Una bandera rota y embarrada
El terremoto que ha asolado Chile ha sacado a la luz lo mejor y lo peor de su sociedad: la solidaridad y el pillaje, el coraje y el dolor, el nuevo desarrollo y la enorme desigualdad econ¨®mica entre ricos y pobres
La imagen que simboliza el terremoto en Chile es una bandera chilena destrozada que un joven extrajo de los escombros de su casa.
Vengo llegando de Chile, donde fui de carrera a participar en la Telet¨®n Chile ayuda a Chile, una cadena nacional de 27 horas cuyo objetivo era juntar el equivalente de 30 millones de d¨®lares. Se lograron 60 millones; hasta los damnificados que quedaron sin nada, aportaron unas monedas. Ese ejemplo de solidaridad levant¨® el ¨¢nimo del pa¨ªs.
La destrucci¨®n se nota apenas aterriza el avi¨®n en Santiago. El aeropuerto estuvo cerrado un par de d¨ªas, porque se desmoronaron pedazos del techo y hay grietas estructurales serias, pero pronto levantaron carpas y se organizaron para atender con la mayor normalidad posible. Esperamos casi dos horas para hacer inmigraci¨®n, pero al salir, seis d¨ªas m¨¢s tarde, el sistema era mucho m¨¢s eficiente, aunque todav¨ªa los pasajeros hac¨ªan cola en el calor, sin aire acondicionado ni agua y deb¨ªan esperar horas sentados en el suelo. Nadie se quejaba y el personal trabajaba amablemente. Siempre me maravilla la calma, el orden, la buena voluntad y ese buen humor estoico de los chilenos en tiempos de cat¨¢strofe.
En Chile los ricos son riqu¨ªsimos y, adem¨¢s, ostentosos, algo que empez¨® con la dictadura
Nunca somos mejores que en tiempos de crisis, cuando desaparece la arrogancia y mezquindad
Despu¨¦s de la mortandad de Hait¨ª, el terremoto en Chile no ha causado el impacto en el mundo que habr¨ªa tenido en otras circunstancias. Es uno de los m¨¢s fuertes registrados hasta ahora, dur¨® varios minutos, ha tenido m¨¢s de 200 temblores posteriores y lo que no se cay¨® con el remez¨®n se lo llev¨® el tsunami. Hospitales, escuelas, comisar¨ªas, puentes, caminos, miles y miles de viviendas, todo en el suelo. Las im¨¢genes de televisi¨®n no pueden dar una idea aproximada de la destrucci¨®n. Hay pocos muertos dada la tremenda destrucci¨®n, en parte porque el pa¨ªs tiene c¨®digos de construcci¨®n muy severos y en parte porque tenemos experiencia en este tipo de cat¨¢strofe. Apenas empez¨® a temblar, la gente en la costa corri¨® a los cerros. No hicieron lo mismo los turistas o los afuerinos.
Todav¨ªa no hay electricidad, comunicaciones, tel¨¦fonos o agua potable en muchos lugares. A las pocas horas del terremoto dejaron de funcionar los celulares, porque se agotaron las bater¨ªas y no hab¨ªa electricidad para cargarlas. Incluso las comunicaciones de las Fuerzas Armadas y Carabineros fueron traicionadas por la tecnolog¨ªa. Mucho blackberry, pero a la hora de la verdad parece que los m¨¦todos antiguos -como radio aficionados- eran m¨¢s eficientes. En la isla Juan Fern¨¢ndez, que sufri¨® el impacto mayor del tsunami, s¨®lo murieron seis personas porque una ni?a de 12 a?os corri¨® a tocar la alarma cuando vio que el mar amenazaba, as¨ª despert¨® a la poblaci¨®n, que alcanz¨® a ponerse a salvo en los cerros. El jefe de la plaza estaba esperando que la Armada confirmara el peligro.
Hay mil historias de coraje y de dolor que me hacen llorar al recordarlas, como una madre a quien el tsunami le arranc¨® de los brazos a dos ni?os peque?os y todav¨ªa anda buscando los cuerpos, o el abuelo llorando por su nieto entre las ruinas de su casa, o las miles de mascotas que deambulan hambrientas y desorientadas en lo que antes fue un pueblo. Berta, la mujer que ha trabajado en casa de mis padres por 34 a?os, y es m¨¢s querida por ellos que cualquiera de los hijos o nietos, es de Iloca, uno de los pueblos arrasados por el mar. Su familia perdi¨® todo y varios de sus parientes aparecieron en la televisi¨®n mostrando la devastaci¨®n. Hab¨ªan levantado un techo y herv¨ªan agua en una fogata para ofrecer t¨¦ a vecinos, periodistas y carabineros. En eso lleg¨® un cami¨®n con adolescentes que hab¨ªan juntado manzanas, frazadas, salchichas para esa gente en piyama que no hab¨ªa comido desde el d¨ªa anterior. Uno de esos adolescentes era mi sobrino. Esto ilustra cu¨¢n de cerca nos golpe¨® a todos.
En Santiago y otras ciudades la gente hac¨ªa donaciones de comida, pa?ales, medicinas, agua, etc¨¦tera. Se hac¨ªan colectas en las calles y ciertos bancos estuvieron abiertos noche y d¨ªa para recibir dep¨®sitos. En algunas escuelas los chicos recib¨ªan las donaciones, otros empaquetaban, luego llevaban las cajas a los camiones. A cierta hora vi salir 40 camiones con banderas chilenas, tocando bocinas, rumbo al sur. Y despu¨¦s vi en televisi¨®n la llegada a los campamentos de emergencia, donde eran recibidos con l¨¢grimas, abrazos... y la infaltable "tacita de t¨¦", s¨ªmbolo de la hospitalidad chilena.
Hay innumerables an¨¦cdotas de valor y solidaridad, pero la prensa extranjera ha publicado m¨¢s que nada sobre el pillaje. Es cierto que se cometieron desmanes en algunas ciudades antes de que la presidenta, Michelle Bachelet, sacara el Ej¨¦rcito a la calle e impusiera el toque de queda. Parece que la mayor parte del pillaje fue cometido por bandas organizadas, los mismos maleantes que trafican drogas y cometen otros delitos. Muchos han sido identificados, la polic¨ªa allan¨® los sitios donde hab¨ªan acumulado televisores, lavadoras, muebles, licores y otras cosas, y se recuper¨® una buena parte. La presidenta ha dicho que ser¨¢n procesados. Otros ladrones de ¨²ltima hora, que no son profesionales del delito, devolvieron lo que se hab¨ªan llevado, por verg¨¹enza. No puedo menos que hacer la comparaci¨®n con lo que ocurri¨® el 11 de septiembre de 1973, el d¨ªa del golpe militar, cuando bombardearon la casa del presidente Salvador Allende en la calle Tom¨¢s Moro y luego los vecinos, gente pudiente del barrio alto, se rob¨® lo que pudo, desde cuadros hasta fotos familiares.
Supongo que en una crisis lo mejor y lo peor de la sociedad quedan expuestos. En este caso la desigualdad ha quedado en evidencia. Chile ya no se considera un pa¨ªs en desarrollo, su crecimiento econ¨®mico lo ha colocado entre las naciones del llamado Primer Mundo, pero la distribuci¨®n del ingreso y de los recursos es una de las peores. Los 20 a?os de gobiernos democr¨¢ticos de centro-izquierda de la Concertaci¨®n han logrado reducir la pobreza dram¨¢ticamente, pero no han nivelado a la gente. En Chile los ricos son riqu¨ªsimos y adem¨¢s ostentosos, un fen¨®meno que comenz¨® con la dictadura y se ha ido acentuando; antes los chilenos ¨¦ramos sobrios, no hab¨ªa nada m¨¢s kitsch que la ostentaci¨®n. Este desequilibrio crea resentimiento social y violencia.
Michelle Bachelet terminaba su presidencia con el m¨¢s alto porcentaje de aprobaci¨®n de nuestra historia cuando ocurri¨® la cat¨¢strofe. El nuevo presidente es Sebasti¨¢n Pi?era, un billonario de derechas que llega al Gobierno con un equipo de empresarios j¨®venes formados, en su mayor¨ªa, en universidades americanas. El discurso pol¨ªtico y los valores cambiar¨¢n. (?ste es el chiste de actualidad; "Bienvenido a Chile, atendido por sus due?os"). El golpe brutal sufrido por el pa¨ªs puede ayudar a Pi?era porque dar¨¢ empleo en la reconstrucci¨®n, habr¨¢ ayuda y cr¨¦ditos internacionales, los trabajadores postergar¨¢n sus demandas y la oposici¨®n tendr¨¢ que colaborar con el Gobierno.
Dos semanas despu¨¦s del terremoto los chilenos est¨¢n de pie, han superado la depresi¨®n y el miedo de los primeros d¨ªas y se aprontan para reconstruir. Estamos acostumbrados a los coletazos de la naturaleza. Vivimos en el pa¨ªs m¨¢s bello del mundo, pero expuestos a terremotos, tsunamis, inundaciones, sequ¨ªas y de vez en cuando cataclismos pol¨ªticos. Nunca somos mejores que en tiempos de crisis, cuando desaparece nuestra arrogancia y mezquindad, pero pronto se nos olvida y volvemos a nuestras malas costumbres. Ser¨ªa estupendo que esta vez permaneci¨¦ramos unidos y generosos una vez que pase el estado de emergencia. Tal vez el abrazo de Michelle Bachelet con Sebasti¨¢n Pi?era en la Telet¨®n sea un buen augurio. S¨¦ que Chile se va a recuperar de las p¨¦rdidas materiales; espero que esta tragedia nos obligue a reforzar el tejido moral de la sociedad.
Al llegar a Estados Unidos un periodista me pregunt¨® si ten¨ªa un mensaje para los americanos. ?Qu¨¦ pod¨ªa responderle? S¨®lo que no hay seguridad para nadie en este mundo, como cualquiera que no sea un idiota privilegiado lo sabe. Se puede perder todo en un instante, pero casi siempre se puede volver a comenzar. La capacidad de sobrevivencia de los seres humanos es asombrosa. Eso aprend¨ª esta semana en mi pa¨ªs, tan golpeado y tan querido.
Isabel Allende es escritora.
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