Mi 'amigo' el escritor
Dudo mucho que cuando Stieg consigui¨® un puesto de ilustrador gr¨¢fico en la agencia de noticias Tidningarnas Telegrambyra, la TT, ya se imaginara el tiempo que iba a estar vinculado a ella. Aunque ¨¦l siempre defend¨ªa la importancia de la TT como un actor independiente del panorama period¨ªstico sueco, la verdad es que albergaba una extra?a combinaci¨®n de amor y odio hacia su trabajo. Seguro que, en cierto modo, ¨¦l lo ve¨ªa como una forma de vengarse de quienes le hab¨ªan denegado el ingreso en la Escuela de Periodismo en el oto?o de 1972. Ahora ¨¦l les iba a ense?ar que sus est¨²pidas normas de acceso les hab¨ªan hecho perder a un periodista que pod¨ªa medirse con cualquiera.
Fueron esas ansias de venganza las que provocaron que, ya el mismo d¨ªa en el que entr¨® por primera vez por las puertas de uno de los rascacielos de H?torget, la plaza en la que se ubica la TT en los a?os setenta, tuviera preparado un plan: trabajar¨ªa en todo lo que hiciera falta -ilustraciones, diagramas, fotograf¨ªas, maquetaci¨®n- para, con el tiempo, convertirse en un periodista como la copa de un pino.
El periodista mand¨® el manuscrito a la editorial de una conocida, quien lo rechaz¨® sin leerlo
Sin embargo, las cosas no salieron en absoluto seg¨²n sus planes; no se dedic¨® a ninguna de las tareas a las que ¨¦l esperaba dedicarse, y la direcci¨®n no mostr¨® ni el menor inter¨¦s por las ideas de Stieg. (...)
He consultado los archivos digitales de la TT para intentar rastrear los art¨ªculos de Stieg: la primera vez que aparece su nombre es en enero de 1982. (...) No son muchos los art¨ªculos extensos que escribi¨®. S¨®lo he dado con veinticinco, redactados, todos ellos, entre 1992 y 1999. (...)
Muchas veces los responsables de la TT no parec¨ªan saber c¨®mo tratar a este rebelde empleado procedente del norte que tan pronto pod¨ªa transformarse en un irreconciliable y combativo guerrero como antoj¨¢rseles, m¨¢s bien, un enfurru?ado colegial en el rinc¨®n m¨¢s apartado del patio de escuela. Nunca sab¨ªan si har¨ªa caso a su reglamento ¨¦tico.
Tampoco debemos eludir el hecho de que, en ciertas ocasiones, Stieg se saltara considerablemente el reglamento. As¨ª, por ejemplo, siendo periodista de la TT escribi¨® algunos art¨ªculos que hablaban de las amenazas que ¨¦l mismo recib¨ªa... Nadie pareci¨® darse cuenta. O a lo mejor nadie tuvo fuerzas para discutir con ¨¦l y se lo dejaron pasar. Un r¨¢pido vistazo al archivo de la agencia pone de manifiesto que entre 1992 y 1999, Stieg, en calidad de colaborador de Expo, se entrevist¨® a s¨ª mismo en cinco ocasiones.
Fue precisamente esa falta de imparcialidad, relevancia y neutralidad en sus textos lo que hizo que su presencia en TT resultara complicada. (...)
Por si fuera poco, hab¨ªa empezado a investigar un viejo caso judicial, que luego ser¨ªa conocido como el caso Joy Rahman y que trajo como consecuencia que, en 2002, Rahman fuera puesto en libertad y recibiera una indemnizaci¨®n. Rahman, que hab¨ªa trabajado en el servicio municipal de asistencia domiciliaria, fue condenado a cadena perpetua por estrangular a una mujer de 72 a?os en cuya casa prest¨® sus servicios. A pesar de que el Tribunal Superior neg¨® la revisi¨®n del caso, Stieg estaba convencido de que Rahman era inocente. A Stieg le cost¨® mucho digerir la sentencia. Pensaba que yo, por el simple hecho de ser periodista, deber¨ªa ser capaz de probar su inocencia. Stieg, de un golpe, dej¨® caer sobre mi mesa m¨¢s de mil p¨¢ginas de material. Las le¨ª todas pero no me convenc¨ª de la inocencia de Rahman. A Stieg no le gust¨® mi posicionamiento.
-Te vas a quedar sin premio nacional de periodismo -dijo.
En 2007, Rahman fue encarcelado por asesinar a un hombre en Bangladesh. Me pregunto qu¨¦ habr¨ªa dicho Stieg al respecto. (...)
Qu¨¦ duda cabe que hab¨ªa algo el¨¦ctrico en la simple presencia de Stieg: tan s¨®lo con interpretar las se?ales que ¨¦l emit¨ªa, toda su existencia se iluminaba. Pero si uno malentend¨ªa sus intenciones, era capaz de quemar todo lo que se pusiera en su camino, incluido ¨¦l mismo. Colaborar con ¨¦l era un sue?o y, al mismo tiempo, una pesadilla. (...)
La producci¨®n literaria de Stieg empez¨® con La extrema derecha, una obra que se ha convertido en todo un cl¨¢sico. La escribi¨® en la primavera de 1991, junto a la periodista Anna-Lena Lodenius. Nunca se ha publicado en Suecia nada semejante. (...) La colaboraci¨®n entre ambos escritores no estuvo exenta de problemas: los dos ten¨ªan muy diferentes maneras de enfrentarse al material. Stieg no quer¨ªa adoptar una actitud neutra hacia nazis, racistas y xen¨®fobos; de ah¨ª que recurriera cada dos por tres a t¨¦rminos como chalados, psic¨®patas, zoquetes (una de sus palabras favoritas) e idiotas. Anna-Lena me ha hablado de lo dif¨ªcil que se le hac¨ªa colaborar con Stieg. Ella opinaba que la forma de actuar de estos individuos dejaba bien patente la clase de personas que era, pero Stieg siempre quer¨ªa usar un lenguaje fuertemente condenatorio. Al final, la colaboraci¨®n entre ambos se hizo insostenible y, tras haber escrito al alim¨®n el pr¨®logo de la segunda edici¨®n, dejaron de trabajar juntos. (...)
Varias fueron las veces que le aconsej¨¦ a Stieg que escribiera libros solo, pero nunca quiso escucharme; para ¨¦l era importante encontrar nuevos colaboradores. Y la verdad es que no s¨¦ muy bien por qu¨¦, ya que a la enorme facilidad que ten¨ªa para irritarse y ofenderse hay que a?adir que luego siempre acabara haciendo las cosas a su manera. (...) Supongo que hasta a un lobo solitario le pueden entrar ganas de tener compa?¨ªa. (...)
La primera vez que me habl¨® de su afici¨®n literaria fue en el oto?o de 1997, a?o en el que creo que escribi¨® el primer cap¨ªtulo de Los hombres que no amaban a las mujeres. El dinero que ganara con sus libros lo destinar¨ªa a ayudar a otras personas. No le interesaba llevar una vida de grandes lujos. Ni si quiera creo que hubiera sustituido su negra bandolera por un malet¨ªn m¨¢s grande.
Adem¨¢s, acometer una empresa de ese calibre encaja bien con su esp¨ªritu guerrero. Aunque ¨¦l siempre dec¨ªa que le resultaba relajante escribir ficci¨®n. En mitad de la noche, cuando todos los dem¨¢s dorm¨ªan, Stieg se quedaba escribiendo en su despacho. Fue as¨ª, en plena noche, como naci¨® Stieg Larsson, el escritor de novela negra. (...)
En verano de 2003 empez¨® a referirse cada vez m¨¢s a las novelas, pero no me mencion¨® que acababa de mandar los manuscritos a una editorial. De eso no me enter¨¦ hasta poco antes de la Navidad de aquel mismo a?o cuando, de pasada, me coment¨® que hab¨ªa enviado un manuscrito a Piratf?rlaget. ?Por qu¨¦ precisamente a esa editorial? Porque uno de los propietarios era Liza Marklund, quien, tras haberse convertido en una exitosa escritora de novela policiaca, hab¨ªa defendido la misma l¨ªnea que Stieg en su debate sobre la opresi¨®n de las mujeres que tuvo lugar en el a?o 2002. La editorial tard¨® mucho tiempo en responder y, cuando finalmente lo hizo, fue en forma de una breve carta de rechazo. La confianza de Stieg en Liza se redujo a¨²n m¨¢s cuando la invit¨® a redactar un cap¨ªtulo sobre la opresi¨®n de mujeres y ella no contest¨®.
Stieg le dej¨® leer los manuscritos a su amigo Robert Aschberg, que, aparte de ser un conocido periodista, era tambi¨¦n editor responsable de Expo. Fue ¨¦l quien puso sobre aviso a la editorial Norstesdts, que, tras leer las novelas de un tir¨®n, firm¨® con Stieg un contrato para publicar los tres libros. (...)
A m¨ª me parece que Stieg recuerda m¨¢s a Lisbeth Salander, sobre todo en c¨®mo desconf¨ªa de las autoridades y en su reticencia a hablar de su pasado. Para ambos, la infancia es un recuerdo que no les gusta compartir con nadie. Y luego est¨¢ el hecho de que los h¨¢bitos alimentarios de Lisbeth sean tan malos como lo eran los de Stieg. Claro que tampoco a Mikael Blomkvist se le ve demasiado interesado por la cocina. (...)
Una de las razones que m¨¢s peso tuvo a la hora de que Stieg se decidiera a escribir la trilog¨ªa Millenium hay que buscarla en algo que ocurri¨® un d¨ªa de verano de 1969. En un c¨¢mping de la ciudad de Ume?. Nunca he querido hablar de lo que sucedi¨® ese d¨ªa, pero lo cierto es que, en este contexto, resulta inevitable. Aquello afect¨® mucho a Stieg; no en vano se halla presente en los tres libros como un Leitmotiv.
Aquel d¨ªa de verano, Stieg, que por entonces contaba quince a?os, vio c¨®mo tres de sus amigos violaban a una chica de su misma edad. Sus gritos eran terribles, pero, aun as¨ª, Stieg no intervino. La lealtad que les ten¨ªa a sus amigos era demasiado grande. Y ¨¦l demasiado joven, demasiado inseguro. A pesar de ello, result¨® inevitable que, a toro pasado, ¨¦l se diera cuenta de que podr¨ªa haber intervenido a impedido, tal vez, la violaci¨®n.
Unos d¨ªas m¨¢s tarde, torturado por sus sentimientos de culpa, se puso en contacto con la chica. Ella viv¨ªa no muy lejos y Stieg sab¨ªa qui¨¦n era. Cuando le pidi¨® perd¨®n por su cobard¨ªa y su pasividad, la joven, llena de amargura, le contest¨® que no aceptaba sus disculpas.
-Nunca te perdonar¨¦ -le dijo ella con una voz a duras penas contenida.
Mi amigo Stieg Larsson, de Kurdo Baksi. Editorial Destino. 17,50 euros. Fecha de publicaci¨®n: 25 de febrero.
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