El refugio del devorador de 'cal?ots'
La variada oferta gastron¨®mica es uno de los pilares econ¨®micos del pueblo
Todo es civilidad en Hoyo de Manzanares. Hasta los grafitis. "Feliz Navidad", reza uno en la puerta de un garaje. La primavera se asoma cobardemente a la sierra, pero no es dif¨ªcil imaginarse a Pap¨¢ Noel como responsable de la pintada. Hoyo de Manzanares se ha preocupado de construirse una personalidad de peque?a Suiza en la que las bombonas de butano vac¨ªas esperan en la puerta de los chal¨¦s.
Paseando por el pueblo pueden verse manadas de potros corriendo por las parcelas y saltando por encima de las alambradas a pie de calle. Si se le pregunta a una chica qu¨¦ hacen all¨ª los caballos, responde con naturalidad: "Es que hay gente a la que le gusta criarlos". Junto a la plaza del Ayuntamiento un cartel anuncia un circuito biosaludable. Enfrente, un nido de cig¨¹e?as corona la antigua iglesia del Rosario.
El municipio intenta atraer al turismo de posibles Hay un peque?o circuito de restaurantes de culto
Hoyo de Manzanares tiene 7.580 habitantes, una cifra que en verano se dispara. La poblaci¨®n, sin embargo, es cada vez menos flotante y aumenta apoy¨¢ndose en las urbanizaciones circundantes (La Berzosa, La Nava...) y en las buenas conexiones con la capital por la carretera A-6. Su econom¨ªa se sustenta progresivamente en el sector terciario, sobre todo desde que desaparecieron las tradicionales actividades de canter¨ªa por la prohibici¨®n de extraer piedra impuesta por el Parque Regional de la Cuenca del Manzanares. El municipio ha construido su nueva personalidad en torno al turismo de posibles, la paz de la sierra y la gastronom¨ªa.
Por tanto, no sorprende que dentro de Hoyo exista un peque?o circuito de restaurantes de culto. Esteban L¨®pez sube este fin de semana los 38 kil¨®metros desde Madrid para comer en uno de ellos. No en uno cualquiera. Esteban, de 29 a?os, es de Tarragona y se dirige al Calsot, reducto de los aficionados al cal?ot, el cebollino catal¨¢n, reci¨¦n llegado en temporada alta del valle de Valls.
Le acompa?a Marian (26 a?os). Ella no es, como ¨¦l, una refugiada gastron¨®mica, sino que viene de Castilla y Le¨®n y le mueve la curiosidad por ver a gente boqueando con baberos debajo de una cebolla pringada de salsa. Juntos bajan del autob¨²s 611, que llega desde Moncloa.
El d¨ªa anterior intentaron reservar mesa en el Calsot por tel¨¦fono, pero les dijeron que tendr¨ªan que esperar una semana. El hambre de un tarraconense no puede esperar tanto. Esteban se planta a la desesperada en el restaurante, pero no hay nada que hacer: "Mesa no hay, pero pod¨¦is picar algo en la barra", concede el encargado, latinoamericano.
Esteban no se lo piensa, se encarama a una banqueta y pide una raci¨®n de cal?ots con su salsa romesco. Llegan envueltos en una hoja de papel y sobre una teja. Ni se pone el babero. Mientras Marian intenta pelar el segundo, ¨¦l ha engullido ya cinco. Luego, satisfecho, se mira los dedos tiznados por las pieles de la hortaliza asada. "?Sabes lo que se le hace a los ni?os despu¨¦s de comer cal?ots?", le pregunta con una sonrisa maquiav¨¦lica a la chica. Un segundo despu¨¦s, ya est¨¢ despeinada y con la cara negra de carb¨®n.
Comer en la barra mientras pasan corriendo camareros cargados de butifarra es inc¨®modo. Marian est¨¢ lejos de convertirse en una cal?otaire, as¨ª que saca a Esteban a explorar otras opciones. La m¨¢s llamativa es El Vag¨®n de Beni. El restaurante tiene a la entrada dos espectaculares vagones-correo. "Mira: tres Mercedes entrando juntos", alerta Marian. Cuando sale a recibirles un ma?tre en pajarita comprenden que no est¨¢n en el sitio apropiado. Media vuelta y a vagar de nuevo.
Para reflexionar se toman una cerveza en el Caf¨¦ de la Higuera, similar a una embajada en la sierra del madrile?o barrio de Lavapi¨¦s: jers¨¦is de lana, una peque?a biblioteca y Pat Metheny de m¨²sica de fondo. Pero el aspecto gastron¨®mico no se puede resentir en tierra de gourmets. "Tomad, una tapita de crema de queso con Pedro Xim¨¦nez", les invita el camarero.
De nuevo en la calle, pasean por la plaza del Ayuntamiento. Preguntan por un restaurante a precio accesible. "La Cabilda o El Cerrillo. Es lo que hay por aqu¨ª", recomienda un paisano con la boina calada. Esteban se siente malicioso: "Y el de los cal?ots ese, ?qu¨¦ tal est¨¢?". El paisano tuerce el gesto: "?se es de catalanes. Vosotros sabr¨¦is". Esteban sonr¨ªe divertido y se echa a caminar gui?¨¢ndole un ojo a Marian. Luego empuja canturreando la puerta de uno de los restaurantes. "?Arroz con bogavante y chulet¨®n?". No son de la familia de las cebollas, pero parece que no tiene nada que objetar.
Apuntes de viaje
- Hoyo de Manzanares est¨¢ a 38 kil¨®metros de Madrid. Se accede en los autobuses 611A (entre semana) y 611.
- Se encuentra en el Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares. El paisaje es gran¨ªtico, lleno de riscos.
- Hoyo aparece rodeado de bosques. Especialmente destacan los conjuntos de alcornoques.
- Abundan las aves. C¨®rvidos como los rabilargos, ¨¢guilas calzadas, milanos, buitres leonados y ratoneros.
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