?C¨®mo se atreven?
La reciente censura de una exposici¨®n causa un bochorno que no es ajeno: es de todos, porque algo nos debe estar sucediendo para que pasen cosas as¨ª con impunidad. Es pertinente, pues, la pregunta sobre c¨®mo se atreve el PP a ser tan desvergonzado, tan insensible a principios que son sustento de cualquier democracia. La respuesta es compleja y cualquier tentaci¨®n de caricatura impedir¨ªa comprender y prevenir situaciones similares. Raz¨®n de espacio obliga a sintetizar argumentos. Pero, a mi entender, lo que sucede obedece a tres causas ¨ªntimamente ligadas:
1.- El PP padece -y se beneficia- de una extraordinaria debilidad intelectual democr¨¢tica. Dotado de una ideolog¨ªa de aluvi¨®n, en su ADN te¨®rico se acumulan restos de tendencias autoritarias de la tradicional derecha espa?ola, una circunstancial ¨¦tica de origen cat¨®lico-conservador -que poco tiene que decir sobre los comportamientos p¨²blicos- y un liberalismo trivial: aplicable en econom¨ªa o urbanismo, no es exigible si se trata de una concepci¨®n fuerte de los Derechos Fundamentales. Desde este punto de vista nada hay en su definici¨®n pol¨ªtica que no pueda dejar de hacerse si es en beneficio propio. El ¨²nico l¨ªmite que conoce, si acaso, es el legal: un l¨ªmite externo a las propias decisiones. Pero ninguna idea relativa a Derechos opera como un l¨ªmite intr¨ªnseco a su acci¨®n pol¨ªtica. En eso consiste ese actuar sin complejos del que presume de tanto en tanto el PP.
La confusi¨®n entre instituciones y partido se retroalimenta d¨ªa a d¨ªa y refuerza la soberbia
2.- El principio "todo poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente", opera aqu¨ª en¨¦rgicamente. No se trata de imaginar una corrupci¨®n del sistema que conduce a su negaci¨®n absoluta: el PP no es golpista, le basta con una administraci¨®n de lo cotidiano que desfigure los mecanismos constitucionales y estatutarios, hasta evitar que se ponga en cuesti¨®n su forma de ejercer el poder. Tantas victorias del PP, en tantas instituciones esenciales, ha mutado la pol¨ªtica valenciana convirti¨¦ndola en algo similar a un r¨¦gimen en el que la confusi¨®n entre instituciones y partido se retroalimenta d¨ªa a d¨ªa. Y refuerzan la soberbia de los m¨¢s soberbios.
3.- El PP ha pasado sin piedad a las instituciones plurales por su rodillo -todo hay que decirlo: ante la pasividad de la oposici¨®n y de la sociedad civil, que hasta anteayer no se han movilizado en defensa de los valores democr¨¢ticos-. El primer resultado de ello es el incremento exponencial de la opacidad y la crisis de la democracia deliberativa: se han perdido, con el debate pol¨ªtico, marcos de referencia de lo que es l¨ªcito e il¨ªcito en el terreno de juego democr¨¢tico. Frente a ello el PP difunde con eficacia la tesis de la "democracia plebiscitaria". Seg¨²n ¨¦sta los ciudadanos otorgan, con su voto, cheques en blanco a los elegidos, que pueden -y deben- contar con ampl¨ªsimos m¨¢rgenes de decisi¨®n sin sometimiento real a control parlamentario o social. La idea de un Gobierno democr¨¢tico autolimitado y que tiene como una de sus tareas esenciales la promoci¨®n de derechos se vuelve disfuncional y es sustituida por la de mando jer¨¢rquico, descontrolado y que, por su esencia, debe desprenderse de los condicionantes -sean opiniones o fotograf¨ªas- considerados como obst¨¢culos en su marcha triunfal. Y un poco de cursil¨ªsimo culto a la personalidad tampoco les viene mal...
Dicho lo cual: podemos y debemos enfadarnos, protestar y enviar mensajes por Facebook. Pero, ?c¨®mo se cambia esta din¨¢mica? No, desde luego, s¨®lo con enfados, protestas y ocurrencias. Ofrecer un marco alternativo, apreciable por el electorado, ser¨¢ la gran cuesti¨®n para las pr¨®ximas elecciones.
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