Torre de los Panoramas
De Onetti recuerdo su rostro ayer en You Tube y su resistencia a ser filmado hasta que cede y le dice a la c¨¢mara: "Por simpat¨ªa, me resigno". Y recuerdo tambi¨¦n el asombro, ya hace a?os, que me caus¨® Los adioses. Tan at¨®nito me sent¨ª al terminar aquel libro que volv¨ª a empezarlo para estudiar con supremo detenimiento c¨®mo lo hab¨ªa hecho el escritor uruguayo para construir con tanta ambig¨¹edad y talento su relato de despedidas. En los d¨ªas que siguieron, fui un lento analista de su temperamento, como a?os despu¨¦s lo fui del de Horacio Quiroga, cuentista de tortuosa psicolog¨ªa. Y un d¨ªa cre¨ª encontrarme en el centro del mundo cuando llegu¨¦ a la poes¨ªa esencial de Idea Vilari?o, nacida en Montevideo en 1920, 10 a?os despu¨¦s de la muerte de Julio Herrera y Reissig, iluminado precursor de las vanguardias europeas desde su internacionalmente provinciana y hoy m¨ªtica (aunque no estoy seguro, quiz¨¢s olvidada) Torre de los Panoramas, punto crucial de la poes¨ªa de su tiempo y en realidad un cuartucho en el terrado de la casa de sus padres, con vistas (entonces) al R¨ªo de la Plata.
Hoy hace cien a?os mor¨ªa Herrera y Reissig, poeta radical y genio de las letras latinoamericanas
Herrera y Reissig no s¨®lo fue un dada¨ªsta y un surrealista avant la lettre, sino tambi¨¦n un gran avanzado de la poes¨ªa modernista que, a la sombra de Dar¨ªo, revolucion¨® aquel Montevideo espectral, con huellas todav¨ªa del conde de Lautr¨¦amont, el m¨¢s franc¨¦s de los escritores uruguayos. Por esa ciudad siento una extra?a a?oranza, una rara saudade de ultramar, a pesar de no haberla pisado nunca o, mejor dicho, de haber pasado all¨ª dos horas inaguantables, encerrado en un cuarto de aeropuerto, antesala uruguaya del infierno. A Montevideo la asoci¨® con aquel sofoco y con mi melancol¨ªa de ultramar y tambi¨¦n con Idea Vilari?o, poeta de las experiencias intensas (se encuentra su admirable poes¨ªa completa en Lumen), experta tambi¨¦n ella en adioses, como su amado Onetti, del que se despidi¨® en muchos poemas, como se despidi¨® tambi¨¦n de Dar¨ªo: "Pobre Rub¨¦n cre¨ªste / en todas esas cosas / gloria sexo poes¨ªa / a veces en Am¨¦rica / y despu¨¦s te moriste / y ah¨ª est¨¢s muerto / muerto".
Enemigo de los n¨²meros redondos y de las fechas se?aladas, hago una excepci¨®n para decir que hoy hace cien a?os, el 9 de marzo de 1910, mor¨ªa en Montevideo Julio Herrera y Reissig, poeta radical y genio de las letras latinoamericanas. En su momento, tan s¨®lo Valle-Incl¨¢n percibi¨® en Espa?a la renovaci¨®n que ven¨ªa de la mano de aquel escritor que desde la Torre de los Panoramas anticip¨® todas las vanguardias y por bien poco incluso los espejos c¨®ncavos del callej¨®n del Gato: "La realidad espectral / pasa a trav¨¦s de la tr¨¢gica / y turbia linterna m¨¢gica / de mi raz¨®n espectral...". Antonio Machado, al hilo de unas palabras de Unamuno, se apresur¨® a rechazar la po¨¦tica modernista. Con formas diferentes, el cerrojo de Machado perdura todav¨ªa hoy en este pa¨ªs obstinado en repeler ciertos registros nuevos y en el que, por ejemplo, dos de los m¨¢s grandes escritores de Montevideo, el inconmensurable Felisberto Hern¨¢ndez y Mario Levrero, son casi unos desconocidos. Duro desinter¨¦s espa?ol de ahora hacia el mundo americano. La escasa resonancia de La novela luminosa de Mario Levrero (Mondadori) llama la atenci¨®n porque, sin que casi nadie parezca haberlo advertido, no est¨¢ muy lejos del mejor Bola?o. Pero es como si a Levrero nos hubiera dado por depositarlo en el lugar de los caminos muertos de su admirado Burroughs. Ya se sabe, ese lugar de espejos c¨®ncavos y de fantasmas que viven en dimensiones paralelas y a los que Levrero trataba con familiaridad, como si fuera un heredero m¨¢s de Herrera y Reissig, de cuyo genial espectro y obra he querido hoy especialmente acordarme.
Babelia
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