Revoluciones sin colores
Las llamadas revoluciones de colores (naranja en Ucrania, de las rosas en Georgia y de los tulipanes en Kirguizist¨¢n) abrieron la esperanza de una pronta democratizaci¨®n de la esfera pos-sovi¨¦tica. Pero en unos pocos a?os, las ilusiones parecen haberse desvanecido y la frustraci¨®n extendido. Que en Ucrania, el presidente V¨ªctor Y¨²shenko, que encabez¨® la revoluci¨®n naranja, no haya pasado a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, y que el fraudulento candidato que aquella revoluci¨®n depuso, V¨ªctor Yanuk¨®vich, surja como el ganador de los comicios -seg¨²n los primeros sondeos- lo dice todo. Lamentablemente, el pa¨ªs parece haberse construido a pulso una penosa imagen de corrupci¨®n pol¨ªtica, fragilidad institucional y polarizaci¨®n geogr¨¢fica y ¨¦tnica entre un este prorruso y un oeste proeuropeo (sin contar la falta de fiabilidad como pa¨ªs de tr¨¢nsito para el gas de millones de europeos).
Kiev es un socio fiable: ha suscrito 476 de las 551 declaraciones de pol¨ªtica exterior de la Uni¨®n
Sumando todos los prejuicios existentes sobre Ucrania, Samuel Huntington la coloc¨® fuera de la civilizaci¨®n occidental en su infame Choque de civilizaciones. Sin embargo, esta imagen de una Ucrania que corre en direcci¨®n contraria a Europa no es completamente cierta. Aunque de forma silenciosa y casi inadvertida, los ¨²ltimos cinco a?os han sido testigos de una notable convergencia entre Ucrania y la Uni¨®n Europea. Como ha puesto de manifiesto Michal Natorski en un reciente y detallado estudio sobre tres ¨¢reas clave de este proceso de aproximaci¨®n (energ¨ªa, pol¨ªtica exterior e inmigraci¨®n), los cambios introducidos gracias a la presi¨®n de la UE han sido notables.
En el caso del gas, se est¨¢ consiguiendo pasar progresivamente de una situaci¨®n de ineficiencia en el uso, monopolio en la comercializaci¨®n y subsidios generalizados al consumo a la introducci¨®n de mecanismos de mercado que ayudar¨¢n a racionalizar precios y consumos, introducir competencia en las empresas y, finalmente, reducir el poder de los oligarcas y la corrupci¨®n pol¨ªtica asociada al gas.
M¨¢s notable a¨²n es la convergencia con la UE en materia de pol¨ªtica exterior. Aunque frecuentemente se dibuje a Ucrania como un pa¨ªs en la ¨®rbita rusa, los datos muestran que desde 2005 hasta la fecha, Kiev ha suscrito nada menos que 476 de las 551 declaraciones sobre pol¨ªtica exterior de la Uni¨®n, lo que le convierte no s¨®lo en un socio fiable de Bruselas, sino en un muy valioso elemento de estabilidad en toda la regi¨®n.
Lo mismo se puede decir en materia migratoria: Ucrania ha adaptado su legislaci¨®n sobre control de fronteras, visados, repatriaciones, etc¨¦tera, a los requerimientos de la Uni¨®n Europea, todo ello gracias a los fondos europeos y al asesoramiento legal de la Comisi¨®n, que trabaja codo con codo con el Parlamento ucranio. Por decirlo gr¨¢ficamente, la revoluci¨®n naranja tiende hacia el azul, que es el color de la UE.
Incluso la propia campa?a electoral muestra hasta qu¨¦ punto Ucrania mira a Occidente: Manafort, estratega de la campa?a de los republicanos estadounidenses, asesora al favorito, Yanuk¨®vich; AKPD, la empresa de David Axelrod, el jefe de campa?a de Obama, a la primera ministra, Yulia Timoshenko; y Mark Penn, el estratega de las primarias de Hillary Clinton, al presidente Y¨²shenko. El resultado es evidente: en lugar de competir en los extremos, los tres candidatos han luchado por ocupar el centro pol¨ªtico.
Dadas las diferencias de tama?o y poder, pensamos a menudo en la influencia que Mosc¨² tiene sobre Kiev, pero poco sobre la que Kiev tiene sobre Mosc¨²: una Ucrania pr¨®spera y democr¨¢tica, alineada con la Uni¨®n Europea tanto desde el punto de vista de las pol¨ªticas internas como de su pol¨ªtica exterior, supone un ejemplo formidable para los millones de rusos a los que el r¨¦gimen de Putin pretende convencer de que s¨®lo son dignos de una democracia de segunda con severas limitaciones en el ejercicio de sus derechos.
S¨ª, las revoluciones siempre dan paso al desencanto y la decepci¨®n. Es l¨®gico tener grandes expectativas sobre la democracia y criticar que muchas veces ¨¦sta quede reducida a una mera elecci¨®n cada cuatro o cinco a?os entre dos candidatos igualmente malos que seguramente gobernar¨¢n el pa¨ªs p¨¦simamente y de espaldas a los ciudadanos. Pero todo depende del cristal con el que se mire (y del retrovisor que se use para mirar al pasado). Y ese cristal nos obliga a comenzar por una definici¨®n minimalista de la democracia como un estado de cosas donde: uno, la gente no se mata entre ella; dos, el Gobierno no mata a la gente; y, tres, los ciudadanos pueden echar a los gobernantes sin tener que recurrir a la violencia. Por eso, lo importante para muchos observadores no es qui¨¦n gane estas elecciones presidenciales, sino si el perdedor aceptar¨¢ los resultados de las urnas (siempre que ¨¦stos est¨¦n libres de fraude, claro est¨¢) o si, por el contrario, intentar¨¢ movilizar a sus partidarios para tomar las calles y subvertir los resultados, lo que ralentizar¨¢ el proceso de europeizaci¨®n del pa¨ªs.
jitorreblanca@ecfr.eu
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