Recado a los talibanes
La captura en Karachi del n¨²mero dos de los talibanes afganos, el mul¨¢ Abdul Ghani Baradar, es un hecho relevante. A la propia importancia de la presa -con 42 a?os es en la pr¨¢ctica el jefe estrat¨¦gico de los insurgentes y su cabeza pol¨ªtica, s¨®lo por debajo del mul¨¢ Omar- se une la circunstancia de que su detenci¨®n se produce mientras los talibanes soportan la mayor presi¨®n en a?os a ambos lados de la frontera entre Afganist¨¢n y Pakist¨¢n.
Pero quiz¨¢ m¨¢s relevante para el futuro de la regi¨®n sea el hecho de que el apresamiento de Baradar por el espionaje paquistan¨ª, en colaboraci¨®n con la CIA, implica un grado de cooperaci¨®n entre servicios de inteligencia antag¨®nicos impensable hasta ahora. Que Islamabad, blanco de las quejas de Washington por su vacilante lucha contra el integrismo, haya puesto en bandeja a tan importante personaje, sugiere que el asediado r¨¦gimen paquistan¨ª podr¨ªa considerar llegado el momento de se?alar a los extremistas afganos -a los que ha cultivado durante a?os como contrapeso decisivo ante cualquier influencia exterior en su patio trasero- de qui¨¦n depende su suerte en ¨²ltima instancia.
Es poco probable que la captura de Baradar altere sustancialmente el curso de la guerra afgana. Igualmente improbable es que el roque?o l¨ªder -un halc¨®n, devoto de los atentados suicidas- ponga a los americanos tras la pista del desaparecido mul¨¢ Omar o favorezca en algo el di¨¢logo de paz que pretende Kabul, conocida como lo es su determinaci¨®n por llevar la lucha armada hasta el final. Pero aun cuando los talibanes han reemplazado sin problemas a sus jefes ca¨ªdos, el mutis de Baradar representa un duro golpe para una insurgencia que sufre en Helmand la mayor ofensiva aliada desde que comenz¨® la guerra; y que ve c¨®mo sus dirigentes se dispersan por Pakist¨¢n para evitar los mort¨ªferos ataques desde los aviones no tripulados estadounidenses.
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