Ni leyes ni justicia
En Portugal, en la aldea medieval de Monsaraz, hay un fresco aleg¨®rico de finales del siglo XV que representa al Buen Juez y al Mal Juez, el primero con una expresi¨®n grave y digna en el rostro y sosteniendo en la mano la recta vara de la justicia, el segundo con dos caras y la vara de la justicia quebrada. Por no se sabe qu¨¦ razones, estas pinturas estuvieron escondidas tras un tabique de ladrillos durante siglos y s¨®lo en 1958 pudieron ver la luz del d¨ªa y ser apreciadas por los amantes del arte y de la justicia. De la justicia, digo bien, porque la lecci¨®n c¨ªvica que esas antiguas figuras nos transmiten es clara e ilustrativa. Hay jueces buenos y justos a quienes se agradece que existan; hay otros que, proclam¨¢ndose a s¨ª mismos justos, de buenos tienen poco, y, finalmente, adem¨¢s de injustos, no son, dicho con otras palabras, a la luz de los m¨¢s simples criterios ¨¦ticos, buena gente. Nunca hubo una edad de oro para la justicia.
Hoy, ni oro, ni plata, vivimos en tiempos de plomo. Que lo diga el juez Baltasar Garz¨®n que, v¨ªctima del despecho de algunos de sus pares demasiado complacientes con el fascismo que perdura tras el nombre de la Falange Espa?ola y de sus ac¨®litos, vive bajo la amenaza de una inhabilitaci¨®n de entre doce y diecis¨¦is a?os que liquidar¨ªa definitivamente su carrera de magistrado. El mismo Garz¨®n que, no siendo deportista de ¨¦lite, no siendo ciclista ni futbolista o tenista, hizo universalmente conocido y respetado el nombre de Espa?a. El mismo Garz¨®n que hizo nacer en la conciencia de los espa?oles la necesidad de una Ley de la Memoria Hist¨®rica y que, a su abrigo, pretendi¨® investigar no s¨®lo los cr¨ªmenes del franquismo sino los de las otras partes del conflicto. El mismo corajoso y honesto Baltasar Garz¨®n que se atrevi¨® a procesar a Pinochet, d¨¢ndole a la justicia de pa¨ªses como Argentina y Chile un ejemplo de dignidad que luego ser¨ªa continuado. Se invoca en Espa?a la Ley de Amnist¨ªa para justificar la persecuci¨®n a Garz¨®n pero, seg¨²n mi opini¨®n de ciudadano com¨²n, la Ley de Amnist¨ªa fue una manera hip¨®crita de intentar pasar p¨¢gina, equiparando a las v¨ªctimas con sus verdugos, en nombre de un igualmente hip¨®crita perd¨®n general. Pero la p¨¢gina, al contrario de lo que piensan los enemigos de Baltasar Garz¨®n, no se dejar¨¢ pasar. Faltando Baltasar Garz¨®n, suponiendo que se llegue a ese punto, ser¨¢ la conciencia de la parte m¨¢s sana de la sociedad espa?ola la que exigir¨¢ la revocaci¨®n de la Ley de Amnist¨ªa y que prosigan las investigaciones que permitir¨¢n poner la verdad en el lugar donde estaba faltando. No con leyes que son viciosamente despreciadas y mal interpretadas, no con una justicia que es ofendida todos los d¨ªas. El destino del juez Baltasar Garz¨®n est¨¢ en las manos del pueblo espa?ol, no de los malos jueces que un an¨®nimo pintor portugu¨¦s retrat¨® en el siglo XV.
Jos¨¦ Saramago es premio Nobel de Literatura.
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