M¨¢s all¨¢ del mito
Emprender una biografia no es tarea f¨¢cil. El autor franc¨¦s Pierre Assouline dec¨ªa que el bi¨®grafo es una mezcla de polic¨ªa, sopl¨®n y barrendero. Esta f¨®rmula es sin duda m¨¢s llamativa que la subyacente, menos ingeniosa, pero de mayor propiedad: un bi¨®grafo ha de reunir la triple condici¨®n de investigador, informador y archivista de documentos, orales y escritos.
El trabajo del bi¨®grafo adquiere consistencia cuando acierta a describir el sentido de una vida. Esto es: si logra conseguir la unidad en la diversidad. Trat¨¢ndose de Miguel Hern¨¢ndez, parece obvio que todo bi¨®grafo ha de contestar a esta ineludible pregunta: ?c¨®mo el hijo de un cabrero analfabeto (el padre de Miguel Hern¨¢ndez es incapaz de firmar el certificado de matrimonio), sin haber podido ni siquiera terminar primero de bachillerato, llega a ser un poeta cl¨¢sico de la literatura espa?ola del siglo XX? Y la respuesta se impone: precisamente porque no le dejaron terminar primero de bachillerato, el adolescente Miguel Hern¨¢ndez se insurge contra la imposici¨®n paterna ("de padre cabrero, hijos cabreros") y, consciente de su val¨ªa intelectual, rubricada por la cosecha de dignidades en el colegio Santo Domingo, decide ejercer el oficio de poeta. En este irreversible prop¨®sito se reafirma cada vez que ha de pasar de largo con sus cabras, por delante de la puerta del colegio, abri¨¦ndose camino entre sus ex condisc¨ªpulos. Para m¨¢s inri, las cabras se paran a frotarse el lomo contra el saledizo de la fachada.
El bi¨®grafo va a vivir una vida ajena sobre la que tendr¨¢ que evitar la proyecci¨®n de la suya propia. La impronta autobiogr¨¢fica del bi¨®grafo de Miguel Hern¨¢ndez es con frecuencia visible en el cariz pol¨ªtico que imprime a su texto. Extrema derecha y extrema izquierda han marcado al poeta oriolano con su impronta. Por el lado comunista se destaca el "retrato l¨ªrico-vital" del paraguayo Elvio Romero. En Miguel Hern¨¢ndez. Destino y poes¨ªa (1958) implanta de manera imperecedera en la hagiograf¨ªa hernandiana, la estramb¨®tica escena final de un Hern¨¢ndez agonizante, arrastr¨¢ndose "en medio de la soledad y el silencio" de la enfermer¨ªa para escribir en la pared: "Adi¨®s, hermanos, camaradas, amigos / despedidme del sol y de los trigos". Y, como se le hace muy cuesta arriba para enriquecer la ejemplaridad comunista que Hern¨¢ndez no se alistara en las filas republicanas hasta septiembre de 1936, le inscribe en el Quinto Regimiento ya en el verano del 36, antes de irse el poeta a Orihuela.
En cuanto a la recuperaci¨®n franquista del autor de Viento del pueblo sobresale la primera biograf¨ªa publicada en Espa?a: Miguel Hern¨¢ndez, poeta (1958), obra del jefe de la secci¨®n de producci¨®n dram¨¢tica de Radio Nacional de Espa?a Juan Guerrero Zamora, seg¨²n el cual el poeta no fue franquista por ignorancia, ya que no vio "en los ideales de Franco esos mismos ideales de amor, de respeto, en suma: de justicia social que ¨¦l ten¨ªa". No pod¨ªa ser por menos, puesto que Hern¨¢ndez "es un hombre radicalmente religioso y -por espa?ol- radicalmente cristiano". En cuanto a su condena a muerte, remacha el clavo: "Fue por exacta justicia por lo que se pen¨® su actuaci¨®n como se pen¨®". Seria injusto no votar por la inclusi¨®n de Juan Guerrero Zamora en el Guinness de la indecencia intelectual.
De donde se deduce que el trabajo del bi¨®grafo se complica con una ineludible tarea previa de descombro para alcanzar un m¨ªnimo de veracidad hist¨®rica. Se impone liberar al personaje de los prejuicios y t¨®picos que coartan, amputan o desfiguran su aut¨¦ntica dimensi¨®n humana. Hay que evitar a toda costa la soluci¨®n de la facilidad y librar combate contra los prejuicios facilitados a veces por el propio protagonista.
En nuestro caso, esta labor es ¨ªmproba. Ha sido el propio Miguel Hern¨¢ndez quien m¨¢s ha contribuido a levantar el lastimero mito de la pobreza familiar. La identidad equ¨ªvoca de "pastor de cabras" le sirve de tarjeta de visita debidamente confirmada por un atuendo que m¨¢s corresponde a un look propagand¨ªstico que a una vestimenta consecuente. Lorca no le perdonar¨¢ que le eclipse en las selectas reuniones del diplom¨¢tico chileno Carlos Morla Lynch. Hasta la Guerra Civil espa?ola no deshar¨¢ el equ¨ªvoco: "S¨ª, soy pastor de cabras, pero de las cabras de mi padre".
El hecho fue que no sufri¨® tanto penuria econ¨®mica como miseria afectiva. Pasemos por alto el cruel desapego de un padre que no asisti¨® a su entierro y que se limit¨®, como oraci¨®n f¨²nebre, a un: "?l se lo ha buscado". En cuanto pareja, Miguel y Josefina no reeditaron el idilio de Romeo y Julieta. Hern¨¢ndez era un hombre apasionado, con una carga de sensibilidad afectiva y er¨®tica muy intensa. Su novia, v¨ªctima de una educaci¨®n religiosa en extremo constrictiva, y de temperamento muy apocado, no pod¨ªa corresponderle. Durante la guerra, apenas casados, se meti¨® en casa tras el fallecimiento de su madre y ya no sali¨® de ella. En la ¨¦poca carcelaria no fue a verlo mas que en Orihuela y Alicante. Y en su correspondencia no le ahorr¨® preocupaciones y quejas, incluso de orden dom¨¦stico, hasta el punto de tener que recordarle el poeta que quien estaba en la c¨¢rcel era ¨¦l. Es evidente que el asesinato del padre y el calvario del marido no le facilitaban la existencia. Posiblemente no resisti¨® a una depresi¨®n cr¨®nica ocasionada por tan cruel adversidad. Pero Miguel encajaba dif¨ªcilmente el hecho de que, a diferencia de sus compa?eros de prisi¨®n, ¨¦l no recibiera nunca, fuera de su tierra, la visita de su esposa. Es posible que no tardara Miguel en desenga?arse respecto a su compa?era. Apenas formalizado el noviazgo, rompi¨® con Josefina cuando se le abri¨® la perspectiva de otra relaci¨®n amorosa, y volvi¨® con ella cuando no le qued¨® m¨¢s remedio que dar satisfacci¨®n a su irreprimible deseo de paternidad.
Quiz¨¢ el obst¨¢culo mayor que ha de vencer todo bi¨®grafo de Miguel Hern¨¢ndez que se respete sea el que han fabricado las fuerzas vivas intelectuales de Orihuela. No en balde, es la ¨²nica municipalidad espa?ola que ha levantado un monumento al caudillo Francisco Franco tras su fallecimiento. Estos inconsolables hu¨¦rfanos del dictador no pueden admitir que alguien, que ellos bien conocen, de tan baja extracci¨®n social y comunista por a?adidura, haya podido escalar por sus propios medios un puesto tan destacado en la l¨ªrica espa?ola. De aqu¨ª la importancia decisiva absurdamente concedida a Ram¨®n Sij¨¦ y al sacerdote Luis Almarcha, de quienes consideran hechura la fama de su paisano.
Ram¨®n Sij¨¦ no merec¨ªa el grotesco trato laudatorio que le han infligido sus hagi¨®grafos consagr¨¢ndole como mentor literario de Miguel Hern¨¢ndez para restarle relieve al autor de Viento del pueblo. Ofici¨® eficazmente de padrino para que Perito en lunas tuviera acceso a la imprenta. Era lo que Hern¨¢ndez necesitaba, y le ven¨ªan anchos los gur¨²s literarios que han pretendido ser Sij¨¦ y Almarcha. El primero pensaba servirse del poeta como instrumento l¨ªrico para conseguir implantar una pol¨ªtica de absurda teocracia. Pero le sali¨® el tiro por la culata porque fue finalmente el amigo "con quien tanto quer¨ªa" quien se aprovech¨® de ¨¦l y lo dej¨® tirado cuando ya no le era de ninguna utilidad. El contacto con Jos¨¦ Bergam¨ªn le separ¨® de Ram¨®n Sij¨¦. Y la amistad con Pablo Neruda le alej¨® definitivamente. Los dos, Sij¨¦ y Hern¨¢ndez, hicieron lo imposible por lograr un desclasamiento social acorde con sus innegables dotes intelectuales. A Sij¨¦ le aterrorizaba la proletarizaci¨®n que acechaba a su familia, dada la ruina inminente del negocio familiar. A Hern¨¢ndez le repateaban las cabras. Pero Ram¨®n Sij¨¦ muri¨® agotado en el empe?o, no sin antes haber embarcado a nuestro poeta en un catolicismo fascistoide en el que daba sopas con honda a Jos¨¦ Mar¨ªa Pem¨¢n. Miguel, en justo pago a la ayuda recibida, sac¨® a su amigo del anonimato elev¨¢ndole al podio de una eleg¨ªa antol¨®gica.
Respecto al can¨®nigo Luis Almarcha nos parece desacertado convertirle en el chivo expiatorio del asesinato a fuego lento del poeta. No cabe la menor duda de que fue responsable tan importante personaje, aunque no fuera m¨¢s que por omisi¨®n, del prolongado suplicio. Responsable, pero no culpable. Sobre la Iglesia cat¨®lica en cuanto instituci¨®n, a cuyo servicio oficiaba con ejemplar dedicaci¨®n el vicario del obispado de Orihuela, ha de recaer stricto sensu la culpabilidad de la pasi¨®n y muerte de Miguel Hern¨¢ndez. Si la Iglesia, a trav¨¦s de su emblem¨¢tico funcionario Luis Almarcha, consider¨® que Miguel Hern¨¢ndez hab¨ªa traicionado la confianza y ayuda que se le hab¨ªa dispensado, el agazapado, pero activo, tribunal del Santo Oficio no pod¨ªa por menos de apoyar la sentencia de condena a muerte que en su lugar dict¨® y termin¨® por ejecutar el brazo secular.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.