El pesado lastre de los dem¨®cratas
Obama llama a su partido a cumplir con la responsabilidad de gobernar
Barack Obama ha expuesto ante todo el pa¨ªs y en hora de m¨¢xima audiencia televisiva sus reproches (su decepci¨®n) hacia el Partido Dem¨®crata, la mayor v¨ªctima del cataclismo de Massachusetts, donde perdi¨® un solo esca?o del Senado pero toda la iniciativa pol¨ªtica y todo el coraje que se requiere para gobernar.
"A los dem¨®cratas quisiera recordarles", dijo el presidente en su discurso del mi¨¦rcoles ante el Congreso, "que todav¨ªa tienen la mayor¨ªa m¨¢s grande de la que han dispuesto en d¨¦cadas y que el pueblo espera de nosotros que resolvamos los problemas, no que escurramos el bulto".
El estado de depresi¨®n en la que ha entrado el Partido Dem¨®crata, aunque se comprende por su reciente historia de divisiones y derrotismo, no se corresponde con el rev¨¦s sufrido en las elecciones de la semana pasada. Perdi¨®, ciertamente, la supermayor¨ªa de 60 esca?os que se requiere para impedir el filibusterismo de la oposici¨®n, pero sigue teniendo una amplia mayor¨ªa de 59 esca?os sobre 100 en el Senado y de 256 contra 178 en la C¨¢mara de Representantes. Es una ventaja m¨¢s que suficiente para gobernar, por supuesto desde el punto de vista de la legitimidad democr¨¢tica, pero tambi¨¦n desde el lado de los instrumentos legislativos a su disposici¨®n, incluso en un sistema tan exigente como ¨¦ste.
"El pueblo espera que resolvamos los problemas, no que escurramos el bulto"
Los republicanos no tienen 60 esca?os en el Senado ?desde 1909! y eso no les ha impedido hacer la revoluci¨®n conservadora con Ronald Reagan y conducir al pa¨ªs a dos guerras con George W. Bush. En ese mismo periodo los dem¨®cratas tuvieron 60 esca?os ?diez veces!, las m¨¢s recientes en 1975 y 1977, sin que se recuerden grandes proezas legislativas en esos ¨²ltimos a?os.
El problema dem¨®crata no es de esca?os; parece m¨¢s bien de convicciones. En el Partido Republicano son pocas pero claras: libre mercado, valores tradicionales y seguridad nacional. Pueden atravesar momentos como el actual -siempre cuando no les toca gobernar-, en los que algunos radicalismos producen disidencias y confusi¨®n. Pero esos tres principios se mantienen inalterables y est¨¢n permanentemente a disposici¨®n de los votantes cuando ¨¦stos los reclaman.
Pero, ?qu¨¦ pueden esperar los electores de los dem¨®cratas? Seg¨²n quien hable, los dem¨®cratas pueden dar prioridad a la defensa del aborto, la justicia social, la defensa del medio ambiente, el feminismo, los derechos civiles, los derechos humanos, los derechos sindicales, el matrimonio homosexual, la protecci¨®n a los inmigrantes, la reducci¨®n de los gastos militares... La lista es interminable. Cada presidente dem¨®crata, emp¨®s de la supervivencia, ajusta esa lista a las necesidades y trata de gobernar con una agenda m¨¢s corta, m¨¢s realista y desvinculada del partido.
Es lo que hizo Bill Clinton -el ¨²nico presidente dem¨®crata reelegido desde Roosevelt- y es lo que tendr¨¢ que hacer Obama. Sus primeros doce meses ya le han ense?ado lo intransigentes que pueden ser sus compa?eros de partido con principios totalmente dirigentes y lo caro que puede costar su apoyo. Una de las principales armas que la oposici¨®n ha encontrado contra la reforma sanitaria fue el pacto que la Casa Blanca tuvo que hacer con los dem¨®cratas conservadores y con los sindicatos a espaldas de la opini¨®n p¨²blica simplemente para silenciar el chantaje.
No menos da?o le ha hecho al presidente la hostilidad de personajes relevantes de la izquierda, como Howard Dean, que pidi¨® el voto contra la reforma sanitaria, o los gritos de traici¨®n lanzados al menor desv¨ªo -el m¨¢s reciente: la congelaci¨®n de una m¨ªnima porci¨®n del gasto p¨²blico- por eminentes figuras progresistas, como Paul Krugman o Arianna Huffington. En su influyente p¨¢gina web, esta ¨²ltima ridiculizaba ayer el discurso del presidente, al que llamaba "el ¨²ltimo creyente en el bipartidismo".
Efectivamente, Obama parece creer en el bipartidismo. O, m¨¢s bien, se deja llevar por un instinto que le dice que en Estados Unidos, a diferencia de otros lugares, no se puede gobernar contra la mitad del pa¨ªs ni la izquierda va a ganar elecciones simplemente por el m¨¦rito de no ser la derecha. Es posible que los dem¨®cratas est¨¦n a¨²n a tiempo de evitar un descalabro en noviembre. Pero si no es as¨ª, Obama intentar¨¢ no hundirse con ellos.
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