Paz sin guerra
La escobilla nacional en Antena 3 parodia los programas de televisi¨®n de cotilleo. El problema es que los programas de cotilleo ya son una parodia en s¨ª mismos y se zambullen en el absurdo y en lo grotesco sin que nadie los desnude. El humor no parodia bien el humor, creo que somos muchos a los que alguien disfrazado de payaso, de Groucho Marx o de Charlot, nos produce una tristeza inconmensurable. El t¨ªtulo de La escobilla nacional tiene resonancias berlanguianas, pero el maestro valenciano siempre ha disparado su escopeta contra la gente de bien, los ciudadanos honestos, contra la vileza de la gente normal. Eso hizo perturbador su cine. Mucho humor televisivo se limita a disparar contra la gente no peligrosa, los ya despellejados, los mu?ecos de feria a los que tumbamos a pelotazos a capricho. Carece de riesgo escupir hacia abajo, lo que tiene m¨¦rito es escupir hacia arriba; puede que te manches la cara.
La escobilla nacional asume que la tele es una letrina maloliente y el trabajo de la escobilla ser¨ªa el de limpiar los restos de excremento adheridos a nuestra pantalla tras la emisi¨®n. Pero el humor prometido se deshincha y lo m¨¢s apreciable es la capacidad de mutaci¨®n de sus actores, la habilidad para clavar gestos e inflexiones de esa fauna. La misi¨®n higi¨¦nica pierde fuelle y se queda en caricias bondadosas a la taza del v¨¢ter.
El mismo equipo creativo nos regala desde hace a?os Pol¨°nia en TV-3, sin duda uno de los m¨¢s sanos ejercicios de s¨¢tira pol¨ªtica, que ha sabido sobrevivir a la salida de escena de personajes tan apasionantes para el humor como Acebes o Aznar, para exprimir lo parodiable de huesos como Montilla o Puigcerc¨®s. Por no hablar del m¨¦rito que tiene deconstruir un programa de literatura en un entorno donde el humor m¨¢s elevado suele dispararse hacia el famoseo popular. Uno no le pide a un humorista que se inmole como Lenny Bruce, pero si promete pasar la escobilla no deber¨ªa terminar por montar un festejo en el inodoro. Al final es m¨¢s autopromoci¨®n que l¨¢tigo. Hay talento para afinar el disparo. Que el parodiado venga al plat¨® a prestarse al juego no es un m¨¦rito, m¨¢s bien una declaraci¨®n de paz donde prometimos guerra.
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