Lo que el 'burka' esconde
El Gobierno franc¨¦s de Nicolas Sarkozy ha declarado la guerra al burka y baraja la posibilidad de desterrarlo del suelo franc¨¦s. Es una iniciativa que est¨¢ mereciendo la atenci¨®n de los analistas. A nadie parece dejar indiferente la cuesti¨®n en un continente que acoge ya a 20 millones de musulmanes, de los cuales una minor¨ªa quiz¨¢ creciente mantiene se?as exteriores de identidad en las que los occidentales, especialmente desde el 11-S, perciben una amenaza.
El burka es, bajo ese punto de vista, una prenda que produce un doble rechazo porque es un s¨ªmbolo del sometimiento femenino; un regreso a los m¨¦todos m¨¢s arcaicos del machismo. Para muchos ciudadanos occidentales, si no la mayor¨ªa, es un espect¨¢culo intolerable en una sociedad laica que aspira a la igualdad y a la libertad individual, y causa preocupaci¨®n la ausencia de respuesta, la aparente naturalidad con la que esa misma sociedad lo acepta. Estampa paradigm¨¢tica es la que se produce cada viernes en el barrio europeo de Bruselas, cuando los funcionarios europeos se mezclan con los musulmanes que acuden a la mezquita situada en el epicentro de Europa. De entre ellos, no son escasas las siluetas de mujeres ataviadas con burka o con niqab (que oculta todo el cuerpo salvo los ojos) que esperan, silenciosas, el momento de atravesar un paso de peatones. Fernando Iturribarr¨ªa ha descrito recientemente el burka como una "mortaja de la libertad femenina" (El Correo, 4/02/2010) y, en efecto, hay algo mortuorio, contrario a la vida, en esa prenda que convierte a la mujer en un fantasma.
Es un s¨ªmbolo del sometimiento femenino; un regreso a lo m¨¢s arcaico del machismo
Contra la prohibici¨®n del burka hay obst¨¢culos jur¨ªdicos de peso. Para algunos expertos, la prohibici¨®n supondr¨ªa una "importante injerencia en la existencia de al menos tres derechos fundamentales: la libertad religiosa, la libertad de opini¨®n y la libertad de movimientos" (Le Monde, 13/11/2009). El comisario de Derechos Humanos del Consejo de Europa, Thomas Hammarberg, se ha mostrado tambi¨¦n en contra por el recorte de libertades que supone, adem¨¢s de considerar que "crea la impresi¨®n de que el objetivo es una determinada religi¨®n". Coincide Hammarberg con el profesor de Democracia, Derechos Humanos y Periodismo en el Bard College de Nueva York Ian Buruma: "Prohibir el burka obligar¨ªa a esta peque?a minor¨ªa de mujeres
[las que viven en Occidente] a quedarse en casa y ser a¨²n m¨¢s dependientes de sus hombres" (La Vanguardia, 15/02/2010). Desesperante, pero pragm¨¢tico argumento.
Bernard-Henry L¨¦vy es de los que ha defendido la prohibici¨®n del burka (EL PA?S, 21/02/2010) con argumentos contundentes. El burka no es una prenda de connotaciones religiosas. No hay ning¨²n texto isl¨¢mico que obligue a portar prendas como ¨¦sa. El burka es una c¨¢rcel a medida, viene a decir, para concluir: "Aunque hubiera una ¨²nica mujer en Francia que se presentase enjaulada en el hospital o en el Ayuntamiento, habr¨ªa que liberarla".
Nuestras sociedades no pueden permitir en su suelo una sola mujer que sea obligada a vestir el burka o el niqab y que, en definitiva, tenga recortados sus derechos ciudadanos. Sospechamos que el uso de tales h¨¢bitos responde a imperativos que no aceptamos, pero actuar indiscriminadamente contra ello podr¨ªa ser contrario a nuestros principios de legalidad. ?C¨®mo prohibir el burka a una mujer que lo portara por voluntad propia?
Legislar contra el burka es una opci¨®n compleja por la que parecen decantarse la mayor¨ªa de los europeos. El 50% de los alemanes est¨¢n a favor de la prohibici¨®n tal como la est¨¢ planteando Francia, pa¨ªs donde tal porcentaje sube hasta el 70%. En Espa?a, el apoyo popular se sit¨²a en el 63%, seg¨²n un sondeo FT/Harris Poll reci¨¦n publicado (Financial Times, 02/03/2010).
La mera prohibici¨®n responder¨ªa a una estrategia puramente cosm¨¦tica capaz de devolver a nuestras calles una est¨¦tica que consideramos m¨¢s propia de nuestra cultura. Nos evitar¨ªamos tan inquietantes compa?¨ªas en los pasos de cebra, pero quiz¨¢ obtendr¨ªamos el gran logro de confinar a esas mujeres al arresto domiciliario del que previene Buruma. ?Qu¨¦ hacer?
Dos casos recientes acaecidos en Tarragona marcan una buena hoja de ruta: la persecuci¨®n de los delitos ya tipificados en nuestro C¨®digo Penal. En Cunit, la justicia persigue a los que han acosado y amenazado a una trabajadora del Ayuntamiento de origen marroqu¨ª por no portar pa?uelo y conducir. En Valls est¨¢n procesados los miembros de la comunidad magreb¨ª que pretendieron erigirse en tribunal isl¨¢mico contra otra mujer del mismo origen que quiso tener un hijo sin el acuerdo de su marido. No se juzga el uso del pa?uelo o la libre decisi¨®n de una mujer, sino los presuntos delitos de detenci¨®n ilegal, tentativa de homicidio, asociaci¨®n il¨ªcita, amenazas, coacci¨®n o calumnias.
Disponemos de leyes para obligar a un ciudadano a descubrirse la cara en ciertos lugares p¨²blicos por razones de seguridad y tenemos herramientas legales para perseguir lo que creemos que se esconde detr¨¢s de un burka o un niqab. Lo importante no es desterrar una prenda en una sociedad de acendrada permisividad en el atuendo, sino aplicar nuestras leyes con todas las garant¨ªas y, sobre todo, con el convencimiento y la determinaci¨®n de que cualquier mujer maltratada, sea cual sea su origen y religi¨®n, tiene derecho a nuestra defensa.
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