Maldito San Valent¨ªn
Estoy escribiendo este art¨ªculo el 14 de febrero. Es decir, el maldito D¨ªa de los Enamorados. De todos los d¨ªas falsos y arbitrarios inventados por los comerciantes para orde?ar nuestros bolsillos, ¨¦ste es el que m¨¢s me irrita, el que me parece no s¨®lo m¨¢s ?o?o, sino tambi¨¦n m¨¢s mentiroso. Con el agravante de redundar en la falsedad, porque el amor pasi¨®n, que es lo que normalmente se entiende por amor, ya es de entrada una mentira, una sustancia imaginaria, un espejismo. Ahora bien, la pasi¨®n es un espejismo sustancial, una ficci¨®n de altura, a menudo la mejor fantas¨ªa que puede llegar a inventar una persona en toda su vida; mientras que la supuesta festividad de los Enamorados es una majader¨ªa dulzarrona, un parip¨¦ vac¨ªo, con toda su pringosa parafernalia de corazones en todos los tama?os y materiales, corazones de pl¨¢stico y de chocolate y de cristal, corazones impresos en manteles y en tangas, un frenes¨ª de corazoncitos rojos que se parecen tanto a los musculosos corazones verdaderos como el amor real a los enamorados de San Valent¨ªn. O sea, nada.
Para peor, tengo la inquietante sensaci¨®n de que este a?o el 14 de febrero se ha festejado m¨¢s que nunca; que han aparecido m¨¢s reportajes en los peri¨®dicos, m¨¢s referencias en todos los medios. Puede que sea porque la vida est¨¢ bastante chunga, porque la crisis arrecia y una desazonada melancol¨ªa nos va mordisqueando los tobillos; de modo que, para compensar tanta negrura, la gente quiz¨¢ se haya lanzado a celebrar esta tontura de los amores de pl¨¢stico de la misma manera que uno se zampa un dulce cuando se siente triste.
Lo malo es que este dulce es tan artificial que te intoxica. Bastante confundidos andamos ya con el amor como para que encima estas cursiler¨ªas nos sigan llenando la cabeza de p¨¢jaros. La idea del amor rom¨¢ntico, que, en su versi¨®n masiva, naci¨® en el siglo XIX, nos ha hecho a los humanos un da?o fenomenal. Sobre todo a las mujeres, que por lo general seguimos proyectando sobre los hombres monumentales quimeras. Un c¨®mico franc¨¦s llamado Arthur dijo en uno de sus espect¨¢culos una frase que me parece genial: "El problema de las parejas es que las mujeres se casan pensando que ellos van a cambiar y los hombres se casan pensando que ellas no van a cambiar". Tiene raz¨®n: la inmensa mayor¨ªa de las mujeres estamos empe?adas en cambiar al otro para que se adapte al sue?o rutilante que tenemos de ¨¦l. De hecho, ni siquiera somos conscientes de que queremos cambiarlo; pensamos que en realidad nuestro amado es as¨ª como nosotras lo so?amos, s¨®lo que anda un poco perdido, un poco herido, un poco aturullado; y que nosotras conseguiremos salvarlo de s¨ª mismo, es decir, de la parte mala de s¨ª mismo, para que emerja en todo su esplendor el pr¨ªncipe azul.
Pero, claro, nadie es capaz de cambiar a nadie (por no entrar en el hecho de lo injusto que es pretender tal cosa); y entonces, con el paso del tiempo, a medida que nuestros sue?os se van dando de bruces con el ser real, y a medida que vamos perdiendo la esperanza de que alg¨²n d¨ªa nuestro hombre llegue a ser ese tipo sublime que nos hemos inventado, es cuando nosotras empezamos a cambiar. Es decir, apagamos el reflector que luc¨ªa en nuestros ojos cuando mir¨¢bamos a nuestra pareja, haci¨¦ndole creer que nos parec¨ªa maravilloso; y nos ponemos a protestar y a refunfu?ar, a criticar y a exigir, a quejarnos y a frustrarnos, porque se nos ha quebrado la fantas¨ªa. Nos convertimos en unas ¨¢speras gru?onas. Es un proceso que puede conllevar mucha amargura y, en los peores casos, la vida com¨²n llega a ser un infierno. Mar de fondo, de Patricia Highsmith, retrata con espeluznante hondura una de esas parejas envenenadas.
Por eso digo que las mentiras mentecatas del 14 de febrero son un peligro. Forges sac¨® ese d¨ªa un chiste maravilloso en EL PA?S, una vi?eta que fue el sabio contrapunto de tanta tontuna: un anciano viej¨ªsimo est¨¢ de pie en su casa. A su espalda, una anciana vetusta, sentada en un sill¨®n, est¨¢ viendo en televisi¨®n un v¨ªdeo que dice Beatles vs. Rollings, mientras se fuma un petardo. Al fondo, un calendario anuncia: 14 Feb. San Valent¨ªn. Y el viejo comatoso mira con tristeza la luna a trav¨¦s de la ventana y pregunta en voz alta: "?Qu¨¦ nos ha pasado?". Pues les ha pasado la vida por encima, esa vida que se va silenciosa y veloz y que de repente descubres ya detr¨¢s de ti. Les ha pasado la abrasi¨®n de la realidad, la convivencia con todas sus rugosidades. Pero los viejos de Forges siguen juntos, por cierto. Y se dir¨ªa que aceptablemente bien avenidos. Eso s¨ª que se parece m¨¢s a lo que de verdad es el amor.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Sobre la firma
