?ngeles y demonios
La idea de un gran acuerdo nacional entre los principales partidos para superar la crisis econ¨®mica sobrevolaba el hemiciclo. Lo expres¨® el Rey en unas declaraciones pol¨¦micas, lo reafirm¨® antes que nadie J. A. Duran, y todas las encuestas lo mostraban como el deseo mayoritario de la poblaci¨®n espa?ola. Visto lo visto, lo anhelaban todos menos quienes ten¨ªan que haberse sentido m¨¢s implicados, el Gobierno y la oposici¨®n del PP. Ante el clamor popular, sin embargo, deb¨ªan actuar como si quien no quisiera el pacto no fuera su propio grupo, sino el otro. Quien consiguiera transmitir la idea de que apostaba por la concertaci¨®n y pudiera mostrar a la vez la reticencia del adversario, ser¨ªa el ganador indiscutible del debate. Esto lo logr¨® mejor el Gobierno, que sali¨® reforzado. M¨¢s por haber conseguido el aislamiento del PP que por haber sentado las bases de un acuerdo verdaderamente eficaz. Y en esto ¨²ltimo espero equivocarme.
En este momento importa menos la imputaci¨®n de responsabilidades que la b¨²squeda de soluciones
En su esfuerzo por jugar a dos bandas, -a favor y en contra a la vez de un pacto verdaderamente inclusivo-, los protagonistas de esta disputa incurrieron en una curiosa contradicci¨®n. El Gobierno, en su insistencia por describir la realidad con tonos ang¨¦licos, minimiz¨® el drama, reafirmando la idea de que "la situaci¨®n evoluciona lentamente hacia un menor deterioro"; es decir, que se ve luz al final del t¨²nel. Ni palabra de los grandes sacrificios que nos esperan, de las privaciones que tendremos que pasar para purgar la enfermedad. Si esto es as¨ª, si la cosa no est¨¢ tan mal como la describen, ?para qu¨¦ ir entonces a un pacto de Estado? ?ste s¨®lo tiene sentido bajo condiciones de aut¨¦ntica emergencia nacional. Bastar¨ªa, como de hecho ya ha empezado a suceder, que prosiga la concertaci¨®n social y se logren acuerdos parlamentarios puntuales sobre algunas medidas necesarias y urgentes. Hasta la reci¨¦n creada comisi¨®n ser¨ªa casi superflua.
Si, por el contrario, tal y como afirma el PP, la situaci¨®n es tan tr¨¢gica y alarmante, si estamos al borde mismo del precipicio, ?por qu¨¦ no renuncian a imponer condiciones que saben imposibles de cumplir, como no aumentar los impuestos, y arriman lealmente el hombro para evitar el descalabro? ?O por qu¨¦ no dar ejemplo de dr¨¢stica reducci¨®n del gasto p¨²blico, empezando por las comunidades aut¨®nomas en las que gobiernan? Demonizar la realidad y arrogarse ellos solos la capacidad para dar con las recetas de la soluci¨®n no s¨®lo es pretencioso, sino adem¨¢s claramente contraintuitivo. Aqu¨ª nadie puede atribuirse el papel de redentor. Si necesitamos la concertaci¨®n es porque es imprescindible la contribuci¨®n de todos. Y, en este momento del proceso, importa menos la imputaci¨®n de responsabilidades, que ya se dilucidar¨¢n en la pr¨®xima convocatoria electoral, que la b¨²squeda de soluciones espec¨ªficas. ?sa ser¨ªa la salida patri¨®tica de la que tanto alardean.
El problema de los grandes pactos de Estado entre partidos, o de las grosse Koalitionen, es que introducen una importante distorsi¨®n en el sistema democr¨¢tico. Anulan la posibilidad de ejercitar eficazmente el juego Gobierno/oposici¨®n; impiden perfilar la contribuci¨®n respectiva de cada grupo pol¨ªtico a la resoluci¨®n de los problemas; y, en consecuencia, eliminan la posibilidad de ajustar la definici¨®n de la realidad a los intereses inmediatos de cada partido. Por lo que vimos el pasado mi¨¦rcoles, el inter¨¦s del Gobierno estriba en llegar a las pr¨®ximas elecciones habiendo dado la impresi¨®n de que ha sido el art¨ªfice de la recuperaci¨®n. ?l, no los partidos como entidades abstractas. S¨®lo as¨ª se puede saber ganador. La oposici¨®n del PP, por su parte, es plenamente consciente de lo que suele ocurrir a quienes acompa?an al Gobierno en una empresa de estas caracter¨ªsticas. En caso de ¨¦xito no pueden ponerse ellos solos las medallas; y en caso de fracaso no se pueden desentender y echar la culpa al otro.
?Y a nosotros, los ciudadanos, qu¨¦ nos interesa? Pues, seguramente, que se nos hable claro y se resuelvan nuestros problemas. Si hay que pasar privaciones, d¨ªgasenos cu¨¢les van a ser y por cu¨¢nto tiempo. Y que se apliquen las medidas necesarias, bien argumentadas, cuanto antes mejor. Como bien dec¨ªa The Economist en su ¨²ltimo art¨ªculo sobre Espa?a, cuanto m¨¢s se tarde en imponer sacrificios, tanto mayores ser¨¢n al final. Sabemos de sobra que no se puede hacer una tortilla sin partir huevos; pero tambi¨¦n que carece de sentido romperlos sin intenci¨®n de fre¨ªrla. No somos ¨¢ngeles ni demonios, s¨®lo seres humanos -cada vez m¨¢s esc¨¦pticos, eso s¨ª- que esperan ansiosamente la oportunidad de volver a creer en sus pol¨ªticos.
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