Los rascacielos del Golfo y nosotros
La crisis econ¨®mica, muy vinculada a la colosal deuda inmobiliaria, debe dar paso a un nuevo modelo arquitect¨®nico y urbano. La Torre Califa, en Dubai, es el hijo p¨®stumo de un periodo delirante
La que se ha denominado d¨¦cada inmobiliaria termin¨® el 4 de enero de 2010. Ese d¨ªa se inaugur¨® en Dubai la Torre Califa, un rascacielos cuyos 828 metros lo han hecho el m¨¢s alto del planeta. Pero el evento tuvo lugar apenas unas semanas despu¨¦s del p¨¢nico en los mercados que puso al emirato al borde de la quiebra -rescatado in extremis por Abu Dabi, su ¨¢lter ego virtuoso y petrolero del Golfo-, y el gigante vio la luz mientras descend¨ªan las sombras sobre el experimento urbano m¨¢s admirado y denostado de los ¨²ltimos tiempos: un espejo oscuro y ahora craquelado en el que se reflejan los dilemas de nuestras propias ciudades.
En el hasta ahora boyante emirato, que hab¨ªa adquirido la capitalidad econ¨®mica de Oriente Pr¨®ximo tras las crisis burs¨¢tiles y b¨¦licas de Beirut y Kuwait, la debacle financiera fue producida por la inmanejable deuda inmobiliaria que ven¨ªa arrastrando desde el estallido de la burbuja, lo mismo que la bancarrota de Lehman tuvo origen en las hipotecas subprime o que las tribulaciones de las cajas y bancos espa?oles se derivan en buena medida de los cr¨¦ditos concedidos a promotores. El final del ciclo econ¨®mico est¨¢ ¨ªntimamente enredado con el final del ciclo inmobiliario, y quiz¨¢ tambi¨¦n con los ¨²ltimos compases del actual modelo arquitect¨®nico y urbano.
La relaci¨®n entre el ciclo inmobiliario y el econ¨®mico explica la altura de los rascacielos
El equipo de Norman Foster trabaja en Masdar (Abu Dabi) en un modelo de ciudad sostenible
La relaci¨®n entre el ciclo inmobiliario y el econ¨®mico explica que los r¨¦cords de altura de los rascacielos coincidan con las crisis: la Gran Depresi¨®n se inici¨® en 1929 al tiempo que se remataban en Nueva York el edificio Chrysler y el Empire State; la crisis petrolera y burs¨¢til de 1973 se desencaden¨® mientras las torres del World Trade Center y el Sears de Chicago bat¨ªan el r¨¦cord; la crisis financiera asi¨¢tica de 1997 coincidi¨® con la terminaci¨®n en Kuala Lumpur de las Torres Petronas, y la actual Gran Recesi¨®n se marca con la inauguraci¨®n de la Torre Califa.
En Espa?a esta secuencia vendr¨ªa m¨¢s modestamente jalonada por un conjunto de construcciones en altura que se extienden desde el edificio de Telef¨®nica de 1929 -el primer rascacielos europeo- hasta las cuatro torres recientemente terminadas en Madrid.
Pero la actual crisis podr¨ªa ser algo m¨¢s que meramente c¨ªclica, al producirse en un contexto marcado por la creciente conciencia de los riesgos del cambio clim¨¢tico y el ya pr¨®ximo declive en la disponibilidad de combustibles f¨®siles, fundamento ¨²ltimo de un modelo de ciudad y de arquitectura que muestra dos rasgos caracter¨ªsticos, suburbanizaci¨®n y espect¨¢culo. La suburbanizaci¨®n, impulsada por el autom¨®vil, extiende indefinidamente los l¨ªmites de la ciudad, colonizando el territorio con extrema ineficacia y degradando el paisaje natural; y el espect¨¢culo, inseparable de la opulencia, contamina la arquitectura con una exhibici¨®n circense de formas ins¨®litas, dif¨ªciles de reconciliar con la necesaria permanencia f¨ªsica y simb¨®lica de construcciones que exigen grandes inversiones monetarias y termodin¨¢micas.
La ciudad es, en efecto, un sistema termodin¨¢mico que exige extraer de su entorno flujos energ¨¦ticos -combustibles, pero tambi¨¦n alimento, o la energ¨ªa incorporada en los materiales- para mantener su estabilidad, y este desequilibrio siempre presente se ha exacerbado en el ¨²ltimo siglo como un fruto agridulce del petr¨®leo abundante y barato, produciendo urbes hipertrofiadas y arquitecturas exhibicionistas que han llegado al paroxismo caricaturesco en el Golfo P¨¦rsico. Dubai -con su downtown de rascacielos y su sprawl de urbanizaciones dispersas e interminables- no es un caso excepcional, sino un ejemplo extremo de la ciudad global, exportada desde Am¨¦rica a todo el planeta, y por ello su crisis contiene lecciones utilizables para todos.
Desde luego, Dubai tiene rasgos peculiares -desde la altura escalofriante de la Torre Califa o el lujo extravagante de un hotel de siete estrellas en el mar hasta las islas en forma de palmera, visibles desde el espacio, para las mansiones de los millonarios- que la hacen singular, como singular es tambi¨¦n su organizaci¨®n pol¨ªtica, que excluye de la ciudadan¨ªa a la mayor parte de la poblaci¨®n. Sin embargo, su extraordinario dinamismo urbano suscit¨® la curiosidad de muchos, que vieron en la ciudad del Golfo un modelo a imitar o un monstruo a exorcizar. Un fen¨®meno, en todo caso, que desplaz¨® inmediatamente el inter¨¦s que antes se hab¨ªa centrado en ciudades del borde Pac¨ªfico de Asia como Hong Kong o, sobre todo, Singapur: una utop¨ªa autoritaria que el autor de ciencia-ficci¨®n William Gibson resumi¨® como "Disneylandia con pena de muerte", y que parec¨ªa encarnar un futuro urbano a la vez ominoso y sonriente.
Entre los fascinados por el vigor inmobiliario de Dubai estuvo Rem Koolhaas, el arquitecto e ide¨®logo que m¨¢s ha influido con sus escritos en la percepci¨®n de la urbe contempor¨¢nea, que vio en las ciudades del Golfo "versiones de la metr¨®polis del siglo XXI", y "la oportunidad definitiva de trazar un programa renovado para el urbanismo actual".
Esas esperanzas, que el holand¨¦s hab¨ªa depositado antes en la eclosi¨®n musculosa de las ciudades chinas, resultan hoy empa?adas por el melanc¨®lico paisaje de urbanizaciones abandonadas a medio construir, cubiertas ya por la arena del desierto, y la cr¨ªtica situaci¨®n social producida por el desplome de los precios de los inmuebles, que ha movido a tantos a irse del pa¨ªs, dejando detr¨¢s una hipoteca sin pagar y un coche abandonado en el aparcamiento del aeropuerto.
Durante la pasada d¨¦cada, en la cual el llamado efecto Bilbao ha producido la proliferaci¨®n de arquitecturas espectaculares como medio de rebranding urbano, el efecto Dubai tambi¨¦n se ha hecho sentir por doquier, y muy especialmente en aquellos pa¨ªses en curso de integraci¨®n en los mercados globales, que hallaban en el emirato un referente de ¨¦xito. Tras el desplome financiero y el rescate por parte de Abu Dabi, muchos buscar¨¢n en las pol¨ªticas m¨¢s sosegadas de este ¨²ltimo un modelo alternativo, y quiz¨¢ lo encuentren en el gran proyecto de Masdar, una ciudad carb¨®n-neutral, sin residuos y sin coches, que actualmente construye all¨ª la oficina de Norman Foster, y que usa la morfolog¨ªa de la ciudad tradicional isl¨¢mica: compacta, de baja altura, con patios y calles estrechas sombreadas.
Aunque no es previsible un efecto Masdar, la ciudad sostenible de Abu Dabi ser¨¢ en los a?os que vienen un laboratorio de t¨¦cnicas y sistemas que acabar¨¢n incorpor¨¢ndose a la vida cotidiana, de la misma manera que los ingenieros de la f¨®rmula 1 o los cient¨ªficos de los viajes espaciales desarrollan materiales o procedimientos que terminamos usando en nuestros veh¨ªculos o en nuestras cocinas. Pero su principal lecci¨®n residir¨¢ sin duda en el retorno a las formas eficaces de la ciudad tradicional, que permite alcanzar densidades importantes sin necesidad de recurrir a alturas insensatas, y que al encerrarse compactamente dentro de unos l¨ªmites pone coto al despilfarrador crecimiento disperso.
No obstante, m¨¢s de la mitad de la humanidad vive ya en ciudades, as¨ª que probablemente nuestra tarea en las pr¨®ximas d¨¦cadas no sea tanto crear urbes nuevas como reformar las existentes para hacerlas m¨¢s sostenibles: rehabilitando edificios, regenerando barrios y recuperando paisajes.
Necesitamos ciudades m¨¢s densas y compactas, pero no m¨¢s altas; al igual que necesitamos arquitecturas m¨¢s ¨²tiles, pero no m¨¢s triviales. Y para combatir la fascinaci¨®n contempor¨¢nea por la insostenible suburbanizaci¨®n y el insufrible espect¨¢culo, debemos explicar que la casa unifamiliar y el veh¨ªculo particular han de ser domesticados, porque la ciudad jard¨ªn es la menos verde de todas; y tambi¨¦n que la belleza no reside necesariamente en la provocaci¨®n est¨¦tica o la extravagancia formal de la arquitectura que grita: la mejor ciudad habla en susurros.
Luis Fern¨¢ndez-Galiano es arquitecto.
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