Negocio a cuenta del futuro de las pensiones
No siempre es trigo limpio apelar al futuro para justificar sacrificios inminentes. Una cosa es esforzarse hoy para mejorar el porvenir de la gente y otra muy distinta decidir ahora por quienes deber¨¢n hacerlo ma?ana ejerciendo sus derechos. As¨ª, por ejemplo, los Objetivos del Milenio trazados por Naciones Unidas para reducir la pobreza en el mundo, o el Protocolo de Kioto para frenar el cambio clim¨¢tico, requer¨ªan de aportaciones al desarrollo y de inversiones en reducci¨®n de gases contaminantes, respectivamente, que deber¨ªan haberse venido realizando desde hace m¨¢s de un decenio para evitarle males mayores a las generaciones futuras. Pues bien, las principales potencias han respondido ante ambos retos con un corte de mangas.
Se siembra angustia sobre el ma?ana para fomentar hoy la contrataci¨®n de planes privados
Sin embargo, se urge a restringir el sistema p¨²blico de pensiones inmediatamente so pretexto de asegur¨¢rselas a quienes se jubilen dentro de 30 o 40 a?os. Se arguye que la evoluci¨®n demogr¨¢fica previsible incrementar¨¢ porcentualmente los pasivos mucho m¨¢s que los activos y se concluye que ser¨¢ financieramente insostenible el sistema porque pasar¨¢ de absorber el 8,4% del PIB al 15,1%, por lo que es inexcusable acordar ya el retraso de la edad de jubilaci¨®n hasta los 67 a?os e iniciarlo paulatinamente desde 2013.
Tan alarmante esquema podr¨ªa objetarse recordando de entrada que la demograf¨ªa, siendo importante tenerla en cuenta, no es la variable principal en el an¨¢lisis econ¨®mico desde hace casi dos siglos, cuando se equivoc¨® aquel pastor anglicano de Albury, Malthus, que sin atisbo alguno de piedad anatematizaba la beneficencia para con los pobres porque les manten¨ªa vivos y no habr¨ªa manera de evitar que el crecimiento de la poblaci¨®n superase demasiado al de la producci¨®n de los medios de subsistencia, caminando todos inexorablemente hacia la hecatombe mundial. La Revoluci¨®n Industrial, que ya se estaba desarrollando ante sus narices mientras ¨¦l s¨®lo ten¨ªa ojos para elaborar su Ley de la Poblaci¨®n, vino a proporcionar nuevos medios de producci¨®n que necesitaron de m¨¢s mano obra y como a¨²n no daban abasto con la que se detra¨ªa del campo para engrosar el proletariado industrial, indujo crecimientos poblacionales sin precedentes.
Tampoco estar¨ªa de m¨¢s reiterar que las jubilaciones las pagan quienes trabajan, cotizando en funci¨®n de lo que cobran; o sea que la clave de b¨®veda para el mantenimiento futuro del sistema radica en que aumente la poblaci¨®n ocupada y que los empleos sean de mayor calidad y mejor remunerados. Obviamente, hay que empezar por acabar con el paro, incrementar el nivel de ocupaci¨®n (especialmente entre mujeres y j¨®venes) y, simult¨¢neamente, mejorar la productividad con crecimientos m¨¢s vigorosos por hora trabajada en una econom¨ªa que produzca bienes y servicios con m¨¢s valor a?adido.
Cumplidas estas premisas, que constituyen nuestra primera obligaci¨®n para con el futuro inmediato, se echar¨¢n las cuentas sobre la riqueza que la sociedad futura sea capaz de generar; y despu¨¦s decidir¨¢n si quieren redistribuir el resultado de su trabajo destinando tal o cual porcentaje a pensiones y tal otro para pol¨ªticas p¨²blicas que consideren necesarias para su tiempo y que hoy no podemos determinar, como por ejemplo no se pod¨ªa calibrar 30 a?os atr¨¢s la importancia de la "dependencia". O a lo mejor se les ocurre fomentar la natalidad siguiendo el ejemplo de los pa¨ªses n¨®rdicos y que tan obstinadamente siguen ignorando quienes sin embargo ven con tanto fatalismo el imparable declive de los nacimientos en Espa?a.
Tambi¨¦n es posible que las gentes del ma?ana no quieran seguir siendo tan generosos con la fiscalidad de las rentas de capital ni mantener la presi¨®n fiscal seis o siete puntos por debajo de la media europea.
Pero lo que se disputa en este recurrente debate no son ideas, sino intereses: los de quienes necesitan sembrar la incertidumbre sobre el futuro de las pensiones p¨²blicas para fomentar desde ahora mismo la contrataci¨®n de planes privados.
Que toda instituci¨®n al servicio de la equidad social debe ser reformada para adecuarla a los cambios sociales es tan obvio que parece una tautolog¨ªa. Para desligar el debate sobre las pensiones de la contienda partidista se suscribi¨® el Pacto de Toledo en 1995 bajo los auspicios del Gobierno socialista de entonces, y para cristalizar las recomendaciones parlamentarias en reformas concretas se firm¨® al a?o siguiente el Acuerdo para la Racionalizaci¨®n y Mejora de la Seguridad Social entre los sindicatos CC OO y UGT y el primer Gobierno popular. Desde entonces se examina la evoluci¨®n de las pensiones en la Comisi¨®n Parlamentaria del Pacto de Toledo, y ¨¦sta propone reformas que se vienen transformando en acuerdos cada cuatro a?os con un elevado consenso social y pol¨ªtico.
Reformas necesariamente parciales, porque el sistema en su conjunto funciona cada vez mejor y m¨¢s saneado, como demuestra el extraordinario volumen que ha podido alcanzar el Fondo de Reserva. Y reformas aplicables en periodos razonables, precisamente para facilitar su adaptabilidad a los cambios sociales y econ¨®micos. En tales condiciones deberemos entreg¨¢rselo a los que vendr¨¢n detr¨¢s para que puedan tomar sus decisiones libremente.
Antonio Guti¨¦rrez Vegara, diputado del PSOE por Madrid, es presidente de la Comisi¨®n de Econom¨ªa y Hacienda del Congreso de los Diputados.
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