Discreto aburguesamiento
El Delgado Buil, Carlos D¨ªez y la promesa Mar¨ªa Escot¨¦ salvan la despedida de una edici¨®n de Cibeles poco memorable
El jueves, el d¨²o American P¨¦rez se llev¨® la versi¨®n novel del premio L'Or¨¦al con una colecci¨®n bastante sosa inspirada en Twin Peaks. Justo antes desfil¨® Maya Hansen con una interminable sucesi¨®n de cors¨¦s heavy metal para novias de estrellas del rock. Ayer, ¨²ltima jornada, Mar¨ªa Escot¨¦ tir¨® de referencias similares, pero en sus h¨¢biles manos un minivestido de camarera de diner americano en raso y cuero o un cors¨¦ con un ¨¢guila Harley Davidson trascendieron al chiste f¨¢cil. La dise?adora barcelonesa vive en un submundo de serie B, glamuroso y trashy, donde las supervixens de Russ Meyer conviven en armon¨ªa con los teddy boys de los cincuenta. En las ant¨ªpodas de la tendencia, como casi todos los dise?adores aqu¨ª. Pero en su caso, intencionado. "Escot¨¦ ejemplifica el ¨¦xito de EGO", explica Andr¨¦s Aberasturi, su comisario.
Ion Fiz tambi¨¦n cultiv¨® cierta fama de enfant terrible. Tras algunas temporadas en el calendario off, regresa a la cita madrile?a m¨¢s apaciguado, aburguesado y ornamentado que nunca. Pero m¨¢s all¨¢ de sus renovadas ansias couture, de sus lujosos exabruptos en rasos tonos perla o champ¨¢n, la verdadera sangre de Fiz est¨¢ en sus chaquetas de inspiraci¨®n militar, en la sastrer¨ªa masculina desestructurada. Una senda que retom¨® ayer s¨®lo en algunos momentos inspirados y que nunca deber¨ªa haber abandonado.
Tras la costura de baja intensidad de Mar¨ªa Barros, se estren¨® Teresa Helbig, justo una temporada despu¨¦s de ganar (y abandonar) la barcelonesa pasarela 080. Como Carmen March en Madrid, es una favorita de la gente bien de la capital catalana; contenida, chic y con una factura impecable (algo que deber¨ªa ser un m¨ªnimo exigido en Cibeles y no lo es). Pero a diferencia de la palmesana, no hay atisbo de car¨¢cter o riesgo en su, por otro lado, correcta propuesta. Salvo, quiz¨¢s, por un pololo en ante sin abertura ("Las mujeres de Helbig no hacen pip¨ª", resumi¨® alguien).
Despu¨¦s de las olvidables colecciones de Juana Mart¨ªn y Nicolas Vaudelet para El Caballo es inevitable preguntarse si este af¨¢n generalizado de los dise?adores de Cibeles por aburguesar sus propuestas -un efecto colateral, aduce la mayor¨ªa, de la crisis- tiene m¨¢s de ciencia-ficci¨®n que de neorrealismo. ?Est¨¢n comprando m¨¢s moda espa?ola las se?oras del barrio de Salamanca ahora que hasta los j¨®venes dise?adores de EGO las tienen en mente al elaborar sus colecciones? Y si as¨ª fuera, ?es inteligente subrayarlo sobre la pasarela?
Como de costumbre, El Delgado Buil y Carlos D¨ªez salvaron la despedida. El d¨²o catal¨¢n arriesg¨® renunciando a viejas f¨®rmulas de ¨¦xito en favor de un homenaje honesto e inspirado a las tribus urbanas. Menos amables y m¨¢s trash que nunca, mezclaron en un delirio multicapa tart¨¢n punk, teddy boys, folk americano y -quiz¨¢ sin buscarlo- vestidos ciber que remit¨ªan a Katherine Hamnett. Toda una lecci¨®n de estilismo que evoc¨® aquella colecci¨®n de 1992 en que Marc Jacobs asumi¨® por primera vez el grunge.
Consciente o no, D¨ªez se apoder¨® de tres iconos burgueses de distinta generaci¨®n (el estampado pata de gallo, la ropa apr¨¦s-ski y una calavera demasiado parecida a la de Damien Hirst) para diluirlos en su habitual batidora clubber. El resultado, una gran peineta a la supuesta realidad del mercado, aquella que convierte a los creadores de Cibeles en sastres para bodas y bautizos.
El colof¨®n a la cita lo brind¨® anoche la concesi¨®n de los premios L'Or¨¦al a la modelo Clara Alonso y al modista Miguel Palacio.
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