Obama, a?o uno
La realidad impone sus limitaciones al presidente de EE UU. Y enfr¨ªa el idilio con sus conciudadanos
El a?o transcurrido desde que casi dos millones de personas asistieran embelesadas a su toma de posesi¨®n ha recolocado r¨¢pidamente a Barack Obama en la realidad. Para la agenda pol¨ªtica del presidente de EE UU, la p¨¦rdida ayer en Massachusetts del esca?o en el Senado que mantuviera el icono liberal Edward Kennedy durante 46 a?os es un trago de cuidado. No s¨®lo porque la victoria del republicano Scott Brown priva a los dem¨®cratas de la supermayor¨ªa que garantizaba en el Senado el paso sin traumas del proyecto de ley de reforma sanitaria, la ni?a de los ojos presidenciales. El rev¨¦s electoral corrobora lo que los sondeos de opini¨®n anticipaban con una ca¨ªda del 70% al 50% de aprobaci¨®n: que Obama sintoniza menos con los ciudadanos. Y bosqueja para los dem¨®cratas unas complicadas elecciones legislativas parciales en noviembre.
Massachusetts compendia en buena medida las dificultades del presidente. Pero su primer a?o en la Casa Blanca resulta, en cualquier caso, m¨¢s estimulante que lo que sugiere el fracaso en el basti¨®n dem¨®crata por antonomasia. Obama est¨¢ estabilizando una econom¨ªa malherida, y en camino de dotar a EE UU por primera vez en su historia de algo parecido a un sistema sanitario moderno. Y su compromiso con los principios, que parece haber alejado la tortura de las pr¨¢cticas bendecidas desde la Casa Blanca, ha conseguido disipar en este tiempo la espesa niebla de miedo y rencor que Bush hab¨ªa conseguido asociar internacionalmente al nombre de su pa¨ªs.
Es cierto que Obama, prematuro Nobel de la Paz, prosigue la guerra de Afganist¨¢n b¨¢sicamente en los par¨¢metros dise?ados por su antecesor. Y que se ha acercado a China, Rusia o Ir¨¢n con pocos o ning¨²n resultado. Tampoco en Oriente Pr¨®ximo ha puesto suficiente empe?o para modificar la intransigencia israel¨ª. Escenarios, ¨¦sos y otros, que ponen crudamente de manifiesto las limitaciones de una pol¨ªtica que, como la de Obama, carga las tintas en la buena voluntad.
Y que se?alan a la vez, para sorpresa de quienes interpretaron mesi¨¢nicamente su llegada a la Casa Blanca, las dificultades presidenciales para alterar el rumbo de la superpotencia. Un rumbo determinado en gran medida por estrategias e intereses consolidados. Y garantizado por formidables aparatos militares y de pol¨ªtica exterior. Para Obama, lo m¨¢s dif¨ªcil en todos los ¨®rdenes apenas ha comenzado.
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