La jaima de Al Qaeda
El Gobierno mauritano instala a ocho imanes en la c¨¢rcel de Lahsar con el objetivo de convencer a los 'yihadistas' de que abandonen la violencia
Ver el interior de la c¨¢rcel de Lahsar en Nuakchot es una misi¨®n imposible. El centro que acoge a 60 presos de Al Qaeda en el Magreb Isl¨¢mico (AQMI), el grupo terrorista que secuestr¨® a los tres cooperantes espa?oles, est¨¢ blindado por centenares de hombres armados y rodeado de un aparatoso cord¨®n de enormes pilones de piedra que impiden que los "hermanos" salafistas todav¨ªa libres y ocultos en los barrios y pueblos de la periferia lancen un coche bomba.
Nadie ha bajado la guardia, el edificio de adobe sigue en pie en el centro de la ciudad igual de imponente que antes, custodiado a derecha e izquierda por los cuarteles de la Gendarmer¨ªa y la Direcci¨®n de Aduanas, pero desde hace dos semanas se ha abierto una puerta a un grupo de sabios religiosos que entran y salen a diario envueltos en sus elegantes t¨²nicas mauritanas.
"Mi Gobierno es el Gobierno isl¨¢mico. No reconozco a esta bandera ni a este presidente", dice Saman
Los imanes enviados a la prisi¨®n toman el t¨¦ con los terroristas y discuten sobre religi¨®n y violencia
Los ocho imanes que componen el Consejo Isl¨¢mico de Mauritania, un organismo que depende del Ministerio de Asuntos Religiosos, caminan hasta una gran jaima donde les esperan los fan¨¢ticos que han sembrado el terror en este pa¨ªs de 3,3 millones de habitantes y con una de las tasas de pobreza m¨¢s altas del planeta. Mohamed el Hassen Ould Dudu, un sabio religioso mauritano que logr¨® apartar de la yihad a algunos j¨®venes en Arabia Saud¨ª, act¨²a de maestro de ceremonias. Su ¨²ltimo ¨¦xito como mediador ha sido sacar de prisi¨®n a varios ricos empresarios mauritanos que no pagaban sus impuestos, algo que no hab¨ªan logrado ni Muammar el Gaddafi, presidente libio, ni el rey de Qatar, dos de sus principales valedores.
El encuentro con los terroristas ha sido bendecido y auspiciado por el general Mohamed Ould Abdel Aziz, presidente de Mauritania, y su objetivo parece m¨¢s dif¨ªcil de lograr que derribar los muros de la prisi¨®n de Lahsar: conducir a los yihadistas hacia el "camino recto" y alejarlos de la violencia. Algo a lo que los dirigentes m¨¢s duros de este colectivo de presos representados por el barbudo Kadim Ould Saman, de 31 a?os, no parecen dispuestos.
Saman asisti¨® al primer encuentro con una camiseta dise?ada por ¨¦l mismo en su celda con las iniciales de Al Qaeda en el Magreb Isl¨¢mico en su pecho: "Este es mi ¨²nico s¨ªmbolo y bandera", espet¨® desafiante a los imanes. Le rodeaban sus escuderos Maroof Ould Haiba, de 30 a?os; Sidi Ould Sidina, de 22, y otros ac¨®litos, el clan de los duros entre los presos islamistas de Al Qaeda, unos tipos fr¨ªos e implacables que se enfrentan a penas de muerte, que aparentan no tener miedo y rechazan la asistencia de abogados.
Saman y su cohorte de barbudos mauritanos son una fiel representaci¨®n de lo que es hoy Al Qaeda en el Magreb Isl¨¢mico, el grupo terrorista aliado de Osama Bin Laden en ?frica que retiene a los cooperantes espa?oles hace dos meses, se nutre de militantes de siete nacionalidades y se oculta con la habilidad de una serpiente por el inmenso desierto del Sahel, una vasta regi¨®n que se extiende desde el oc¨¦ano Atl¨¢ntico hasta el mar Rojo, una zona de nadie donde las tropas de los d¨¦biles Gobiernos de esta ¨¢rea africana no se atreven ni a asomar la nariz.
El desaf¨ªo inicial de Khadim Ould Saman, ex poeta convertido en terrorista, fue una premonici¨®n de que la in¨¦dita iniciativa de hablar con los presos de la c¨¢rcel mauritana iba a ser una tarea complicada. El pasado martes, Saman dio un paso que muchos observadores de dentro y fuera de Mauritania esperaban. El terrorista hizo p¨²blico un comunicado en el que anunci¨® su decisi¨®n de parar el di¨¢logo y amenaz¨® con no acudir a tomar el t¨¦ mauritano en la jaima habilitada para los encuentros. Khadim se queja de que los imanes enviados por el presidente hasta sus celdas no quieren hablar de lo que ellos consideran importante.
"Tenemos tres preguntas que se niegan a responder. ?Si el Gobierno no impone la sharia (ley isl¨¢mica), es un Gobierno musulm¨¢n o no? ?La yihad es obligada para los musulmanes? ?C¨®mo podemos vivir como musulmanes si nuestro Gobierno no es isl¨¢mico?", explica el dirigente de los terroristas. "Este di¨¢logo es un maquillaje del Gobierno, un teatro fabricado entre los religiosos del Gobierno y sus servicios secretos", critica.
Saman est¨¢ siendo fiel al perfil duro y provocador que ¨¦l y los mensajeros con los que cuenta dentro y fuera de la c¨¢rcel de Lahsar han fabricado. Una imagen que sirve de gancho para reclutar a otros j¨®venes desocupados que deambulan por las calles y barrios sin asfaltar de Nuakchot, chicos sin trabajo que no pueden entrar en la universidad, que pasan horas muertas mirando a las estrellas y se preguntan qu¨¦ pueden hacer sin ning¨²n medio en un pa¨ªs donde hay tanto que hacer. J¨®venes desarraigados que se convierten en presa f¨¢cil para los ojeadores de Al Qaeda.
En uno de los encuentros en la jaima carcelaria, el im¨¢n Andem Ould Tah pregunt¨® a Saman por qu¨¦ no respetaba a su presidente si los dos eran, adem¨¢s, de la misma tribu. Las tribus en Mauritania tienen un enorme peso social y pol¨ªtico. "Tienes que respetarle porque adem¨¢s de presidente es tu primo", le espet¨® el religioso, seg¨²n relat¨® uno de los asistentes al encuentro. Y el terrorista respondi¨®: "No reconozco a esta bandera, ni a este presidente, ni al Gobierno. Mi Gobierno es el Gobierno isl¨¢mico, y mis primos, los hermanos islamistas".
?ste es el estilo desafiante del icono de Al Qaeda en Mauritania. "Est¨¢n y se sienten m¨¢s fuertes que nunca. Su gente tiene a los secuestrados, y el Gobierno les env¨ªa imanes para hablar de di¨¢logo y reconciliaci¨®n", asegura un agente de inteligencia espa?ol.
?C¨®mo se puede cambiar tanto en tan poco tiempo?, ?c¨®mo se pudo convertir Saman en el responsable del primer grupo de Al Qaeda en Mauritania?, se preguntan algunos j¨®venes que jugaban hace a?os con ¨¦l en su barrio, una zona donde antes no hab¨ªa barbudos ni mujeres esquivas. El terrorista que dirige las conversaciones con los religiosos enviados por el Gobierno era hace pocos a?os un afamado poeta que recitaba versos en la televisi¨®n en los que hablaba de paz y compon¨ªa canciones para artistas. Su entrada en el tablight, un movimiento rigorista que predica la paz, fue su primera aproximaci¨®n al fundamentalismo. Cambi¨® su ropa occidental por las t¨²nicas y se dej¨® barba, pero todav¨ªa parec¨ªa un muchacho tranquilo. "Ayudaba a los j¨®venes y los preparaba para casarse", asegura Ahmed, un joven mauritano. En 2003 cay¨® en una redada contra los Hermanos Musulmanes, organizaci¨®n en la que militaba, y fue puesto en libertad por falta de pruebas. Su desaparici¨®n del barrio coincidi¨® con su ingreso en las filas de las cuatro brigadas que integran AQMI, un grupo terrorista dirigido por antiguos salafistas argelinos, una mezcla explosiva de traficantes, ladrones y terroristas.
A Saman lo detuvieron con otros siete j¨®venes y le acusaron de haber participado en un cursillo terrorista en el norte de Mal¨ª, en la misma zona donde se sospecha que se encuentran los secuestrados Alicia G¨®mez, Roque Pascual y Albert Vilalta. Aqu¨¦lla fue su primera visita a la prisi¨®n de Lahsar, de donde escap¨® disfrazado con un burka que le entreg¨® uno de sus visitantes. Un coche le aguardaba en la puerta de la prisi¨®n y ning¨²n guardia descubri¨® que aquellos pasos atolondrados no eran los de una mujer. Desde su escondite en Senegal lanzaba soflamas a trav¨¦s de Al Yazira y entraba y sal¨ªa del pa¨ªs a su antojo. Sus ataques le han convertido en una leyenda y era la pieza predilecta de los 15.000 hombres del Ej¨¦rcito mauritano. Saman intent¨® secuestrar en el centro de Nuakchot al c¨®nsul alem¨¢n, rob¨® una caja fuerte en el puerto, atac¨® la Embajada de Israel. Turistas y militares eran su objetivo primordial hasta que fue detenido en el centro de la ciudad despu¨¦s de un prolongado tiroteo en el que murieron dos de sus guardaespaldas. Sin la ayuda de agentes de la inteligencia francesa que detectaron sus llamadas telef¨®nicas, hoy seguir¨ªa libre.
A media hora de la c¨¢rcel de Lahsar, un peque?o barrio de casas humildes representa la estampa m¨¢s real de la implantaci¨®n de Al Qaeda en Mauritania. En la calle de Dar Nhim (casa del para¨ªso), las mujeres visten de negro y cubren sus rostros con el burka, una prenda que nunca antes se hab¨ªa visto en este pa¨ªs. Casi todos los hombres exhiben largas barbas y tienen prohibido fumar y beber. Algunos vecinos confiesan que Maroof Ould Haiba, uno de los presos de Al Qaeda que participan junto a Saman en las conversaciones con los imanes, ha impuesto la sharia (ley isl¨¢mica) en su territorio m¨¢s familiar. Hubo quejas, pero al final se impuso su ley. Lo que Maroof llama la "ley de Dios", una ley que les ha permitido asesinar en Navidad a un matrimonio franc¨¦s y a sus dos hijos, reventar a tiros a un cooperante norteamericano que se resist¨ªa a ser secuestrado en el centro de Nuakchot o raptar a los tres espa?oles.
Maroof, al igual que Saman, tiene un largo historial de delitos y ha cultivado una imagen de dirigente y v¨ªctima. Su hermano fue detenido cuando intentaba ayudarle a escapar de la prisi¨®n, enferm¨® en la c¨¢rcel y muri¨® en el hospital. La familia acus¨® de maltrato a los funcionarios y asociaciones de derechos humanos defendieron el caso. Maroof fanfarronea ante los familiares y amigos. Al igual que Saman, en ocasiones tiene acceso a tel¨¦fonos m¨®viles y asegura estar en contacto con los jefes de Al Qaeda que se ocultan en el desierto. ?Un farol o una realidad? La prisi¨®n de Lahsar, pese a su arrogante seguridad, tiene fugas escandalosas como el v¨ªdeo que Saman hizo llegar a la cadena de televisi¨®n Al Yazira donde aparec¨ªa colgado del techo y su rostro se retorc¨ªa bajo una bota militar en una supuesta o real sesi¨®n de torturas.
Ahora los imanes enviados por el presidente mauritano dialogan con tipos como Saman o Maroof, con yihadistas como Sidi Ould Sidina, un joven de 22 a?os que confiesa a sus ¨ªntimos que no es una persona, sino una m¨¢quina de matar. "Yo no soy una persona, yo soy un arma... Disparo cuando me lo ordenan".
Un funcionario mauritano que pide el anonimato explica as¨ª la iniciativa: "Se ha hablado con los terroristas en Argelia y Libia. ?Por qu¨¦ no lo vamos a hacer nosotros? Enviamos a nuestros religiosos para hablar con islamistas que se dicen religiosos. ?Qui¨¦n tiene raz¨®n, vosotros o nosotros? El objetivo final es que renuncien a la violencia. Tenemos que intentarlo. Estoy seguro de que al final ser¨¢n liberados".
Cuarenta presos de Al Qaeda sin delitos de sangre se han apartado de Saman y aseguran que no les representa. El di¨¢logo contin¨²a. "No vamos a pedir perd¨®n", ha advertido el barbudo yihadista desde su celda. La c¨¢rcel de Lahsar puede convertirse en la encrucijada final de la partida contrarreloj que se libra para salvar la vida de los secuestrados espa?oles.
Controlar el desierto
?Se puede cercar ese inmenso corredor des¨¦rtico donde se encuentran presos los cooperantes espa?oles secuestrados por Al Qaeda en el Magreb Isl¨¢mico (AQMI)? Argelia, el pa¨ªs del que proceden los dirigentes de los cuatro batallones que integran este peque?o ej¨¦rcito de unos 300 terroristas que asesinan, atracan y secuestran con total impunidad en el desierto del S¨¢hara se propone levantar una barrera electr¨®nica con sus pa¨ªses lim¨ªtrofes, un c¨ªrculo de protecci¨®n que impida el movimiento de los nuevos aliados de Osama Bin Laden en el norte de ?frica.
La barrera electr¨®nica la formar¨¢n antenas de control y modernos sistemas de seguimiento, evaluaci¨®n y an¨¢lisis de cualquier objeto o persona que se desplace a lo largo de las fronteras argelinas con Mal¨ª, Mauritania y N¨ªger, miles de kil¨®metros de arena por donde se mueven en libertad los terroristas islamistas con sus coches todoterreno, seg¨²n se?alan fuentes conocedoras del proyecto.
El centro de operaciones del nuevo sistema de seguridad estar¨¢ en Tamanraset, la localidad m¨¢s importante del sur de Argelia, una ciudad en cuyos alrededores se concentran miles de inmigrantes ilegales hacinados entre escombros. La mayor¨ªa procede de N¨ªger y Mal¨ª, y el Ej¨¦rcito argelino los traslada en camiones hasta campamentos en Tin Zaouatin, en la frontera con Mal¨ª. Muchos subsaharianos que intentan llegar a Europa atraviesan Argelia.
El proyecto pretende crear reservas de seguridad y el Gobierno argelino cuenta con la colaboraci¨®n tecnol¨®gica de Estados Unidos, uno de sus mejores aliados, y de Espa?a. Empresas espa?olas participar¨¢n en la nueva barrera de seguridad con asesoramiento y material, seg¨²n aseguran fuentes del sector. El eje Gao-Tombuct¨²-Kidal-Tamanraset, la franja en la que los terroristas de Al Qaeda en el Magreb Isl¨¢mico se mueven como pez en el agua, ser¨¢ el objetivo principal en el que en los pr¨®ximos a?os se librar¨¢ una nueva batalla: la de los sat¨¦lites y las antenas de control contra islamistas como Abdelhamid Abu Zeid o Mokhtar Belmokthar, antiguos bandoleros reconvertidos en jefes de dos de los cuatro batallones de AQMI.
"Los sat¨¦lites no son la panacea porque esta gente se mueve constantemente y levantan sus campamentos en pocos minutos. Conducen de noche con los faros apagados y la ayuda de GPS. A lo largo del desierto cuentan con escondites bajo la arena donde depositan agua, gasolina y comida", asegura en Nuakchot una fuente pr¨®xima a los presos que redimen sus penas en la fortaleza carcelaria de Lahsar.
Este desierto es el nuevo quebradero de cabeza de los jefes de inteligencia de toda Europa. Funcionarios de los Gobiernos mauritano y maliense reconocen sin tapujos su incapacidad para perseguir a los terroristas. "Nuestro ej¨¦rcito tiene 7.500 hombres. ?Qu¨¦ piensa usted que podemos hacer nosotros", reconoc¨ªa en 2007 un alto funcionario en su despacho de Bamako, la capital de Mal¨ª. El programa militar de EE UU en la zona ha fracasado.
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