Despu¨¦s de la muerte de Jaime Gil de Biedma
En octubre de 1963, cuando a¨²n no hab¨ªa cumplido los 34 a?os, Jaime Gil de Biedma le escribi¨® una carta a su amigo el poeta y traductor Juan Ferrat¨¦ que, despu¨¦s de unas desabridas reflexiones sobre el presente espa?ol y "el sofocante sistema de inhibiciones morales que durante todos estos a?os uno ha tenido que utilizar para todo lo que no fuesen las relaciones con nuestros amigos personales", concluye con un lamento a¨²n m¨¢s amargo: "Uno se pregunta qui¨¦nes vamos a quedar aqu¨ª. Si esto dura 10 a?os m¨¢s, a los 40 voy a ser un asco de persona".
Gil de Biedma sobrevivi¨® airosamente a esa premonici¨®n y a algo m¨¢s dr¨¢stico, la propia muerte en vida, fantaseada por ¨¦l con grave inteligencia y sarcasmo en uno de sus ¨²ltimos poemas, Despu¨¦s de la muerte de Jaime Gil de Biedma, publicado por vez primera 22 a?os antes del fallecimiento real del poeta en enero de 1990.
'El c¨®nsul de Sodoma' es una obra arriesgada, lograda, de un excelente empaque visual
?Habr¨ªa las mismas cr¨ªticas si se tratase de un escritor putero heterosexual?
Coincidiendo por tanto con el vig¨¦simo aniversario de su muerte se estrena ahora la para m¨ª fascinante pel¨ªcula de su vida, El c¨®nsul de Sodoma, un t¨ªtulo brillante y muy id¨®neo que de manera absurda est¨¢ siendo criticado cuando se trata del que el propio Jaime puso a una antolog¨ªa de entrevistas con escritores gay que, traducida del ingl¨¦s, fue editada en Espa?a.
Jaime iba poco al cine, y compart¨ªa con otros grandes de su generaci¨®n (Barral, Benet, Garc¨ªa Hortelano) una visi¨®n despectiva o, como mucho, condescendiente de eso que los escritores-cin¨¦filos m¨¢s j¨®venes que ellos nos empe?¨¢bamos en calificar de s¨¦ptimo arte.
?Habr¨ªa Gil de Biedma aprobado la imagen f¨ªsicamente mejorada de s¨ª mismo que en el filme de Sigfrid Monle¨®n ofrece, tambi¨¦n con muchos rasgos de hondura, Jordi Moll¨¤? ?Son los actores que interpretan, todos en mi opini¨®n muy bien, a los distintos amantes y "ligues" ocasionales del poeta lo guapos que ¨¦l los buscaba en la realidad? Ni ¨¦sas ni otras preguntas tendr¨¢n nunca contestaci¨®n, pero s¨ª sabemos que algunos de los pocos coet¨¢neos cercanos a ¨¦l que le sobreviven han puesto el grito en el cielo, y Juan Mars¨¦ con m¨¢s voz que nadie. Como amigo much¨ªsimo menos ¨ªntimo y frecuente de Jaime de lo que lo fueron Mars¨¦, Colita, Jaime Salinas, Carmen Balcells o Salvador Clotas, no puedo, evidentemente, discutir el fundamento de su irritaci¨®n o su desd¨¦n (la gran fot¨®grafa Colita, por ejemplo, ha dicho que no la piensa ver, y en su caso lo entiendo, pues su personaje queda en la estratosfera, como tambi¨¦n resultan marcianos los innominados Nov¨ªsimos pululantes y, en brev¨ªsima aparici¨®n en el Boccaccio de Barcelona, un joven Enrique Vila Matas).
Ahora bien, como espectadorde la pel¨ªcula, como testigo parcial pero memorioso de una ¨¦poca y unos lugares y como lector, interlocutor y amigo de Gil de Biedma y otros personajes reales reflejados en la pantalla, siento discrepar radicalmente de los que repudian El c¨®nsul de Sodoma, que me parece una obra arriesgada y en general lograda, de un excelente empaque visual (incluso en las secuencias filipinas, llenas de atm¨®sfera, no toda s¨®rdida), y con numerosas escenas que interesan, divierten y emocionan, entre las que hay, efectivamente, muchas de sexo expl¨ªcito, de inmediato condenadas por la Iglesia, y en este caso, por desgracia, no s¨®lo la cat¨®lica, apost¨®lica y romana. ?Se habr¨ªan hecho en la prensa (no hablo ahora de los p¨²lpitos) los mismos reproches que se le hacen a Mon-le¨®n si la biograf¨ªa f¨ªlmica fuese la de un escritor putero heterosexual (de los incontables que ha habido) y los desnudos correspondieran s¨®lo a muchachas de la mala vida en toda su exuberancia carnal?
La homosexualidad est¨¢ por supuesto -excepto en la plaza de Col¨®n de Madrid s¨¢bado s¨ª s¨¢bado no- aceptada en Espa?a, pero no hay que pasarse, se?ores; una cosa es ser maric¨®n y otra distinta mostrarse y ser mostrado como tal en el apogeo de una sexualidad que fue, y resulta por lo visto necesario recordarlo aqu¨ª, crucial en la vida y en la imaginaci¨®n po¨¦tica de Gil de Biedma.
?Ha cambiado "la cara de pedrada del espa?ol sempiterno" que un Gil de Biedma algo m¨¢s optimista en 1965 le dec¨ªa a Ferrat¨¦ que "empieza poco a poco a suavizarse"? Yo dir¨ªa que no, a tenor del sentimiento agraviado y el malestar inc¨®modo que produce esta pel¨ªcula descarnada y veraz en tantos puntos, incluido el de la ficci¨®n, al que se debe, pues no se trata de un documental ni de una disertaci¨®n erudita.
Junto al poeta y al ciudadano pol¨ªticamente comprometido en un pa¨ªs en evoluci¨®n (y ¨¦sta es quiz¨¢ la parte m¨¢s borrosa del gui¨®n), en El c¨®nsul de Sodoma brilla el hombre sensual, cosa que no habr¨ªa, me parece, molestado a quien, en ese mismo carteo con Ferrat¨¦ (una obra maestra de inteligencia correspondida, cuya lectura, en la reciente reedici¨®n de Acantilado, les recomiendo tanto como la pel¨ªcula) confesaba: "Hubiera querido tambi¨¦n ser obsceno, al modo maravillosamente aristocr¨¢tico y rural de Catulo, pero mis tentativas en esa direcci¨®n fallaron por completo. Esto de vivir en una sociedad en que la obscenidad ritual no est¨¢ aceptada resulta una desventaja demasiado grave". El c¨®nsul de Sodoma refleja con la suficiente tensi¨®n la doble y contradictoria vertiente humana de un artista singular que fue capaz de grandes enamoramientos sin perder nunca el deseo de lo que, en un delicioso gui?o, Juan Ferrat¨¦ hab¨ªa llamado su frecuente "ajuste con los cachorritos".
?Que la escena final se excede en el pretendido 'ajuste' del poeta ya seriamente enfermo puesto frente a un cuerpo pagado de cachorrito? Es muy posible. Pero ¨¦se y otros defectos menores de una pel¨ªcula valiente, bien contada y tan favorable a Venus como al autor de Moralidades, no deber¨ªan despistar ni hacer caer en lo que denunci¨®, en otra de las luminosas p¨¢ginas de la citada correspondencia, el mismo Gil de Biedma. Contestando a Ferrat¨¦, quien, en 1964, cuando Leopoldo Alas Clar¨ªn viv¨ªa en el limbo de los cl¨¢sicos, le pregunta, con una evidente intenci¨®n admonitoria, si ha le¨ªdo La Regenta, Jaime le dice 20 d¨ªas despu¨¦s que la est¨¢ leyendo, y a?ade: "Es un libro que va derecho al bulto, cosa rara en nuestra literatura, en donde casi todos prefieren embestir al trapo rojo".
Vicente Molina Foix es escritor.
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