M¨²sica
Siempre se dijo que el molinero duerme pl¨¢cidamente pese al ruido del rotor y que s¨®lo se despierta cuando las aspas se paran de pronto. Pasa lo mismo con la televisi¨®n. Produce tal ruido de fondo, griter¨ªo, vacuidad e histeria inane, que sale un tipo tocando una guitarra afinada y te llama la atenci¨®n por raro e inesperado. La m¨²sica en directo en la tele lleva a?os desterrada como si fuera la peste bub¨®nica. Hasta inventaron ese enlatado musical en forma de videoclip para que la gente pudiera ver a las cantantes contonearse en ropa interior y a los solistas rodeados de cuerpazos. De vivir en nuestros tiempos, Mozart habr¨ªa tenido que vender el R¨¦quiem en tanga y dando golpes de ingle.
Quedan reductos tan transgresores como un tipo leyendo poes¨ªa m¨ªstica en la cola de entrada a la discoteca Kapital. En La 2 lo llaman No disparen al pianista y de tanto en tanto nos ofrece conciertos como el del s¨¢bado pasado con Jorge Drexler y su banda. Drexler presenta un disco nuevo, de esos donde estira del castellano como un chicle sabor pal¨ªndromo fuera de la boca hasta donde da de s¨ª el brazo. Tiene personalidad musical y a ratos utiliza palabras tan improbables de escuchar en una canci¨®n actual que me recuerda a Miguel Pardeza cuando escrib¨ªa cultos art¨ªculos en prensa, siendo futbolista, y sus compa?eros de vestuario colgaban el recorte en la pared con todas las palabras que no entend¨ªan subrayadas en rojo.
En el mismo fin de semana en que me sac¨® de la rutina como un estacazo la voz delicada de Drexler con sus canciones reci¨¦n horneadas, lleg¨® a los cines el melodrama franc¨¦s. El concierto, que se permite la brutal transgresi¨®n est¨¦tica de colocar ¨ªntegro el concierto de Tchaikovsky para viol¨ªn y orquesta interpretado por personajes a los que quieres y te emocionan. Vayan con cuidado porque para la inteligencia mundial emocionarse hoy en una expresi¨®n art¨ªstica es sin¨®nimo de cursiler¨ªa. En 1881, cuando el compositor estren¨® esta pieza, el cr¨ªtico m¨¢s c¨¦lebre, Eduard Hanslick, dijo que era "m¨²sica hedionda y de salvaje nihilismo". Hoy, se agradece que cierta gente nos recuerde que en el imperio de los ojos, el o¨ªdo tambi¨¦n se merece alg¨²n placer.
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