Gente asustada
La t¨¦cnica del PP para liberarse del caso G¨¹rtel es tratar de hacerlo invisible. Del mismo modo que los Gobiernos totalitarios borraban de las fotos oficiales a los personajes ca¨ªdos en desgracia, el PP ha obligado en Valencia a sacar las fotos del caso G¨¹rtel de una exposici¨®n sobre los acontecimientos del a?o 2009 en el Museo de la Ilustraci¨®n y de la Modernidad. Si la realidad no gusta, se la suprime, dice un viejo principio autoritario. PP, ni Ilustraci¨®n, ni modernidad.
Aun siendo un abuso de poder propio de cierto matonismo, el caso en s¨ª podr¨ªa considerarse simplemente como un desm¨¢n m¨¢s de esta joven guardia azul de la derecha que es el PP valenciano, tan proclive a creer que el pa¨ªs es de su propiedad. Lo grave es que lo que ha hecho el PP en el museo y lo que est¨¢ haciendo en el procedimiento judicial del caso G¨¹rtel responde exactamente a la misma l¨®gica: borrar los hechos, como ya hicieron en su tiempo con el caso Naseiro. Con la caza al juez Garz¨®n, el PP no pretende demostrar la inocencia de los suyos, sino anular el juicio. Que G¨¹rtel judicialmente no exista.
Entre dos pol¨ªticos asustados, Zapatero y Rajoy, el pacto contra la crisis es imposible
En tiempos en que la corrupci¨®n se pasea con cierta impunidad por diferentes escenarios de la pol¨ªtica espa?ola, ?qu¨¦ confianza merece un partido cuyos dirigentes, en vez de combatir con publicidad y transparencia a los que se han aprovechado de sus cargos, intentan, simplemente, apartar el problema de la Justicia, para que quede enterrado bajo la losa de supuestos defectos en el procedimiento judicial? Cualquier discurso del PP contra la corrupci¨®n es pura hipocres¨ªa. Su estrategia no es limpiar, es blanquear, que es muy distinto.
Me llam¨® la atenci¨®n una frase del escritor israel¨ª David Grossman en este mismo peri¨®dico: "Los pol¨ªticos suelen ser gente asustada". La gente asustada es peligrosa porque si le entra el ataque de p¨¢nico es capaz de cualquier cosa.
La estrategia del PP en el caso G¨¹rtel es propio de gente asustada, dispuesta a poner en juego las reglas de la decencia democr¨¢tica con tal de salvar la piel. Quiz¨¢s la sensaci¨®n de par¨¢lisis de la pol¨ªtica espa?ola viene de que est¨¢ en manos de gente asustada.
Mariano Rajoy da muestras de ello cada vez que se le pide alguna respuesta a una situaci¨®n comprometida. La m¨¢s reciente, la Ley del Aborto. Los periodistas, los obispos y los manifestantes callejeros le han preguntado al presidente del PP si, como dijo Mayor Oreja, abolir¨ªa la ley el d¨ªa que gobierne. Los antecedentes hacen que la pregunta tenga algo de ret¨®rica: porque el PP no aboli¨®, cuando tuvo el poder, la primera Ley del Aborto.
Pero Rajoy, asustado ante unos poderes f¨¢cticos a los que ha dado mucha cuerda, no tuvo el coraje de contestar: una vez m¨¢s transfiri¨® la papeleta al Tribunal Constitucional, con la esperanza de que otros resuelvan por ¨¦l. ?Puede gobernar una persona tan dada a eludir sus responsabilidades? Trasladar su indecisi¨®n al Constitucional es un modo de convertirlo en tercera C¨¢mara legislativa, con una grave perversi¨®n del sistema democr¨¢tico.
El problema es que la crisis ha llevado tambi¨¦n el susto al cuerpo de Zapatero. Las im¨¢genes de su ¨²ltima aparici¨®n televisiva mostraban una metamorfosis, me imagino que meticulosamente estudiada: el optimista visceral convertido en un ciudadano asustado, como todos, por las dificultades del momento. S¨®lo que ¨¦l no es un ciudadano cualquiera, sino el presidente del Gobierno. La cara de susto quiz¨¢s le humaniza, pero no tranquiliza, porque precisamente lo que la gente quiere es ver en ¨¦l la decisi¨®n y la determinaci¨®n que se echa de menos. Desde que la crisis le produjo la par¨¢lisis sensorial que le impidi¨® detectarla, el susto le ha subido demasiadas veces a la cara y ha dado demasiados volantazos para quit¨¢rselo de encima.
Entre dos pol¨ªticos asustados, el pacto contra la crisis es imposible: cada uno teme que el otro le robe la cartera. Finalmente, el susto, en pol¨ªtica, es el miedo a perder poder.
Y, sin embargo, Zapatero ten¨ªa toda la raz¨®n cuando dijo: "La tregua hizo mucho da?o a ETA". Es verdad, la descalabr¨® pol¨ªticamente y le abri¨® importantes brechas que han ayudado a descalabrarla por la v¨ªa policial y judicial. Con la tregua, Zapatero fue valiente, pese a la vil agresi¨®n permanente del PP, en uno de los episodios m¨¢s sucios de la democracia. Y aunque acab¨® mal, sali¨® bien: ETA est¨¢ peor que nunca.
Ser valiente en pol¨ªtica es duro, porque requiere olvidarse de los riesgos de perder el poder. Pero es lo que distingue al gran pol¨ªtico del pol¨ªtico mediocre.
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