Lo que Obama debi¨® aprender de los Kennedy
La absurda idea de que el largamente demorado juicio de Khalid Sheikh Mohammed deber¨ªa tener lugar en una de las zonas m¨¢s populosas de Manhattan, concretamente en el juzgado pr¨®ximo al World Trade Center, ha demostrado lo equivocado del pensamiento de Obama.
El antiguo profesor de Derecho Obama se pronuncia a favor de un escenario conceptualmente altisonante en el que la justicia y la transparencia norteamericanas se convertir¨ªan en un estimulante teatro ante el mundo. Pero el coste anual del juicio, que f¨¢cilmente podr¨ªa durar cuatro a?os, se estima en m¨¢s de 200 millones de d¨®lares. Las complicadas medidas de seguridad provocar¨ªan la paralizaci¨®n del comercio y de la vitalidad del atestado lower Manhattan, de manera que la zona acabar¨ªa siendo doblemente castigada: primero por los ataques del 11-S y ahora por un juicio engorroso y equivocadamente ubicado.
El presidente ha desperdiciado su capital pol¨ªtico haci¨¦ndole la corte a los republicanos
Decepcionada, gente que vot¨® a Obama se queda ahora en casa
Las protestas ciudadanas han sido tan inmediatas como ruidosas, con lo que parece ser que el juicio se celebrar¨¢ en alg¨²n otro sitio. Est¨¢ claro que el juicio de Khalid Sheikh Mohammed ha de ser transparente y r¨¢pido, pero tendr¨¢ que tener lugar en un ¨¢rea menos vulnerable. Durante los a?os de la pesadilla del 11-S, tanto musulmanes como jud¨ªos ortodoxos y otras minor¨ªas consiguieron vivir en relativa paz en Brooklyn, justo al otro lado del r¨ªo que les separaba del hedor de las incandescentes ruinas. La fuerza moral de Nueva York no se basa en legalismos sino en el consumado h¨¢bito de una ciudad de inmigrantes, acostumbrados desde hace mucho a la acomodaci¨®n de m¨²ltiples etnias y m¨²ltiples religiones.
Pasar¨¦ dentro de un minuto a la debacle de Massachusetts, pero para comprender por qu¨¦ los dem¨®cratas est¨¢n perdiendo elecciones que se presum¨ªan seguras para ellos (Estados azules) echemos un vistazo a las matem¨¢ticas. El margen con el que los dem¨®cratas han perdido algunos de sus presuntamente inexpugnables feudos electorales ha sido peque?o. La ventaja de 30 puntos que ten¨ªa la fiscal general, Martha Coakley, un mes antes de la elecci¨®n especial de Massachusetts para cubrir el esca?o del senador Ted Kennedy, no se metamorfose¨® en un bloque de derechas de la noche a la ma?ana. ?Qu¨¦ pas¨®? Sencillamente que la gente de Obama se qued¨® en casa; no estaban motivados.
Ahora, por un momento, vuelta otra vez a la pol¨ªtica en Nueva York. A los negros que tan fielmente le apoyaron no les ha pasado inadvertido el que Obama haya interferido negativamente frente a tres candidatos que son negros o medio negros. Intent¨® la renuncia del gobernador Patterson, lo que no consigui¨®, yluego impidi¨® que la ciudad tuviera un alcalde dem¨®crata al apoyar al republicano Bloomberg (aunque sea un moderado) en lugar de al candidato dem¨®crata, el contralor Bill Thompson. Ahora se ha declarado en contra de la participaci¨®n de Harold Ford en las primarias dem¨®cratas para ocupar el antiguo esca?o de Hillary Clinton. En el b¨¦isbol, con tres strikes est¨¢s eliminado.
Entretanto, Hillary Clinton, visiblemente agotada tras su extenuante ir y venir por el mundo, ha declarado que no ocupar¨¢ la Secretar¨ªa de Estado en un segundo mandato. De manera que, probablemente, Nueva York y el Estado de Nueva York volver¨¢n a pasar por todo tipo de sobresaltos. Bloomberg no puede presentarse a un cuarto mandato como alcalde, lo que para ella ser¨ªa una posibilidad. Y no es descartable su eventual desaf¨ªo a Obama en las pr¨®ximas elecciones primarias presidenciales.
La lecci¨®n que Obama debiera de haber aprendido de los Kennedy es que es necesario saber c¨®mo y cu¨¢ndo hay que ser duro, c¨®mo utilizar bien tu poder; Obama ten¨ªa el Senado, el Congreso y a todo el pa¨ªs tras ¨¦l. Ha desperdiciado su primer a?o echando por la borda el respaldo de los que le votaron, para centrarse en los republicanos -de hecho poniendo toda su atenci¨®n en ellos-, cuyo partido estaba a la deriva, suplicando por un solitario voto o dos de republicanos instalados en el no, cuyo mantra en cualquier caso es el de deshacerse de Obama y de los dem¨®cratas. Ahora, echemos un vistazo a Massachusetts.
Obama y su equipo cometieron el fatal error de c¨¢lculo de suponer que una vinculaci¨®n sentimental al nombre Kennedy ser¨ªa suficiente para darles el voto senatorial necesario para aprobar la reforma del sistema sanitario. Cuando cubr¨ª parte de la campa?a para la elecci¨®n a gobernador de Massachusetts en 1990 (gan¨® William Weld, un republicano liberal) me qued¨¦ at¨®nita por la palpable presencia en Boston de dem¨®cratas del viejo aparato del partido, de los pol¨ªticos de la trastienda. All¨ª estaba yo con mi peque?o bloc y mi l¨¢piz, y all¨ª estaban ellos agitando sus puros en habitaciones llenas de humo. Era como si el tiempo se hubiera detenido y estuvi¨¦ramos todav¨ªa en la ¨¦poca de los corruptos pol¨ªticos de Tammany Hall (la ciudad de Nueva York ya se hab¨ªa librado a?os antes de esta antigua sede del aparato dem¨®crata).
Ning¨²n pol¨ªtico de hoy puede heredar el poder de Jack, Bobby y Ted, porque los Kennedy se beneficiaron de una doble y desigual herencia: eran nietos por parte materna de John Francis Fitzgerald, Honey Fitz, el alcalde de Boston dirigido por el aparato irland¨¦s, y adem¨¢s formaban parte de la ¨¦lite liberal de Harvard. La fidelidad de los pol¨ªticos irlandeses de Boston no ten¨ªa nada que ver con cuestiones concretas, su vasallaje de sangre, lo era en memoria de Honey Fitz. Esta gente era propietaria de un gran fil¨®n de votos, corruptos y no corruptos; su poder pol¨ªtico era el ingrediente que hac¨ªa aceptable el estilo de Harvard de los muchachos Kennedy. Adem¨¢s, los Kennedy ten¨ªan mucho dinero, en una ¨¦poca en la que la mayor¨ªa de los pol¨ªticos no lo ten¨ªan en semejante medida.
Y, a prop¨®sito de Harvard, es una gran universidad, pero su estilo de gran ¨¦lite es pol¨ªticamente letal. Fue la ruina de las campa?as presidenciales de Michael Dukakis y de John Kerry. La tensi¨®n entre Harvard / Cambridge y la poblaci¨®n ordinaria de Boston es considerable (yo misma me qued¨¦ desconcertada cuando, como viuda de un antiguo alumno de Harvard, recib¨ª cartas encabezadas con "Querida Jane Harvard") y no contribuy¨® a mejorarla el que el pasado a?o Obama llamara "est¨²pido" a un polic¨ªa local que arrest¨® por error al profesor de Harvard H. L. Gates en casa de ¨¦ste. La fiscal general, Martha Coakley, perdi¨® porque se invisti¨® a s¨ª misma con el droit du seigneur al estilo de Cambridge: no se preocup¨® por hacer campa?a, ni el equipo de Obama se tom¨® la molestia de ayudarla.
Obama hubiera debido nombrar a Howard Dean, el candidato l¨®gico, secretario de Sanidad y Recursos Humanos, no simplemente por lealtad -Dean, que ide¨® la campa?a por Internet y que, como presidente del Comit¨¦ Nacional Dem¨®crata, utiliz¨® la poco convencional t¨¢ctica de financiar las campa?as de los caucuses peque?os, contribuy¨® as¨ª a que Obama ganara-, sino porque Dean, el m¨¦dico, entiende bien la reforma del sistema sanitario. Este hijo de banquero es tan inteligente, tan l¨²cido, que el p¨²blico le escucha cuando explica la asistencia sanitaria. ?l y su hermano Jim Dean entienden bien lo que es el noreste y lo que es la motivaci¨®n liberal.
Si Dean hubiera ocupado el lugar adecuado, Massachusetts habr¨ªa ganado, el pa¨ªs ahora hubiera tenido su asistencia sanitaria, los republicanos parecer¨ªan los d¨¦biles perdedores que en realidad son y estar¨ªamos en plena reforma econ¨®mica. Volvamos otra vez a los maravillosos Kennedy: ellos no eran una pandilla de sentimentales.
Barbara Probst Solomon es periodista y escritora estadounidense. Traducci¨®n de Juan Ram¨®n Azaola.
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