Desconfianza y censura
El Congreso arruin¨® el mi¨¦rcoles cualquier esperanza razonable de un pacto de Estado anticrisis de las fuerzas parlamentarias. Ese objetivo queda rebajado a un plan de reformas sobre cuatro puntos que una troika formada por la vicepresidenta econ¨®mica y los ministros de Fomento y de Industria negociar¨¢ con la oposici¨®n.
La antipat¨ªa mutua que se profesan y la exasperaci¨®n rec¨ªproca que se causan el presidente del Gobierno y el l¨ªder del PP se hicieron patentes nuevamente mediante los c¨®digos verbal y corporal del lenguaje. Rajoy afirm¨® que Zapatero no inspira confianza, pero omiti¨® que su falta de cr¨¦dito es mayor. Tambi¨¦n le propuso al presidente del Gobierno dos formas de eutanasia pol¨ªtica: las elecciones anticipadas o la capitulaci¨®n ante una rebeli¨®n del grupo parlamentario socialista que le hiciera dimitir y designara a un sustituto hasta 2012.
Rajoy sigue ocultando su programa contra la crisis econ¨®mica, la reforma de las pensiones y del mercado laboral
Rajoy no aludi¨®, en cambio, al procedimiento constitucional para que un presidente del Gobierno con mayor¨ªa simple (Zapatero cuenta con 169 diputados) ponga a prueba su solidez parlamentaria. Un presidente inseguro de sus apoyos puede plantear la cuesti¨®n de confianza a una C¨¢mara con mayor¨ªa potencial adversa (181 diputados en este caso); si la iniciativa no quedase blindada contra alguna coalici¨®n negativa superior en votos, la cuesti¨®n de confianza equivaldr¨ªa a jugar a la ruleta rusa con una pistola cargada: la zanahoria ser¨ªa permanecer en el cargo, y el palo, presentar la dimisi¨®n.
Las respuestas de Zapatero a Rajoy tampoco brillaron por su cortes¨ªa; adem¨¢s de jactarse con recochineo de haberle derrotado dos veces en las urnas, le censur¨® agriamente por esperar de un golpe de palacio en el PSOE lo que no ha logrado por m¨¦ritos propios. El presidente del Gobierno tambi¨¦n le reproch¨® falta de coraje para interponer una moci¨®n de censura, el mecanismo constitucional que permite derribar al presidente del Gobierno y nombrar a un candidato alternativo. Esa iniciativa debe estar suscrita al menos por una d¨¦cima parte de los diputados (el PP cuadruplica sobradamente la cifra), incluir el nombre del eventual presidente del Gobierno y conseguir la mayor¨ªa absoluta para ser aprobada.
Rajoy ha renunciado a la moci¨®n de censura porque duda -con raz¨®n- de conseguir los aliados necesarios para conseguir la mayor¨ªa absoluta. Pero la victoria no es el ¨²nico prop¨®sito imaginable de esa iniciativa. Tambi¨¦n posee un objetivo alternativo que Felipe Gonz¨¢lez aprovech¨® con ¨¦xito en 1980, Hern¨¢ndez-Mancha despilfarr¨® en 1987, Aznar careci¨® de valor para emplear y Rajoy tambi¨¦n teme: la arriesgada oportunidad de exponer sin l¨ªmite de tiempo -como el Reglamento del Congreso establece- y sin pelos en la lengua -como la honradez pol¨ªtica exige- su programa de empleo, reforma del mercado laboral, austeridad presupuestaria, rebaja de impuestos, edad de jubilaci¨®n y recorte del d¨¦ficit.
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