨®n en 1939, se escenific¨® un velatorio (uno de los significados del vocablo wake es velatorio) en la librer¨ªa Gotham en el que participaron celebridades literarias de la ¨¦poca disfrazadas de personajes. En esta misma librer¨ªa, desaparecida en 2006, se fund¨® en 1947 la James Joyce Society, cuyo carn¨¦ n¨²mero 1 ostentaba T. S. Eliot. Y all¨ª mismo se fund¨® tambi¨¦n, hace ahora 20 a?os, The Finnegans Wake Society. Desde entonces, los componentes de la sociedad se re¨²nen el ¨²ltimo mi¨¦rcoles de mes para leer y comentar la obra. Entre los miembros figuran representantes de toda clase de profesiones. La primera lectura del texto, cuya extensi¨®n total es de 628 p¨¢ginas, dur¨® cinco a?os. Al hacer balance, se consider¨® que tal vez se hab¨ªa procedido con excesiva precipitaci¨®n. La segunda lectura comenz¨® en 1996. Por ahora van por la p¨¢gina 344.
Para los finneganianos de Nueva York, el equivalente a Bloomsday es La noche de Earwicker, en alusi¨®n a un personaje del libro as¨ª llamado. Conviene indicar que la acci¨®n transcurre ¨ªntegramente de noche. El mi¨¦rcoles 13 de enero, aniversario de la muerte de Joyce, unos 40 finneganianos acudieron a un antiguo pub irland¨¦s del sur de Manhattan para celebrar Earwickernight. Los asistentes entablan una animada conversaci¨®n mientras dan cuenta de una guinness o un whisky antes de sentarse a cenar en mesas comunales. "Seamos honestos", dice Charlie Caruso, periodista en Newsweek y The New York Post durante m¨¢s de 50 a?os, "el libro es un desastre, pero consigue algo que no consigue ning¨²n otro: reunir a su alrededor a un mont¨®n de gente maravillosa". Ron White, miembro fundador, no est¨¢ de acuerdo: "Por supuesto que tiene sentido, s¨®lo que no es posible descubrirlo a solas. Hay que leer el libro en grupo".
A una indicaci¨®n de Murray Ross, el presidente, el maestro de ceremonias, un hombre de pelo blanco, sonrisa perenne y gestos pausados, Kevin Gilroy, da comienzo a la velada. Antes de engolfarse en el juego de charadas, pasatiempo favorito de la familia Joyce, el grupo entona Finnegans wake, balada tradicional irlandesa que narra la resurrecci¨®n de Tim Finnegans, al derramarse sobre ¨¦l una botella de whisky en pleno velatorio, historia que por supuesto aparece en la novela. Los finneganianos cantan a capella y no desafinan demasiado. Concluida esta parte del ritual, se aprestan a iniciar el juego de adivinanzas. Ross y Gilroy arrojan al interior de un sombrero hongo unas papeletas en las que aparecen frases extra¨ªdas del enigm¨¢tico volumen. Distintos voluntarios las van leyendo en silencio para s¨ª y, mediante gestos, intentan trasmitir su contenido a la audiencia. Resulta asombrosa la facilidad con que, una a una, logran identificar las frases secretas, hasta que s¨®lo queda la ¨²ltima. Una chica la extrae mientras la asamblea de finneganianos la observa, gozosamente tensa. La esposa de Humphrey Earwicker, presencia que Joyce envuelve en un misterio que la hace particularmente atractiva, responde al nombre de Anna Livia Plurabelle. Los sinuosos movimientos que hace con las manos la encargada de representar la ¨²ltima adivinanza logran transmitir el viaje que efect¨²a por el tiempo la elusiva criatura de ficci¨®n. Como si lo hubieran ensayado, varios asistentes se ponen en pie de un salto y recitan al un¨ªsono: "Anna fue, Livia es, Plurabelle ser¨¢". Imposible no imaginarse a Joyce ri¨¦ndose en su tumba.
Eduardo Lago, director del Instituto Cervantes en Nueva York, es miembro fundador de la espa?ola Orden del Finnegans.
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