El despertar del sue?o de Obama
I Have a Dream: es el t¨ªtulo del m¨¢s c¨¦lebre discurso estadounidense del siglo XX, pronunciado por el l¨ªder del movimiento por los derechos civiles Martin Luther King en la marcha sobre Washington de 1963. Un sue?o, el de conquistar la ciudadan¨ªa plena para la comunidad negra, que pareci¨® cumplirse 45 a?os despu¨¦s, cuando Barack Obama fue elegido 44? presidente de Estados Unidos.
Al menos, as¨ª lo cre¨ªmos muchos ciudadanos del mundo, y no s¨®lo la mayor¨ªa de los estadounidenses, compartiendo durante un tiempo el ensue?o pol¨ªtico del Yes, we can, lo que nos permiti¨® confiar en que su presidencia ser¨ªa capaz de transformar su pa¨ªs y con ello tambi¨¦n el planeta. As¨ª lo expres¨¦ en estas p¨¢ginas (El poder simb¨®lico de Barack Obama, 12 de agosto de 2009), atribuyendo al primer presidente afroamericano, tras sus c¨¦lebres discursos en El Cairo y Jerusal¨¦n, la capacidad de redefinir la realidad transform¨¢ndola en consecuencia.
La derecha ha usado contra el presidente de EE UU una pol¨ªtica destructiva de eficacia letal
La excepcionalidad de EE UU hace imposible la pol¨ªtica socialdem¨®crata
Pero quiz¨¢ pequ¨¦ de idealista, cayendo en el pensamiento m¨¢gico del S¨¦samo ¨¢brete al confundir los deseos con la realidad. Pues ha sido esta ¨²ltima, la tozuda realidad, quien se ha encargado de pronunciar la ¨²ltima palabra, desmintiendo con su resistencia al cambio el poder transformador de la oratoria de Obama.
En efecto, sus palabras m¨¢gicas, por bellas e inspiradoras que fueran, no han sido capaces de cambiar la correlaci¨®n de fuerzas en ning¨²n lugar: ni en Ir¨¢n, ni en Oriente Pr¨®ximo, ni en Afganist¨¢n. Ni tampoco en Estados Unidos siquiera, como se ha demostrado con la reciente p¨¦rdida del esca?o senatorial de Massachusetts del que depend¨ªa su mayor¨ªa cualificada, lo que ha supuesto la definitiva constataci¨®n del fracaso relativo de Obama. Es el amargo despertar del ensue?o de Martin Luther King.
?C¨®mo se puede explicar este fracaso? Dejando de lado otras posibles razones adicionales (seguidismo continuista de Bush, sumisi¨®n a Wall Street y al lobby israel¨ª, declive del imperio estadounidense), me centrar¨¦ en las tres que me parecen m¨¢s decisivas o convincentes.
La primera empieza por constatar que el mito de Obama no fue m¨¢s que un espejismo medi¨¢tico propiciado por la conjunci¨®n planetaria de la prensa liberal (en sentido estadounidense), los efectos especiales de Hollywood, la galaxia viral de Internet y la moralina de Disneylandia. Pero si s¨®lo fuera por estos ingredientes, t¨ªpicos del marketing electoral y el storytelling pol¨ªtico, no podr¨ªa explicarse la magnitud del mito de Obama.
Por eso, para entender su verdadera dimensi¨®n hay que recurrir a un elemento adicional, que actu¨® como catalizador del
melting pot medi¨¢tico para transformarlo en un crisol del que naci¨® el mito de Obama. Y ese elemento adicional es la excepcionalidad imprevisible del propio Obama, un aut¨¦ntico candidato imposible, de puro improbable y no convencional. Una especie de mes¨ªas laico, de superman alien¨ªgena o de mutaci¨®n emergente cuya misma rareza imprevista le dot¨® de un carisma genuino imposible de batir (dada su "cantidad de informaci¨®n" o entrop¨ªa negativa como medida de su improbabilidad estad¨ªstica).
Por eso su irrupci¨®n por sorpresa como primer presidente negro en la Casa Blanca se convirti¨® en una excepci¨®n hist¨®rica, generando un acontecimiento medi¨¢tico sin parang¨®n con ning¨²n otro imaginable. As¨ª fue como la excepcionalidad del acontecimiento revisti¨® al personaje que lo protagonizaba con poderes extraordinarios, gener¨¢ndose ese espejismo so?ado que a todos nos encant¨® con sus poderes m¨¢gicos de flautista de Hamelin. Un ensue?o en el que el mismo Obama pareci¨® creer de buena fe.
Pero con el rodaje del personaje, la sorpresa inaugural se convirti¨® en previsible redundancia. De modo que al acostumbrarnos a ¨¦l y dejar de sorprendernos, Obama fue perdiendo sus poderes paulatinamente, con lo que todos acabamos por despertar del ensue?o cayendo en el desencanto. Un desencantamiento que ha terminado por despertar de su sue?o al propio Obama, oblig¨¢ndole a reconocerse a s¨ª mismo como un presidente m¨¢s. De ah¨ª su previsible discurso del estado de la Uni¨®n, en el que su oratoria ha renunciado al deseo voluntarista de transformar la realidad para plegarse a su imperiosa evidencia adapt¨¢ndose a ella con humildad. As¨ª, tras su despertar a la lucidez, el so?ador visionario ha dejado paso al realista pragm¨¢tico.
La segunda explicaci¨®n, complementaria de la anterior, es la eficacia letal de la pol¨ªtica destructiva practicada por la derecha medi¨¢tica contra Obama y todo lo que ¨¦ste representa, al que ha acabado por neutralizar erosionando su reputaci¨®n hasta minar la confianza que los ciudadanos estadounidenses y globales hab¨ªan depositado en ¨¦l.
Es esa misma pol¨ªtica medi¨¢tica, basada en el esc¨¢ndalo pol¨ªtico y el enga?o masivo, a la que Manuel Castells ha dedicado el n¨²cleo central de su ¨²ltimo libro, Comunicaci¨®n y poder, haci¨¦ndola responsable de la crisis de legitimidad democr¨¢tica que est¨¢ destruyendo la confianza p¨²blica en las instituciones. Es verdad que esta pol¨ªtica medi¨¢tica utiliza las mismas armas de storytelling y propaganda viral por Internet que tambi¨¦n esgrimi¨® Obama para ganar las elecciones y acceder al poder. Pero en este campo act¨²a una especie de ley de Gresham por la que la mala moneda siempre acaba por expulsar del mercado a la buena. Y eso es lo que ha ocurrido tambi¨¦n esta vez, pues la buena imagen positiva que Obama se construy¨® ha terminado por sucumbir a la campa?a negativa de deslegitimaci¨®n y desacredita-ci¨®n emprendida contra ¨¦l por los medios de Maxwell (News Corp.) y los think tanks neocon.
Sin embargo, la raz¨®n que me parece m¨¢s plausible para entender el relativo fracaso de Obama es otra, derivada de la teor¨ªa propuesta por el premio Nobel Douglas North a la que se conoce como path dependence (dependencia de la senda). Esta hip¨®tesis se basa en la persistencia temporal de las experiencias pret¨¦ritas que contin¨²an predeterminando el presente con su momento de inercia, haciendo pr¨¢cticamente imposible rectificar la trayectoria institucional recorrida.
Es lo que ha venido ocurriendo con los fallidos intentos de reformar la sanidad p¨²blica estadounidense, cuya tradici¨®n nunca ha sido universalista sino asistencial. De ah¨ª el fracaso de Obama al tratar de universalizarla, que ha venido a sumarse a los anteriores fracasos de intentos previos como el de Clinton. Y es que, como ha demostrado G?sta Esping-Andersen (en su obra seminal Los tres mundos del Estado del bienestar), est¨¢ en la naturaleza originaria del modelo liberal anglosaj¨®n, cuyo ejemplo m¨¢s extremo representa desde su inicio Estados Unidos, el ser incompatible con la universalizaci¨®n de la protecci¨®n social.
Algo semejante al fracaso cosechado por Zapatero con su intento de crear una red universal de servicios sociales previsto en la Ley de Dependencia, cuando esto es algo incompatible con el modelo familiarista espa?ol. En suma, el fracaso de Obama se debe no tanto a su propia excepcionalidad como al excepcionalismo de Estados Unidos, cuya trayectoria hist¨®rica hace imposible que puedan aplicarse all¨ª con ¨¦xito las pol¨ªticas socialdem¨®cratas.
Y ello por la misma raz¨®n que es imposible erradicar la pena de muerte, no puede haber socialismo y nunca habr¨¢ verdadera integraci¨®n racial, entre otras muestras perversas de dependencia de la senda. Lo cual condena al voluntarismo de Obama a la impotencia y a la melancol¨ªa.
Enrique Gil Calvo es profesor titular de Sociolog¨ªa de la Universidad Complutense de Madrid.
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