C¨®mo ingeni¨¢rselas para evitar la ca¨ªda libre
La derrota en la elecci¨®n senatorial de Massachusetts ha privado a los dem¨®cratas de Estados Unidos de la mayor¨ªa de 60 votos necesarios para sancionar la reforma sanitaria y otras leyes, y ha cambiado la pol¨ªtica norteamericana -al menos por el momento-. Pero ?qu¨¦ nos dice ese voto sobre los votantes y la econom¨ªa de Estados Unidos?
No anuncia un giro hacia la derecha, como sugieren algunos expertos. M¨¢s bien, el mensaje que env¨ªa es el mismo que enviaron quienes votaron al presidente Bill Clinton hace 17 a?os: "?Es la econom¨ªa, est¨²pido!" y "empleos, empleos, empleos". De hecho, en el lado opuesto de Massachusetts, los votantes de Oreg¨®n aprobaron en refer¨¦ndum un aumento de los impuestos.
Los mercados por s¨ª solos no nos sacar¨¢n de esta calamidad. Es necesaria la acci¨®n del Gobierno
La econom¨ªa estadounidense est¨¢ pasando por un trance dif¨ªcil -a pesar de que se ha reanudado el crecimiento y de que los banqueros vuelven a recibir sobresueldos gigantescos-. A m¨¢s de uno de cada seis norteamericanos le gustar¨ªa un empleo de tiempo completo que no puede conseguir, mientras que el 40% de los desempleados ha estado sin trabajo durante m¨¢s de seis meses.
Como aprendi¨® Europa hace mucho tiempo, los periodos de dificultad prolongan el desempleo, a la vez que las capacidades y las perspectivas se deterioran y los ahorros se evaporan. Los 2,5-3,5 millones de embargos de casas que se esperan este a?o exceder¨¢n los de 2009, y el a?o empez¨® con lo que se estima que sea la primera de muchas quiebras inmobiliarias comerciales importantes. Incluso la Oficina de Presupuesto del Congreso predice que el desempleo no regresar¨¢ a niveles m¨¢s normales hasta mediados de la d¨¦cada, conforme Estados Unidos experimenta su propia versi¨®n del "mal japon¨¦s".
Mientras yo escrib¨ªa mi nuevo libro Freefall (ca¨ªda libre), el presidente Barack Obama asum¨ªa un gran riesgo al inicio de su Administraci¨®n. En lugar del marcado cambio que hab¨ªa prometido su campa?a, conserv¨® a muchos de los funcionarios de antes y mantuvo la misma estrategia de "goteo de la riqueza hacia abajo" para enfrentar la crisis financiera. Sus colaboradores parec¨ªan decir que ofrecer suficiente dinero a los bancos era la mejor manera de ayudar a los propietarios y trabajadores normales y corrientes.
Cuando Estados Unidos reform¨® sus programas de asistencia p¨²blica a los pobres en la presidencia de Clinton, impuso condiciones a los beneficiarios: ten¨ªan que buscar un empleo o inscribirse en programas de formaci¨®n. Pero cuando los bancos fueron beneficiados con asistencia p¨²blica no se les impuso condici¨®n alguna. Si el intento de Obama de ingeni¨¢rselas para hacer algo hubiera funcionado, se habr¨ªan evitado algunas grandes batallas filos¨®ficas. Pero no funcion¨®, y hac¨ªa mucho tiempo que la antipat¨ªa popular contra los bancos no era tan grande.
Obama quer¨ªa achicar las divisiones entre los norteamericanos que hab¨ªa abierto George W. Bush. Pero ahora esas divisiones son m¨¢s grandes. Sus intentos por complacer a todos, tan evidentes en las ¨²ltimas semanas, probablemente no atemperen a nadie.
Los pregoneros del d¨¦ficit -especialmente entre los banqueros que se quedaron paralizados durante el rescate gubernamental de sus instituciones, pero que ahora han regresado para vengarse- utilizan la preocupaci¨®n por el creciente d¨¦ficit para justificar recortes en el gasto. Pero estas opiniones sobre c¨®mo administrar la econom¨ªa no son mejores que la estrategia de los banqueros para administrar sus propias instituciones.
Reducir el gasto ahora debilitar¨¢ la econom¨ªa. Mientras el gasto est¨¦ destinado a inversiones que generen un retorno modesto del 6%, la deuda a largo plazo se reducir¨¢, incluso si aumenta el d¨¦ficit a corto plazo, debido a los mayores ingresos impositivos generados por la mayor producci¨®n en el corto plazo y el crecimiento m¨¢s r¨¢pido en el largo plazo.
En un intento por "hallar la cuadratura del c¨ªrculo" entre la necesidad de estimular la econom¨ªa y complacer a los pregoneros del d¨¦ficit, Obama propuso reducciones del d¨¦ficit que, al tiempo que alienaron a los dem¨®cratas m¨¢s progresistas, resultaron demasiado peque?as como para satisfacer a los halcones. Otros gestos para ayudar a la agobiada clase media norteamericana pueden demostrar una profunda sensibilidad, pero son demasiado peque?os como para marcar una diferencia significativa.
Hay tres cosas que s¨ª pueden marcar una diferencia: un segundo est¨ªmulo, contener la ola de embargos de casas encontr¨¢ndole una soluci¨®n a aproximadamente el 25% de las hipotecas cuyo valor supera el de la vivienda y reformular nuestro sistema financiero para poner riendas a los bancos.
Hubo un momento hace un a?o cuando Obama, con su enorme capital pol¨ªtico, tal vez habr¨ªa podido llevar a buen puerto esta ambiciosa agenda y, tomando estos ¨¦xitos como base, podr¨ªa haber intentado luego resolver los otros problemas de Estados Unidos. Pero la furia que gener¨® el rescate, la confusi¨®n entre el rescate (que no relanz¨® el pr¨¦stamo, tal como se supon¨ªa) y la desilusi¨®n por las crecientes p¨¦rdidas de empleos han reducido marcadamente su espacio de maniobra.
De hecho, hay se?ales de escepticismo incluso respecto de si Obama podr¨¢ sacar adelante sus bienvenidos y demorados esfuerzos por poner l¨ªmites a los bancos demasiado grandes para quebrar y a su imprudente toma de riesgo. Sin eso, lo m¨¢s probable es que la econom¨ªa afronte otra crisis en un futuro no tan distante.
A la mayor¨ªa de los norteamericanos, sin embargo, lo que m¨¢s les preocupa es la crisis de hoy, no la de ma?ana. Se espera que el crecimiento en los pr¨®ximos dos a?os sea tan an¨¦mico que apenas podr¨¢ crear empleos suficientes para quienes entran en la fuerza laboral, mucho menos devolver el desempleo a un nivel aceptable.
Los mercados sin restricciones pueden haber causado esta calamidad, y los mercados por s¨ª mismos no nos sacar¨¢n de ella, al menos en el corto plazo. Es necesaria la acci¨®n del Gobierno, y eso exigir¨¢ un liderazgo pol¨ªtico efectivo y convincente.
Joseph E. Stiglitz fue premio Nobel de Econom¨ªa en 2001. (c) Project Syndicate, 2010. Traducci¨®n de Claudia Mart¨ªnez.
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