Quiero mi sexo
"?Se me nota el bultete?". ?lex se est¨¢ arreglando. Despu¨¦s de la sesi¨®n de maquillaje y planchado de melena vienen las piruetas para embutirse los leggins. Ni una arruga. Ni un gramo de grasa. Ni rastro de celulitis. Las cosas como son: con su metro ochenta, su tipazo y la insolencia de sus 20 a?os, Alexandra Rubio es un pib¨®n. El bulto que le preocupa debe de estar a buen recaudo. ?lex estudia en la Escuela de Arte y Dise?o de Valencia. Su talento para el dibujo fue decisivo para que sus padres, una modista y un alba?il de Hell¨ªn (Albacete), accedieran a costearle la carrera fuera de casa. Hoy se muda a esta corrala de Benimaclet. Est¨¢ que se sale. Euf¨®rica por la novedad y baldada por el traslado. Una monta?a rusa emocional. Una balsa de aceite comparada con la traves¨ªa en la que se ha embarcado.
Son criaturas en desarrollo que asisten con horror a la eclosi¨®n de sus atributos sexuales y ans¨ªan librarse de ellos
?sta puede ser la primera generaci¨®n que disfrute y sufra la vida lejos de la sordidez que padecieron los mayores
"Si espero a los 18 para operarme, me muero. si no me dejan, yo tambi¨¦n ir¨¦ al juez", dice una chica de 15 a?os ante su madre
Alexandra es una mujer transexual. Tiene disforia de g¨¦nero, un s¨ªndrome identificado en el DSM IV y el ICD-10, los cat¨¢logos de enfermedades por los que se rigen los facultativos del mundo. Los investigadores a¨²n no saben c¨®mo ni por qu¨¦. Pero ocurre. Alexandra naci¨® con pene, test¨ªculos -el bultete que camufla entre sus piernas- y el cromosoma masculino XY en su cariotipo. Todo un hombre, el mayor de tres hermanos. Pero su sexo biol¨®gico y psicol¨®gico no coinciden. En sus pensamientos y en sus sentimientos, siempre fue mujer. Ahora acaba de emprender el viaje sin retorno para, adem¨¢s, parecerlo. Su proceso de reasignaci¨®n de sexo.
?lex se considera mujer desde que recuerda, pero ya era una adulta de 19 a?os cuando, despu¨¦s de un proceso de asimilaci¨®n e investigaci¨®n personal -"Internet fue mi gu¨ªa: lo mir¨¦ todo, lo le¨ª todo, lo pregunt¨¦ todo"-, se plant¨® en la consulta de Felipe Hurtado. Otras, y otros, no esperan tanto. Hurtado, psic¨®logo, es quien diagnostica a los pacientes de la Unidad de Atenci¨®n a la Transexualidad en la sanidad p¨²blica valenciana. De las 120 personas que trata, 10 son menores. Chavales que acudieron a consulta y confesaron el mismo sinvivir. Un conflicto total entre mente y cuerpo. Chicos con genitales masculinos que se sienten mujeres. Chicas con mamas y vagina que se ven hombres hechos y derechos. Criaturas en pleno desarrollo que asisten con horror a la eclosi¨®n de sus caracteres sexuales. Unos atributos que no reconocen y llegan a aborrecer hasta el punto de ansiar librarse de ellos. Cueste lo que cueste. Duela lo que duela.
Son adolescentes y j¨®venes transexuales. S¨ª, existen. La c¨¢tedra de Transexualidad de la Universidad Libre de ?msterdam, santuario de los especialistas, habla de un diagn¨®stico cada 11.900 varones y uno cada 30.400 mujeres. Los nuevos transexuales no son ni m¨¢s ni menos que antes, pero presentan diferencias respecto a las generaciones anteriores. Disponen de toda la informaci¨®n sobre su s¨ªndrome -la relevante, la accesoria y la basura- a un clic de rat¨®n. Cuentan con un grado de apoyo familiar inaudito hace a?os. Y gozan de derechos adquiridos, posibilidades por las que los mayores pelearon y ellos dan por supuestas. La Ley de Identidad de G¨¦nero de 2006 permite cambiar de nombre y sexo en el Registro sin tener que acreditar cirug¨ªa de reasignaci¨®n sexual. Y el Cat¨¢logo 2006 de Sanidad acepta de hecho, al no excluirla, la atenci¨®n a las personas transexuales en el Sistema Nacional de Salud.
Algunos de estos chavales no entran siquiera en ning¨²n armario. En cuanto le ponen nombre a lo que les sucede, o antes, cuentan su malestar en casa y piden ayuda a los suyos. Y a quien haga falta. Una chica de 16 a?os de Barcelona, nacida var¨®n, se someti¨® en diciembre a una operaci¨®n para convertir en femeninos sus genitales viriles. Se trata del primer caso de cambio de sexo de un menor en Espa?a y uno de los pocos en el mundo. La muchacha puso una demanda judicial para no tener que esperar a la mayor¨ªa de edad, y el juez, tras o¨ªr a los m¨¦dicos, dict¨® a su favor. La adolescente -llam¨¦mosla X- cuenta con el apoyo de sus padres. En muchos casos son los propios progenitores quienes llevan a sus hijos al m¨¦dico al notar algo raro. Cada vez m¨¢s, cada vez antes. Hace poco, el psic¨®logo Hurtado vio en consulta a una ni?a de cuatro a?os con sus pap¨¢s alarmados por la querencia de la cr¨ªa a adoptar roles y juegos masculinos y orinar de pie.
Alexandra ha invitado a desayunar a sus ¨ªntimos. Una panda en la que predominan las pintas oscuras, entre Crep¨²sculo y Tim Burton. Quiz¨¢ por el talante liberal de su especialidad, ?lex no ha sentido rechazo en su facultad. Ni en casa. Un d¨ªa dio un paso m¨¢s en la imagen andr¨®gina que cultiva desde ni?a y fue a clase con falda. Esa noche se lo hab¨ªa contado a su madre por tel¨¦fono. "No fue una gran sorpresa para nadie. Me apoyan y me quieren. Era ?lex y soy ?lex. Han vivido mi cambio en directo". Sus amigos saben que las tres p¨ªldoras que toma con el caf¨¦ -un Androcur y dos Meriestra- son parte del peaje que tiene que pagar para parecer por fuera tan femenina como por dentro. Es el tratamiento hormonal cruzado. El Androcur bloquea su testosterona y el Meriestra le proporciona estr¨®genos para ir adaptando su cuerpo a su mente.
?lex est¨¢ siguiendo paso a paso el protocolo de actuaci¨®n establecido en 1979 por la Asociaci¨®n Harry Benjamin de Disforia de G¨¦nero, la biblia de los profesionales de la transexualidad. Hurtado la someti¨® a nueve meses de entrevistas y pruebas cl¨ªnicas antes de diagnosticarla como id¨®nea para el proceso de reasignaci¨®n de sexo. Las pastillas -prescritas por el endocrin¨®logo de la unidad- son la primera etapa de esa carrera de fondo. S¨®lo tras dos a?os de terapia y de probar que va por la vida como mujer aunque tenga "paquetico" -el test de la vida real- podr¨¢ ponerse en manos de los cirujanos para terminar de feminizar el cuerpo masculino con el que naci¨®. Pero eso ya se ver¨¢. "Es una operaci¨®n complicada y no quiero arriesgarme a perder el placer sexual", dice la interesada, "por ahora estoy bien as¨ª".
S¨®lo lleva tres meses hormon¨¢ndose y ya se encuentra "m¨¢s hecha, m¨¢s yo". "Las pastillas son la bomba", constata. Y ense?a una sesi¨®n de desnudos que se hizo al iniciar el tratamiento "para ver el antes y el despu¨¦s". Es cierto. Se la ve m¨¢s mujer. Se le est¨¢ cayendo el poco vello que ten¨ªa. Las caderas se le redondean. Y confiesa sufrir gozosamente ciertos pinchazos en el pecho con resultados tangibles. "Me est¨¢n saliendo teticas, mira", dice subi¨¦ndose la camiseta de "I love zombies" para mostrar los dos bultitos que le brotan en el torso. A este paso, pronto dejar¨¢ de usar sostenes con relleno.
A Luc¨ªa, sin embargo, le comen las prisas. Hace unos meses que su madre le deja llevar sujetador con gel. "Una 80-85, discretitas, ?a que parecen de verdad?", inquiere se?alando la delantera que remata su andr¨®gina silueta. Luc¨ªa no desea ser reconocida, pero cuenta su historia sentada con su madre en la trastienda del negocio familiar en Valencia. Una madre separada y su hija adolescente. Pura clase media. Una chica de barrio. Pelo largu¨ªsimo a base de extensiones. Espeso maquillaje para camuflar espinillas -y alg¨²n ca?¨®n de barba-, pesta?as sepultadas de r¨ªmel, voz angelical plagada de tacos. Una chavala como tantas. Pero no tanto. En la Navidad de 2008, a los 14 a?os, Luc¨ªa escribi¨® una carta a su madre. "Un folio por delante y por detr¨¢s" en el que le contaba todo y nada: "Pon¨ªa: 'Mam¨¢, siempre hemos estado juntas', en femenino, en plan indirecta, 'y en esto tambi¨¦n tenemos que estar unidas". Pero la receptora no capt¨® el mensaje. La madre pens¨® que su hijo confesaba ser homosexual. Nada que no sospechara tras una infancia en la que "el nene", el peque?o de dos varones, insistiera en jugar a mu?ecas, llevar pelo largo, depilarse cara y cuerpo y hablar en femenino. Pero no, no era eso. No tan sencillo.
"Mam¨¢, soy una chica. Una chica de verdad, aunque tenga eso colgando. Pero lo m¨ªo tiene arreglo. Ay¨²dame", le dijo entonces llorando Luc¨ªa a su madre. Y le pas¨® un tocho de informaci¨®n recopilada en horas de buceo en Internet. All¨ª estaba todo. Foros de todo pelaje, p¨¢ginas cient¨ªficas y s¨®rdidas, y una direcci¨®n a quince minutos de casa. La Unidad de Atenci¨®n a la Transexualidad, en el hospital Doctor Peset de Valencia. All¨ª la llev¨® su madre despu¨¦s de los "15 o 20 d¨ªas" que le cost¨® asimilar la "bomba" que le hab¨ªa estallado en casa. "Estoy en el mundo y s¨¦ qu¨¦ es esto. Conozco a una chiquita transexual que ven¨ªa por la tienda, pero nunca imagin¨¦ que lo tendr¨ªa tan cerca. Estoy asustada", confiesa la madre. "Todos los d¨ªas doy gracias por estar viva, porque le hago mucha falta. Ella necesita ayuda, y yo tambi¨¦n. Ella llora mucho, y yo m¨¢s, pero mi hija no ha matado a nadie. Ha nacido con esto y voy a ayudarla a subir esta monta?a".
La misma cumbre que ha empezado a escalar Alejandra Cruz de la mano de su madre, Gloria Garc¨ªa. Luc¨ªa y Alejandra no se conocen, pero tienen mucho en com¨²n. Ambas tienen 15 a?os. Ambas cursan tercero de la ESO. Y ambas son pacientes de Hurtado. Alejandra s¨ª quiere salir en las fotos y no entiende por qu¨¦, al ser menor, se la retrata con el rostro velado. Ella no tiene nada que ocultar desde que, a los 12 a?os, les cont¨® a sus padres su "angustia" en la mesa del comedor. "Soy una mujer, no me gusta mi cuerpo y quiero cambiarlo", les dijo. Para entonces, el ni?o, el varoncito de esta pareja de Cali (Colombia) emigrada a Utiel (Valencia) con otras dos ni?as, ya sab¨ªa lo que le ocurr¨ªa. "Desde los nueve a?os me sent¨ªa fatal. A mis amigas les sal¨ªan los pechos, les ven¨ªa la regla, y a m¨ª no. Me gustaban los chicos, pero no soy gay; no me atraen como hombre, sino como mujer. Busqu¨¦ en Internet y en cuanto me met¨ª en foros transexuales, me dije: ??sta soy yo".
A Gloria y a su marido les cost¨® m¨¢s entenderlo. "Era m¨¢s ni?a que su hermanas, pero pens¨¢bamos que el ni?o nos sali¨® mariquita", confiesa la madre, una cocinera de 30 a?os a la que su marido ha sorprendido en este trance. "?l es un colombiano machista y tem¨ªa su reacci¨®n. Pero lo ha aceptado mejor que yo". Ella ha precisado m¨¢s tiempo. Despu¨¦s de dos a?os de tumbos por pediatras y psic¨®logos "que no ten¨ªan mucha idea de esto", Gloria y Alejandra acabaron en la consulta de Hurtado. Y empezaron a subir la monta?a.
El protocolo de la Harry Benjamin tiene un apartado para ni?os y adolescentes. Con los peque?os, recomienda el seguimiento y apoyo psicol¨®gico del ni?o y sus padres en el proceso de crecimiento y socializaci¨®n. Nada m¨¢s. Se sugiere no reforzar ni reprimir al peque?o para que act¨²e en un sentido u otro, a la espera de que la pubertad asiente, o no, su inclinaci¨®n. La asociaci¨®n aconseja retrasar al m¨¢ximo la adopci¨®n de medidas irreversibles. Seg¨²n los centros de ?msterdam y Vancouver, los m¨¢s experimentados del mundo, s¨®lo el 25% de pacientes de entre seis y 18 a?os evolucionaron a transexuales. Es preciso realizar un diagn¨®stico certero, descartando otras posibilidades como homosexualidad o errores de autopercepci¨®n.
Si el ansia de cambio persiste en la pubertad, los m¨¦dicos pueden plantear la posibilidad de paralizar el desarrollo de los caracteres sexuales secundarios (barba, mamas, regla) del menor. Darle una tregua a la espera de que su madurez mental permita acometer -o no- acciones radicales. ?se es el tratamiento que reciben Luc¨ªa y Alejandra. Inyecciones de an¨¢logos cada 21 d¨ªas bloquean su testosterona desde la hip¨®fisis. Luc¨ªa lleva tres pinchazos. Alejandra, dos. No notan gran cosa por fuera. Pero s¨ª por dentro. "He empezado el camino, ya queda menos", dicen cada una por su lado.
La vigencia de los an¨¢logos no es eterna. "El cuerpo no puede estar indefinidamente sin hormonas, se descalcifica la masa ¨®sea", apunta la endocrin¨®loga Isabel Esteva, de la Unidad de Trastornos de Identidad de G¨¦nero (UTIG) del hospital Carlos Haya de M¨¢laga. Seis meses o un a?o es el l¨ªmite. Seg¨²n el protocolo Harry Benjamin, es en torno a los 16 cuando podr¨ªa iniciarse la terapia hormonal. Estr¨®genos para feminizar a las chicas. O testosterona para masculinizar a los chicos. Un paso de dif¨ªcil vuelta atr¨¢s. Los ovarios y los test¨ªculos se atrofian y quedan est¨¦riles. Una decisi¨®n dura que precisa del permiso de los padres, y que ¨¦stos deben tomar delante de un ni?o, su hijo, que sufre y quiere acabar ya. El paso final, la cirug¨ªa genital, no debe abordarse, seg¨²n el protocolo Benjamin, hasta los 18.
Luc¨ªa y Alejandra son dos del centenar de menores en tratamiento en la sanidad p¨²blica. La UTIG de M¨¢laga es el centro pionero. Acaba de cumplir una d¨¦cada. De sus 800 pacientes, 77 son menores, con 15 a?os de media. La Unidad de Identidad de G¨¦nero del hospital Cl¨ªnic de Barcelona ha atendido a 25 menores y tiene a cuatro ni?os en seguimiento psicol¨®gico. En ambos centros, como en Valencia, se sigue al dedillo la doctrina Benjamin. El endocrino Antonio Becerra, responsable de la UTIG de Madrid, con 500 pacientes en 15 a?os, no prescribe, sin embargo, terapia alguna antes de los 18, m¨¢s all¨¢ de enviar al menor al psic¨®logo de la unidad. "Me despierta dudas intervenir antes. No hay certezas en este campo, y antes de actuar prefiero no da?ar. En mi experiencia, ning¨²n menor transexual ha necesitado con urgencia ning¨²n tipo de tratamiento".
El caso de la chica de Barcelona, o el de la cantante alemana Kim Petras, que logr¨® tambi¨¦n autorizaci¨®n judicial para cambiar sus genitales de chico a chica a los 16 a?os y lo pregona en Internet, ha abierto un debate m¨¦dico. Iv¨¢n Ma?ero, cirujano pl¨¢stico privado con m¨¢s de 500 intervenciones de reasignaci¨®n sexual, fue quien oper¨® a la menor catalana cuando obtuvo permiso judicial. Ma?ero es desde hace un a?o quien interviene tambi¨¦n a los pacientes de la UIG del Cl¨ªnic. La unidad, p¨²blica, no acomete operaciones hasta los 18. Pero la chica X es su paciente particular, y como tal la oper¨® en Barnacl¨ªnic, la zona privada del hospital, y le pas¨® la correspondiente minuta.
"Cada transexual es un mundo, pero ¨¦ste es un caso clar¨ªsimo, bien diagnosticado y con la cabeza amueblada. Llevaba a?o y medio hormon¨¢ndose, ya le hab¨ªa hecho las mamas y estaba lista para acabar el proceso", dice el cirujano, que a?ade: " Los protocolos Benjamin tienen 30 a?os. El mundo ha cambiado. En casos claros se podr¨ªa intervenir antes, en terapia hormonal y en cirug¨ªa. Les evitar¨ªamos sufrimiento y los resultados ser¨ªan m¨¢s satisfactorios. Es un debate abierto en todas las unidades. He pedido valent¨ªa m¨¦dica a mi equipo. Vamos a asistir a un tsunami de menores: veremos si otros padres no se plantean por qu¨¦ a esta chica s¨ª y a sus hijos no". El resto de integrantes -psiquiatras, endocrinos y psic¨®logos- de la UIG del Cl¨ªnic admiten el debate -"uno m¨¢s de los muchos en transexualidad"-, pero estiman que "es razonable que las decisiones irreversibles se tomen alcanzada la madurez". Y ¨¦sta, opinan, no llega ni a los 16 ni a los 18, cada caso es distinto. Tanto el equipo del Cl¨ªnic como el de la UTIG de M¨¢laga no entienden "las prisas" en este terreno. "En algo tan delicado, tan irreversible, para toda la vida, no hay por qu¨¦ ser pionero de nada. Son unos a?os dif¨ªciles, y es m¨¢s importante apoyarles, ense?arles a vivir en el g¨¦nero que sienten, que correr para cambiarles los genitales", opina la endocrin¨®loga Esteva.
Los chavales est¨¢n al d¨ªa. Conocen el caso de Petras. Y el de la chica X. Paula contesta antes de preguntarle. "Me muero si tengo que esperar a los 18 para operarme. Si no me dejan, ir¨¦ al juez", declara, retadora, ante la mirada entre comprensiva y espantada de su madre. Luc¨ªa y Alejandra est¨¢n en la edad del pavo. Un pavo salvaje, admiten. Lo quieren todo, y lo quieren ya. "Tengo 15 a?os, mam¨¢", es la excusa de Luc¨ªa cuando suelta una palabrota o se pone a llorar por todo y nada. Si le preguntas qu¨¦ quiere ser de mayor, dice: "No s¨¦, estoy en mi mundo de pava tonta. S¨®lo s¨¦ que quiero operarme. Odio lo que tengo. No quiero mi vagina para follar, sino para ser yo misma. Ya s¨¦ que con eso no acaban mis problemas, pero podr¨¦ afrontarlos con seguridad". Y vuelve a llorar.
Su coet¨¢nea Alejandra Cruz parece m¨¢s modosa. Por la cuenta que le tiene. Acata los consejos de su madre: "No la dejo salir sola. Me da p¨¢nico que la hieran. Ahora que sabemos lo que es, hay que ir poco a poco". As¨ª va. Negociando cada paso. A¨²n no le dejan ponerse sujetador. Pero hoy ha logrado estos botines de taconazo con los que se tambalea: "A¨²n no los domino, dame tiempo". Alejandra es una "chica nueva" desde que est¨¢ en tratamiento. Antes, "la desesperaci¨®n" la llev¨® a autohormonarse. A los 14 a?os. "Mir¨¦ las dosis en Internet, compr¨¦ estr¨®genos en la farmacia y los tom¨¦ a escondidas". La bronca -y la amenaza de parar su proceso- que le ech¨® el m¨¦dico cuando los an¨¢lisis delataron la presencia de hormonas femeninas en su sangre fue mano de santo. Aun as¨ª, su cabeza no descansa. "Este a?o me pongo pechos en Colombia, que es barato. No puedo esperar a que me toque aqu¨ª gratis".
Si la cifra de menores transexuales es aproximada, la de mayores no lo es menos. Pero el efecto de la Ley de Identidad de G¨¦nero es evidente. En 2004 se autorizaron dos cambios de sexo registral en Espa?a. En 2007 hubo 19. Y de enero a septiembre de 2009, ¨²ltimos datos disponibles, fueron 39. Uno de los ¨²ltimos fue Lucas Peralbo. Uno de los primeros de 2010 ser¨¢ David.
Lucas y David tampoco se conocen, pero tambi¨¦n son almas gemelas. Ambos tienen 20 a?os. Ambos viven en Madrid. Ambos nacieron mujeres. Ambos se sienten hombres. Y ambos son pacientes de Becerra. Los dos cuentan historias tan similares que parece que se han puesto de acuerdo. Los dos se empe?aban en orinar de pie desde que recuerdan. Los dos detestaban faldas y mu?ecas. Los dos cre¨ªan que eran chicos y jugaban y viv¨ªan como tales hasta que, "con 10 o 12 a?os", empezaron a brotarles los pechos y -la aborrecida prueba definitiva- les vino la menstruaci¨®n. A ambos, admiten, se les cay¨® el mundo encima cuando -reglamentaria exploraci¨®n en Internet mediante- atisbaron el v¨ªa crucis que les esperaba. Los dos, que nunca estuvieron en el armario porque jam¨¢s ocultaron "su naturaleza", cayeron "en el pozo". Y a los dos, admiten, les sacaron de ¨¦l sus propias madres. "A hostias", precisa David, gr¨¢fico.
David y Lucas acudieron con ellas al hospital Ram¨®n y Cajal, sede de la UTIG de Madrid, y tuvieron que esperar a los 18 a?os para iniciar la terapia hormonal. Parches o p¨ªldoras de testosterona que, en el caso de David, le han procurado un exuberante vello "a lo X-Men", y en el de Lucas, la fina perilla que perfila su mand¨ªbula. David, cajero de supermercado e hijo de porteros, lleva 18 meses de terapia. Cuenta los d¨ªas para poder operarse. El calendario impone. Una mastectom¨ªa para librarse de los senos. Una histerectom¨ªa para quitarse ¨²tero y ovarios y, el pelda?o final y m¨¢s dif¨ªcil, una faloplastia -creaci¨®n en su zona genital de un pene realizado con piel y m¨²sculo de su brazo- para poder orinar de pie y tener relaciones sexuales completas con ayuda de una pr¨®tesis.
Lucas, teleoperador hijo de una limpiadora y un empleado de aeropuerto, podr¨ªa operarse ya. Lleva m¨¢s de dos a?os de terapia hormonal y su cuerpo est¨¢ preparado. Su mente, no tanto. Se quit¨® enseguida las mamas -"en un cirujano privado, por 4.500 euros, para dejar de estruj¨¢rmelas bajo fajas de neopreno"-, pero "lo de abajo" es otra cosa. Le da pavor. Tiene tal asco a sus genitales femeninos que s¨®lo la palabra citolog¨ªa le da arcadas. No quiere o¨ªr hablar de ellos. Much¨ªsimo menos tocarlos. Lucas, nacido Laura, dice no haber tenido un orgasmo en su vida. "Nunca me he tocado, me repugna el hecho de pensar en esa parte, ni permito que mis parejas me toquen".
-?Y qu¨¦ sacas de tus relaciones sexuales?
-El placer de satisfacer plenamente a una mujer como el hombre que soy.
-?Y t¨²?
-Yo a veces me aburro, para qu¨¦ nos vamos a enga?ar. Pero no me quejo. Estoy en el camino. Todo llegar¨¢, supongo.
Suena duro. Dur¨ªsimo. Seguro que lo es. Pero estos chicos no transmiten infelicidad. Al contrario. Rezuman una mezcla de euforia, realismo y esperanza. Ah¨ª est¨¢ ?lex, la artista, y su ¨¦xito con los chicos, acreditado por sus amigos. "Cuando llega la hora de la verdad, digo lo m¨ªo, y hasta ahora no he sufrido rechazo, la gente es educada. Otra cosa es encontrar pareja". O Lucas y su narcisismo s¨²bito: "No me canso de mirarme al espejo. Ahora me gusto, por fin me veo como me siento". O Alejandra y el descaro de sus 15 a?os: "A¨²n no lo he hecho del todo. Esperar¨¦ a tener mi vagina. Pero rollos, s¨ª, claro. No hace falta decir nada. De noche todos los gatos son pardos", pontifica, precoz. Est¨¢n en la edad. Tienen pavo doble, o triple. El cronol¨®gico, el que les proporciona el coloc¨®n de hormonas, y el subid¨®n que les produce empezar a vivir como sienten.
Tampoco enga?an a nadie. Todos llevan su cuota de sufrimiento encima. Casi todos -David, Luc¨ªa, Alejandra- prefieren "morir en el quir¨®fano" a vivir en una c¨¢rcel, su propio cuerpo, "una vida que no es vida". Algunos, como Lucas, sienten lo suyo como "una putada de la naturaleza". Y eso que los chavales que aqu¨ª aparecen est¨¢n hiperseleccionados. Se han reconocido como transexuales. Han pedido ayuda. Est¨¢n en tratamiento. Tienen apoyo familiar. Y el suficiente coraje para contar su historia al mundo. Los problemas, que los tienen, y muchos, les hacen fuertes. Los informes m¨¦dicos no valen en la calle ni en el patio del colegio. "Claro que me insultan", confiesa tierna y procaz Luc¨ªa. "Cuando empec¨¦ a ir de chica, como estoy buena, hab¨ªa alguna que me gritaba: ??Luc¨ªa tiene rabooo!?. Pero yo me volv¨ªa tranquila y contestaba: ?C¨¢llate, hija de puta?. En esto, si te achantas, te hunden. Y a m¨ª no me hunde nadie. Tengo ovarios, aunque no los tenga". Y ah¨ª est¨¢ David, que los tiene y los abomina, capaz de lucir "las barbas de Bin Laden" y una insignia con el nombre de Ver¨®nica cobrando a las se?oras en el s¨²per.
Tienen el futuro por delante. Se debaten entre la frustrante sensaci¨®n de tener la "vida aparcada, esperando el cambio", como Lucas, y la euforia de querer com¨¦rselo "todo, todo y todo", como ?lex. En cierto modo, son afortunados. ?sta puede ser la primera generaci¨®n de transexuales que disfrute, y sufra, la vida lejos de la sordidez y la marginaci¨®n a la que estuvieron condenados muchos de sus mayores. Cuando Manolita Chen, nacida Antonio Saborido, recorr¨ªa Espa?a con su Teatro Chino, ellos no hab¨ªan nacido. Ni cuando Bibiana Fern¨¢ndez -entonces Bibi- fascinaba a Espa?a con su misterio en los a?os ochenta. Pero s¨ª han llegado a tiempo para beneficiarse de la lucha de activistas como Carla Antonelli. La actriz canaria, espl¨¦ndida en la cincuentena, no disimula su orgullo cuando se le comunica que su p¨¢gina -carlaantonelli.com- es citada por casi todos estos chavales como el faro que les ilumin¨® en la b¨²squeda de su identidad en Internet. Crecieron en el momento justo para ver en la tele a Amor, o Nicky, concursantes transexuales de Gran Hermano. Referentes pol¨¦micos, pero referentes. Espejos -aunque sean deformados- en los que mirarse. Es muy posible que Lucas, ?lex, Alejandra, David y Luc¨ªa tengan problemas en el trabajo, en el amor, en la vida. Pero es probable que no est¨¦n condenados al ostracismo o la prostituci¨®n, que era el horizonte de muchos hombres y mujeres transexuales de no hace tanto. Consciente de su suerte hist¨®rica, Luc¨ªa expresa gr¨¢ficamente su falta de vocaci¨®n para el activismo: "Les estoy muy agradecida, pero no quiero ir a ninguna asociaci¨®n ni nada de eso. Me deprime. Yo no soy un travelo. Soy una chica que va por la calle, como t¨²".
Sigue la ch¨¢chara en Benimaclet. En medio del guirigay suena el timbre. Es la anciana due?a de la casa, que viene a conocer a la inquilina. "Perdone el desorden", se disculpa ?lex, y le entrega una fotocopia del DNI para el contrato. "Ay, xiqueta, qu¨¦ gusto ver tanta juventud. Veinte a?os, qui¨¦n los pillara, filla meua", repone la casera. Ni ha mirado el carn¨¦. Nadie dir¨ªa que la o de Alejandro ha mutado en a. Para algo la titular es la reina del Photoshop. "En un a?o tendr¨¦ mi carn¨¦ con mi nombre y mi sexo real", dice ?lex. "Hasta entonces, mejor una mentirijilla piadosa a que le d¨¦ un telele a la abuelica".
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