La libertad de hablar
"El lenguaje abre las puertas a la raz¨®n y la vida", afirma el autor de Filosof¨ªa y lenguaje, que inaugurar¨¢ el 2 de marzo en Valpara¨ªso (Chile), junto a Mario Vargas Llosa y Jorge Edwards, el V Congreso de la Lengua Espa?ola.
Vivimos sobre la tierra aunque el cemento y el asfalto la est¨¦n recubriendo. Vivimos el aire que respiran nuestros pulmones, aunque el desenfreno o la inconsciencia lo est¨¦n corrompiendo. Vivimos del agua, ese l¨ªquido imprescindible -lo "mejor es el agua" dijo el poeta griego-. Apenas pensamos que por encima de todos los adelantos tecnol¨®gicos, son esos elementos, esos principios fundamentales de la existencia, lo ¨²nico que no nos puede faltar. No somos capaces de imaginar el d¨ªa en que se dijera: "Ma?ana no hay aire; desde ma?ana nunca m¨¢s habr¨¢ agua, ni campo, ni surcos donde sembrar".
La naturaleza en la que estamos y que nos constituye es la ¨²nica verdadera realidad. Epicuro hab¨ªa mostrado el car¨¢cter esencial de esa naturaleza que es tambi¨¦n nuestro cuerpo: una maravillosa organizaci¨®n de la materia que nos conforma, nos realiza y que, como la "ca¨ªda de las hojas en oto?o", nos somete al paso del tiempo y, en ¨¦l, nos deshace. La naturaleza humana se origina por el impulso de una fuerza vital que consiste, seg¨²n el fil¨®sofo, en "sentir y pensar". La vida es, pues, una energ¨ªa, un movimiento, que dinamiza todo el "ser" que podemos alcanzar. Porque en la existencia no tiene lugar s¨®lo el proceso que la naturaleza nos se?ala, sino que, dentro de ese proceso, hay un destino, una forma de evolucionar, una forma de alzar un ser personal, una individualidad consciente, que fluye en cada historia, desde la luz que haya sabido proyectar sobre las palabras y los conceptos del lenguaje en que ha nacido.
Los residuos de las palabras desactivadas dormitan siempre en el fondo de nuestro ser
El reconocimiento de la estructura de la corporeidad y de que la posible felicidad empieza por ese reconocimiento fue un paso decisivo para la libertad de la mente, que es la m¨¢s importante de las libertades. Libertad no significa, ¨²nicamente, experimentar el mundo como posibilidad, como apertura del mero existir, aunque la idea de libertad surgiese en contraste con la experiencia real de la esclavitud. Ser libre fue un proceso de libertad interior, una liberaci¨®n individual.
Un elemento imprescindible en el territorio de la libertad es el lenguaje. Pero esa inconsciencia que nos habita en nuestro "estar" en la naturaleza, la padecemos muchas veces ante nuestro ser en el lenguaje. Se ha hecho tan propio de cada individuo el universo conceptual de palabras entre las que vive, que apenas es consciente de que ese espacio hay que habitarlo, construirlo, cuidarlo, pensarlo. La habitaci¨®n en esa "casa del ser" es una continuada tarea de aprendizaje y claridad.
Pero antes de cualquier proceso educativo, parece que la liberaci¨®n mental surge de las condiciones de posibilidad para que esa libertad cristalice y se ejerza. Mal puede llevarse a cabo el idealismo o, tal vez, la enso?aci¨®n de esos sutiles procesos donde se hace fecundo y creador el uso del lenguaje y su comunicaci¨®n, si esos sue?os tienen inevitablemente que coexistir con la miseria, la violencia, la angustia social, la pobreza. Los soci¨®logos suelen diagnosticar que la mayor parte de las monstruosidades que llegan a encarnarse en individuos humanos se debe a esa estrechez vital, a ese encierro existencial, a ese magullamiento de la sensibilidad y la inteligencia que, como forma feroz de esclavitud, se empieza a padecer en la ni?ez y la adolescencia. Las formas de alienaci¨®n social, la posible ruptura violenta con lo "establecido" son, en principio, degeneraciones de esa necesidad de ser libre, de una patol¨®gica y desolada b¨²squeda de emancipaci¨®n.
A pesar de esas dificultades reales y para no claudicar necesariamente a su imperio, estamos obligados siempre a plantear los problemas que la esclavitud y el encierro, tan graves casi como los del cuerpo, sobrevienen en el descuido de las palabras con las que nos alimentamos y que constituyen el territorio verbal que ha ido abon¨¢ndose en nuestra alma.
Tan destructora como la miseria real es la miseria ideal. Las preocupaciones ecol¨®gicas que, sin duda, apuntan a una clarividente actitud en la que presentimos nuestro cuerpo como parte integrante del asombroso mundo que nos rodea, del cielo estrellado y los r¨ªos fluyentes, han de encontrar paralelismo en la "existencia interior" que dec¨ªa Guillermo de Humboldt. Tal "existencia", que abre el horizonte de la humanizaci¨®n, es una existencia "ling¨¹¨ªstica", un universo de palabras, con soles y estrellas: Esos conceptos esenciales de la amistad o la verdad, por ejemplo, que empezaron a decir los seres humanos porque los necesitaban para vivir. Y hay que aprender a vislumbrar, entre las opacidades de la sociedad, las constelaciones de sensibilidad e inteligencia dormidas en el cerebro, y que alumbran si nos han ense?ado a encenderlas.
El aprendizaje es delicado porque en esa sutil atm¨®sfera de palabras, de ideas, de sentimientos y emociones, retumban las tormentas que desencadenan las presiones de grupos armados en la avaricia, el fanatismo y la fomentada ignorancia. Contra ese aprendizaje ilustrado combate tambi¨¦n el ej¨¦rcito de las frases hechas, de los h¨¢bitos que, nutridos de la indigesti¨®n de "conceptos" que se asumen porque interesa y ciega "practicarlos", provocan criminalidad y agresividad. Pero tambi¨¦n act¨²a contra la tensa armon¨ªa de la sociedad la falsa practiconer¨ªa de los grupos de poder despreocupados de lo que verdaderamente dicen, de los conceptos que utilizan con total desconocimiento de la vida que palpita bajo ellos.
La existencia de estos fen¨®menos que aparecen en el universo de las palabras se debe tal vez a la inercia con que, en los cauces de la mente que pretende pensar, se han establecido unas ¨®rbitas m¨¢s desordenadas y confusas que las celestes, y que delimitan, cierran y aniquilan los c¨ªrculos de significaciones. Formas sutiles de los reflejos condicionados que el sectarismo educativo ha ido inyectando en el alma, donde provocan respuestas sin conocer qu¨¦ son y a qu¨¦ responden.
Esos usos de "energ¨ªas sucias", de manoseos esterilizadores del lenguaje, necesitan, como los pat¨¦ticos residuos radioactivos, sus cementerios nucleares. El enterramiento de las costras verbales que ha provocado, sobre la superficie de los conceptos, el escurridizo y desordenado patinaje pol¨ªtico o medi¨¢tico es, en el fondo, m¨¢s f¨¢cil de aliviar que el de los otros residuos. Consiste s¨®lo en eliminar la corteza por donde podemos insensatamente deslizarnos. El aligeramiento sem¨¢ntico, el diluir las ideas en el curso de la existencia que debe buscar objetivos y fines m¨¢s all¨¢ de la atascada y ciega pragmacia tiene que empezar en la escuela que ha de trasmitir no s¨®lo determinados saberes, sino hacer entender esos saberes desde las palabras que los dicen. En la pr¨¢ctica de esa libertad se fomenta la creatividad en el espejo donde el alumno aprende, con la lectura, a verse a s¨ª mismo. Porque los libros no son s¨®lo objetos donde se remansa el lenguaje de la oralidad. Los libros nos leen tambi¨¦n porque sus palabras son miradas que se reflejan en el cristal, a¨²n limpio, de nuestros primeros pasos en el conocimiento.
Todo ello ocurre en el suelo de la sociedad donde muchas veces no se dan ¨²nicamente las atracciones y reacciones "de quienes mandan" como dec¨ªa Alicia "en el pa¨ªs de sus maravillas", sino que adem¨¢s la marca de esos reflejos condicionados nos atonta, ofusc¨¢ndonos ya en la experiencia social y escolar. Ese vocabulario congelado e inerte que se ha metido en el alma, ni siquiera puede responder a la exigencia socr¨¢tica de "diga lo que piensa", o incluso "piense de verdad lo que dice", porque la degeneraci¨®n ha llegado al extremo de que no sabemos ya pensar. Los residuos de las palabras desactivadas dormitan siempre en el fondo de nuestro ser, y lo peor de ellos es que aparecen de pronto como formas incurables de irracionalidad.
El lenguaje, que se funda en la verdad, en la honradez personal y pol¨ªtica, abre las puertas a la raz¨®n y la vida. Suena ut¨®pico que los seres humanos lleguen a liberarse del dominio que ejerzan, desde las peores formas de oligarqu¨ªas, los perturbados de la corrupci¨®n mental; pero no hay que renunciar a esa supuesta utop¨ªa. La vida democr¨¢tica jam¨¢s podr¨¢ realizarse mientras una ciudadan¨ªa, desconcertada y enga?ada con la codicia de los otros, se resigne, por la miserable ideolog¨ªa de la pragmacia, a soportar la dictadura de la indecencia.
Emilio Lled¨® (Sevilla, 1927) es autor, entre otros libros, de Ser quien eres. Ensayos para una educaci¨®n democr¨¢tica (Universidad de Zaragoza), Filosof¨ªa y lenguaje (Cr¨ªtica) y El marco de la belleza y el desierto de la arquitectura (Biblioteca Nueva). El fil¨®sofo participar¨¢, junto con Jorge Edwards y Mario Vargas Llosa, en la jornada inaugural del V Congreso Internacional de la Lengua Espa?ola, que se celebrar¨¢ en Valpara¨ªso (Chile) entre los pr¨®ximos d¨ªas 2 y 5 de marzo bajo el lema Am¨¦rica en la lengua espa?ola. www.congresodelalengua.cl.
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