La prensa extranjera sin complejos
Hemos entrado en una etapa pol¨ªtica conocida ya de tiempos de otros presidentes -Su¨¢rez, Calvo-Sotelo, Gonz¨¢lez y Aznar- caracterizada por la magnificaci¨®n de los errores incluso menores del Gobierno, cuya resonancia se mantiene, y por la evaporaci¨®n de los aciertos incluso relevantes, cuyo eco se apaga de manera instant¨¢nea. La m¨¢quina medi¨¢tica se emplea a fondo en esa tarea bajo f¨®rmulas de sectarismo que no perdonan. Es el momento en que todos parecen afiliarse a la cofrad¨ªa del santo reproche. Por ejemplo, si el ministro de Fomento propone una f¨®rmula distinta de la entrega sin condiciones del aeropuerto de Barcelona a la Generalitat aparece el diario Abc para formarle la bronca cuando cabr¨ªa esperar que se adelantara a felicitarle. Pero si en la negociaci¨®n con los controladores, AENA sostiene el pulso y se niega a convalidar los privilegios exorbitantes tambi¨¦n merece censura. Como cuando se negociaba la reducci¨®n de la presencia militar norteamericana en nuestro pa¨ªs y la prensa de la derecha jugaba a fondo la baza de debilitar a los diplom¨¢ticos espa?oles atribuy¨¦ndoles estar al servicio de la todav¨ªa Uni¨®n Sovi¨¦tica.
Dar honor de primera p¨¢gina a algunas cr¨ªticas remite a un complejo del pasado
De la situaci¨®n m¨¢s arriba descrita es buena prueba la actitud de los medios de comunicaci¨®n espa?oles ante las cr¨ªticas al presidente Zapatero, en particular, y a la situaci¨®n de nuestro pa¨ªs, en general, aparecidas en algunas publicaciones como The Wall Street Journal, Financial Times o The Economist. Que esas censuras se hayan reproducido aqu¨ª en primera p¨¢gina con verdadero frenes¨ª y reiteraci¨®n vomitiva confirma adem¨¢s un grado avanzado de catetismo masoca, una fruici¨®n entusiasta por el desastre, que tiene entre nosotros penosa y acomplejada tradici¨®n. Porque con la prensa extranjera se verifica ese principio b¨¢sico de la informaci¨®n period¨ªstica, seg¨²n el cual su lectura resulta de gran utilidad para conocer cuanto sucede a gran distancia pero defrauda, casi siempre, al ocuparse de aquello que conocemos de manera directa, por haber sucedido en nuestro entorno inmediato.
En nuestra percepci¨®n visual la lejan¨ªa borra los contornos, hace de difumino, aunque tambi¨¦n, en ocasiones, funcione a la inversa y favorezca algunos esclarecimientos en forma de ideas claras y distintas imposibles de obtener cuando se practica el encimismo. Pero, volviendo a la prensa extranjera, reconozcamos que cuando trata de nuestro pa¨ªs acaba por pura l¨®gica ocup¨¢ndose de aquellos asuntos de los que rebosa la prensa espa?ola. In¨²til subrayar adem¨¢s que el acceso de la prensa extranjera a nuestras fuentes primarias de informaci¨®n carece de ventajas y que sus textos adolecen de servilismo a la mentalidad supuesta de los lectores a quienes se dirige. Por eso, en aras de lograr un impacto preferente, los corresponsales tienden a combinar los prejuicios que alimentan estereotipos ya acu?ados con dosis calculadas de novedad capaces de ser absorbidas por el p¨²blico.
En todo caso, nada que objetar a cuanto pueda publicar la prensa extranjera, ning¨²n sentimiento de doncella ofendida como el que era preceptivo adoptar en aquellos tiempos cuando cualquier texto cr¨ªtico con el r¨¦gimen franquista era replicado como un agravio a Espa?a. Pero, colegas, ?menos afectaci¨®n!, y atendamos a un juego que no es en absoluto inocente. Dejemos de trabajar para nuestros competidores y de contribuir a que nos dejen fuera de circuito. Basta de atavismos sin sentido una vez salidos de la dictadura. "Yo, Francisco Franco Bahamonde, caudillo de Espa?a, responsable ante Dios y ante la Historia...". As¨ª rezaba el pre¨¢mbulo de los Principios del Movimiento, pero algunos mantuvimos que aquel general superlativo respond¨ªa tambi¨¦n ante una tercera instancia, menos et¨¦rea, la prensa extranjera. Porque s¨®lo ella era capaz de pedirle cuentas. Porque s¨®lo ante ella se sent¨ªa emplazado. Porque, a esos efectos, la prensa espa?ola no contaba. Porque estaba sojuzgada, censurada, sometida a consignas o en la etapa final ten¨ªa pendiente sobre su cabeza la espada sancionadora de Fraga.
Que ahora en Espa?a, con unos medios de comunicaci¨®n libres, sin problemas para ejercer la cr¨ªtica m¨¢s severa al Gobierno, concedamos honores de primera p¨¢gina a lo que pueda decir la prensa extranjera remite a un complejo impropio de nuestro tiempo. Lo decimos por ¨²ltima vez. Vale.
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