Compromiso
El se¨ªsmo burs¨¢til que arras¨® la econom¨ªa en oto?o de 2008, con epicentro en la falla de Lehman Brothers, acaba de tener otra r¨¦plica de magnitud comparable la semana pasada, cuando el sism¨®grafo de las Bolsas empez¨® a temblar con nuevo epicentro en la falla del Ibex 35, que cay¨® en picado, dilapidando la mitad de la recuperaci¨®n lograda a lo largo del a?o pasado. Con ello retrocedemos al centro de la crisis cuando ya cre¨ªamos salir de ella, confirmando los agoreros pron¨®sticos que anunciaban una reca¨ªda por los efectos de segunda ronda, derivados de la dificultad de financiar en los mercados externos el d¨¦ficit estructural y la deuda soberana tanto p¨²blica como privada. Y, de nuevo, nuestro Gobierno ha sido el ¨²ltimo en enterarse, pues su miope tardanza en advertir la inminencia de la crisis es algo que ya sucedi¨® la primera vez. En la primavera de 2008, todos los observadores advirtieron al Gobierno de que se estaba formando una tormenta perfecta a punto de estallar. Pero Zapatero y sus ministros lo rechaza-ron neg¨¢ndose a reconocer la evidencia. Algo que tuvieron que hacer por fin al invierno siguiente, cuando la estampida del p¨¢nico financiero les oblig¨® a ello. Pues bien, ahora ha ocurrido lo mismo.
El Gobierno est¨¢ inerme entre los mercados, que exigen reformas, y los sindicatos, que las vetan
Todos los observadores institucionales advert¨ªan al Gobierno sobre la necesidad de proceder a la reforma del sistema de pensiones, del mercado laboral y de la estructura del gasto p¨²blico, como ¨²nica forma de evitar el encarecimiento de la deuda externa. Pues de no hacerlo as¨ª, la desconfianza de los mercados en nuestra capacidad de pagarla elevar¨ªa la prima del riesgo-pa¨ªs. Pero de nuevo el Gobierno neg¨® la mayor, y en lugar de reestructurar el gasto, se abraz¨® a los sindicatos para garantizarles que siempre respetar¨ªa su veto a las reformas estructurales. Y ante ese suicida inmovilismo, los mercados financieros acabaron por hartarse, dejando de confiar en una econom¨ªa que parece incapaz de reestructurarse. El resultado ha sido la r¨¦plica del se¨ªsmo burs¨¢til, ocupando esta vez Espa?a el foco iniciador a lo Lehman Brothers que antes desempe?aron Islandia, Irlanda o Grecia.
Todo lo cual ha obligado a Zapatero a reconocer la evidencia, aunque sea tard¨ªamente. Igual que en 2008 tuvo que rectificar, asumiendo la crisis que hasta entonces negaba, ahora tambi¨¦n ha tenido que hacerlo, para anunciar que abordar¨¢ por fin la triple reforma estructural que los mercados y las instituciones supervisoras reclaman: el recorte del gasto p¨²blico, la reforma del sistema de pensiones, a la que se oponen frontalmente los sindicatos, y la reforma laboral, que antes jur¨® no abordar jam¨¢s. Pero lo que hace falta para convencer a los mercados son reformas estructurales de calado, y no meramente cosm¨¦ticas como la mini reforma laboral presentada el viernes pasado. ?Podr¨ªa este Gobierno sacar adelante aut¨¦nticas reformas como las que demandan los mercados? Los sindicatos ya han anunciado no s¨®lo que se niegan a cooperar, sino que adem¨¢s van a hacer todo lo que est¨¦ en su mano por impedirlo. Lo cual deja al Gobierno inerme entre dos fuegos: los mercados que le exigen ajustes estructurales, so pena de elevar m¨¢s a¨²n el precio de la deuda espa?ola, y los sindicatos que lo impiden con su veto, so pena de paralizar la econom¨ªa real con un rosario de movilizaciones preparatorias de otra huelga general.
?Qu¨¦ puede hacer el Gobierno para eludir esta doble trampa mortal? Con los mercados no se puede negociar, porque al ser una red ac¨¦fala, no hay nadie que los dirija ni pueda moverlos a razonar. En cambio, con los sindicatos s¨ª se puede negociar, tratando no de vencerles sino de convencerles, haci¨¦ndoles entrar en raz¨®n. As¨ª que el mejor consejo que cabe dar a Zapatero es el almodovariano "hable con ellos". Ser¨ªa suicida intentar doblegarles, pues eso despertar¨ªa sus reflejos numantinos, que destruir¨ªan tanto a Zapatero (que no llegar¨ªa vivo a 2012) como a los propios sindicatos (cuya d¨¦bil afiliaci¨®n les hace depender del Gobierno de turno). Pero si no se les puede doblegar, s¨ª se les puede comprometer para que se sumen a alg¨²n tipo de acuerdo mutuamente beneficioso para todos. Un compromiso en defensa de los intereses comunes a empleados fijos, trabajadores precarios y desempleados, y en defensa del inter¨¦s general, representado por el Gobierno. ?En qu¨¦ tipo de compromiso atractivo para los sindicatos cabr¨ªa pensar? En alguno que a cambio de ciertos sacrificios en el presente, que puedan asumir como una inversi¨®n a largo plazo, les ofrezca esperanzas de supervivencia futura, hoy amenazada por una probable victoria del PP que supondr¨ªa su p¨¦rdida del poder sindical.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.