Los hombres providenciales
La causa abierta contra el juez Baltasar Garz¨®n ha provocado la misma reacci¨®n que cada una de sus actuaciones m¨¢s sonadas: dependiendo de qui¨¦n se considere beneficiado y qui¨¦n perjudicado, el juez es ensalzado hasta los cuernos de la luna o arrastrado por el lodo. Con un importante matiz que suele extraviarse una y otra vez en cuanto se desatan las recurrentes tormentas en torno al magistrado: tanto los insultos como los ditirambos que se le dirigen est¨¢n motivados por los asuntos que instruye, no por la manera en la que los instruye.
As¨ª, no es necesario conocer el resultado de las diligencias que realiza o los argumentos jur¨ªdicos de sus autos, sino que basta con tener noticia aproximada de su asunto, para anticipar punto por punto las reacciones.
La investigaci¨®n de los cr¨ªmenes del franquismo se convierte en una investigaci¨®n al juez
Si se trata del caso GAL, el reparto de papeles entre derecha e izquierda es uno. Como es exactamente el contrario si el juez fija su atenci¨®n en el caso Pinochet. La ¨²nica salvedad a esta mec¨¢nica maniquea ha sido, hasta el momento, la lucha contra el terrorismo etarra, en la que nadie le ha escatimado sus muchos m¨¦ritos.
El hecho de fijar exclusivamente la atenci¨®n en los asuntos que instruye el juez, y no en la manera en la que los instruye, ha llevado a interpretar la situaci¨®n en la que se encuentra como resultado de una conjura salida de las sentinas de la historia. Falange Espa?ola y de las JONS, el partido del dictador, le interpone una querella y el Tribunal Supremo da los primeros pasos jur¨ªdicos para sustanciarla.
La investigaci¨®n de los cr¨ªmenes del franquismo que se hab¨ªa propuesto el juez, provocando una vez m¨¢s las inexorables reacciones, se convierte, de pronto, en una investigaci¨®n sobre la rectitud de sus decisiones en este caso.
Como adem¨¢s el juez tiene pendiente un proceso por la financiaci¨®n de unos cursos que dirigi¨® en Nueva York, interpuesto por Manos Limpias, una asociaci¨®n que representa intereses, por as¨ª decir, desconocidos, la explicaci¨®n que se impone es que existe una conjura contra ¨¦l, motivada por haber removido el tab¨² sobre el que se apoya este remedo de r¨¦gimen democr¨¢tico instaurado en 1978.
Una explicaci¨®n como ¨¦sta s¨®lo se sostiene, en efecto, si la atenci¨®n se fija en el asunto que ha querido instruir el juez; si, por el contrario, se fija en la manera en la que lo ha instruido, la duda, la inquietante duda que surge es si, en su prop¨®sito de encontrarle las vueltas a la ley para sentar a Franco y sus generales en el banquillo, el juez no habr¨¢ terminado por ofrecer a Falange Espa?ola y de las JONS el inconmensurable regalo de un acta de acusaci¨®n contra un auto emanado del poder judicial democr¨¢tico.
Porque si este fuera el caso, y que es lo que tendr¨¢ que dilucidar el Tribunal Supremo, la disyuntiva en la que el juez ha colocado al sistema de la Constituci¨®n del 78 no resultar¨ªa f¨¢cil. Bien es verdad que Falange podr¨ªa haber sido prohibida como partido, pero, puesto que no lo fue y ha podido presentar una querella contra la manera en la que un juez ha instruido un sumario, no contra el tenebroso asunto de ese sumario en el que tuvo un protagonismo destacado, ?qu¨¦ se hace ahora? ?Se le dice que, por ser Falange, no tiene derecho a solicitar la aplicaci¨®n de las leyes democr¨¢ticas y la intervenci¨®n de la justicia? ?O se exige del Supremo que vulnere las leyes democr¨¢ticas para que se salve el juez y no se beneficie Falange?
La tentaci¨®n que parece adivinarse en algunas de las manifestaciones de apoyo que ha recibido el juez -y que, por cierto, se toman por inaceptables presiones a la justicia cuando los destinatarios son pol¨ªticos u otros encausados- parece ser esta ¨²ltima, aunque formulada como impl¨ªcita conclusi¨®n: si el Tribunal Supremo no se pronuncia en el sentido de exculpar al juez, quedar¨¢ fehacientemente acreditado que sus componentes act¨²an por envidia y, sobre todo, que los cr¨ªmenes del franquismo siguen siendo tab¨² y limitando la naturaleza democr¨¢tica del sistema pol¨ªtico. Respecto de lo primero, nada justificar¨ªa que se lancen sospechas sin fundamento; pero si el fundamento existe, nada justificar¨ªa tampoco que no se denunciase de inmediato a los miembros del Supremo que act¨²an por envidia.
Respecto de lo segundo, y en el supuesto de que ese tab¨² fuera cierto, la pregunta que se plantea es si para romperlo se est¨¢ dispuesto como ciudadano a aceptar que alguien nos redima por encima o al margen de las leyes. Es decir, la intervenci¨®n de hombres providenciales.
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