Una cierta a?oranza de los tiempos pasados
Hac¨ªa un cuarto de siglo que no se representaba Andrea Ch¨¦nier en Madrid. Encabezaban entonces el reparto del teatro de la Zarzuela Jos¨¦ Carreras y Montserrat Caball¨¦ y se encargaba de la direcci¨®n de escena Hugo de Ana. Se puede establecer un paralelismo con las representaciones del Teatro Real ahora. Marcelo ?lvarez y Fiorenza Cedolins son divos de hoy. Diferentes de los de antes, pero divos al fin y al cabo. Es una especie que escasea y un sector del p¨²blico los a?ora. Es l¨®gico que as¨ª sea. Representan una manera de sentir la ¨®pera. Y con Andrea Ch¨¦nier estos divos se encuentran a sus anchas. Les permite momentos de lucimiento sin las dificultades de las ¨®peras belcantistas y entran sin cortapisas en ese tipo de melodismo sentimental tan af¨ªn al movimiento verista y sus seguidores. Vaya por delante que sin buenos cantantes es muy dif¨ªcil sacar a flote una ¨®pera como ¨¦sta.
ANDREA CH?NIER
De Umberto Giordano. Con Marcelo ?lvarez, Fiorenza Cedolins, Marco Vratogna, Marina Rodr¨ªguez-Cus¨ª, Marco Moncloa y Stefania Toczyska, entre otros. Sinf¨®nica de Madrid, Coro Intermezzo. Director musical: V¨ªctor Pablo P¨¦rez. Director de escena: Giancarlo del Monaco. Producci¨®n de la ?pera Nacional de Par¨ªs. Teatro Real, Madrid, 13 de febrero.
Hay espectadores a los que reconforta ver tanto lujo en el escenario
El tenor Marcelo ?lvarez derrocha temperamento y energ¨ªa
Giancarlo del M¨®naco considera Andrea Ch¨¦nier una "¨®pera familiar" y no le faltan motivos para ello. Su padre, el gran tenor Mario del M¨®naco, hac¨ªa un Ch¨¦nier excepcional. Giancarlo del Monaco es tambi¨¦n un divo, pero de la direcci¨®n esc¨¦nica. Es un director con talento que a veces no acaba de cuajar por las tentaciones de grandilocuencia. En este teatro ha dejado su sello po¨¦tico en t¨ªtulos como Pagliacci o el tercer acto de La boh¨¨me. En Andrea Ch¨¦nier tiene algunos momentos muy atractivos desde el punto de vista evocador, como el del juicio en un viejo teatro de ¨®pera destartalado con el pueblo en los palcos. Otros cuadros esc¨¦nicos recuerdan tiempos pasados de la escena oper¨ªstica. Vuelve a surgir la a?oranza. Hay espectadores a los que reconforta ver tanto lujo en el escenario. Se sienten reflejados. No me parece, en cualquier caso, uno de los trabajos teatrales m¨¢s sugerentes de Del Monaco, aunque tenga oficio y sea muy vistoso. Un sector de la cr¨ªtica francesa vapule¨® este montaje. No comparto estas opiniones, pero prefiero en Del M¨®naco un mayor riesgo creativo.
El tenor argentino Marcelo ?lvarez derrocha temperamento y energ¨ªa. Alg¨²n problemilla en el ¨²ltimo acto no enturbia su notable nivel. No acab¨® de encontrase a sus anchas, dram¨¢ticamente hablando, la soprano Fiorenza Cedolins en un aria tan esperada como La mamma morta. En el resto de su actuaci¨®n mantuvo sin altibajos una l¨ªnea de canto sensible. Cumpli¨® sin problemas Marco Vratogna. La Sinf¨®nica de Madrid estuvo disciplinada a las ¨®rdenes de V¨ªctor Pablo P¨¦rez. El maestro se mostr¨® efusivo y dominador, poniendo a veces el volumen de sonido a cotas m¨¢s bien altas para los cantantes. Mon¨®tono y ordenado en los dos primeros actos, enfatiz¨® con acierto la tensi¨®n tr¨¢gica en el ¨²ltimo. El coro cant¨® en su l¨ªnea habitual de uniformidad aunque sin un abanico enriquecedor de matices.
En conjunto fue una representaci¨®n entretenida -lo que no es poco en esta ¨®pera- que el p¨²blico recibi¨® en clima de ¨¦xito. Lamentable, por la p¨¦rdida de concentraci¨®n que supone al espectador, result¨® un descanso de 40 minutos entre los dos primeros actos, de media hora de m¨²sica cada uno. La capacidad t¨¦cnica y organizativa del Real queda bajo sospecha con este tipo de decisiones.
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