El juez Garz¨®n y la eleg¨ªa
Desde que Jorge Manrique escribiera las Coplas de pie quebrado a la muerte de su padre, la eleg¨ªa es seguramente el g¨¦nero m¨¢s aceptado de nuestro bagaje cultural. Los pueblos conjuran desde antiguo la muerte con el canto por los que se han marchado y hasta los animales tienen maneras que un zo¨®logo podr¨ªa explicar para compartir ritualmente la muerte de sus iguales. En nuestra cultura contamos con grandes eleg¨ªas-r¨ªo que han pasado a formar parte de la literatura: el Arcipreste de Hita, Espronceda, Garc¨ªa Lorca, Miguel Hern¨¢ndez, Le¨®n Felipe o Luis Cernuda inmortalizaron a Trotaconventos, Teresa, S¨¢nchez Mej¨ªas, Ram¨®n Sij¨¦ y otros.
No existe idioma sin plantel eleg¨ªaco, no hay democracia que no cante a sus muertos de guerra, pues ellos sacralizan el espacio com¨²n. Por eso es triste que la eleg¨ªa pendiente de nuestras v¨ªctimas del franquismo y su reparaci¨®n por parte de la Justicia puedan acabar en un borr¨®n que difumina ciento catorce mil nombres de desaparecidos en las cunetas de nuestra tierra, si se corta la mano -como en las tiran¨ªas que rechazamos cada d¨ªa- de quien os¨® levantar el velo ignominioso. ?Hay que exigirle a un juez que no se conmueva por tanto dolor infligido, que no mueva un folio y escriba, a su manera, la eleg¨ªa? ?Existe la f¨®rmula jur¨ªdica que pueda enjugar las ¨²ltimas l¨¢grimas pendientes de los que se quedaron en el mayor desvalimiento, y reconocer en nombre de un Estado democr¨¢tico el sacrificio de tantas vidas arrebatadas que permanecen en el m¨¢s cruel anonimato? ?Puede la Justicia encogerse de hombros cuando lee testimonios fehacientes relativos al robo de treinta mil menores arrancados a sus madres republicanas a lo largo de dos decenios, ni?os de ayer que hoy desconocen su identidad original cuando los saludamos en nuestro trabajo, en la peluquer¨ªa o en el supermercado?
El Tribunal Supremo se apresta a negarles a m¨¢s de cien mil espa?oles el recuerdo y la justicia
Si quienes velan por el Estado de Derecho entonan la "antieleg¨ªa", es decir, la negaci¨®n documentada de la reparaci¨®n, el olvido de las v¨ªctimas y el desprecio al dolor infligido, pervivir¨¢ la mutaci¨®n hist¨®rica de una cadena de generaciones espa?olas crecidas en el enga?o. ?Es eso lo que se persigue? La magistrada Margarita Robles, vocal del Consejo del Poder Judicial, en un escrito oficial en que anuncia su inhibici¨®n del proceso de suspensi¨®n abierto al magistrado Baltasar Garz¨®n que la recusa, utiliza licencias m¨¢s propias de un ejercicio escolar que de un documento jur¨ªdico de inhibici¨®n, empleando un "t¨² m¨¢s", o "t¨² antes que yo" al llamar a la recusaci¨®n por "enemistad manifiesta" de que es objeto, "especulaciones y disertaciones literarias", es decir, bober¨ªas propias de escritores, profesores o cr¨ªticos creadores de eleg¨ªas.
Sin embargo, la Justicia es compatible con la pr¨¢ctica literaria, como sucede en el documento de la instrucci¨®n que da tr¨¢mite a la querella contra Baltasar Garz¨®n, donde se hacen referencias coloquiales al "artilugio jur¨ªdico montado" por el ¨²nico juez que ha osado levantar el velo de la impunidad del franquismo. Baltasar Garz¨®n es retratado en su celo profesional como si hubiese sido afectado por una suerte de bulimia hiperactiva. ?Es l¨®gico asombrarse de que el hoy querellado juez pida asesoramiento a un grupo de expertos? ?Es por ello por lo que ¨¦ste tiene "motivos ocultos", o tal vez cierta bul¨ªmica actividad "pretendidamente investigadora"? En nuestro pa¨ªs, abundoso en eleg¨ªas que honran a quienes ya no est¨¢n, ?pudiera caber, no obstante, el vilipendio a?adido a un ciudadano cercado por alianzas contra-natura, adivinado inquisitorialmente en sus m¨¢s ¨ªntimos pensamientos y acusado en su "momento culminante de antijuricidad", como relata el documento inculpatorio?
No hac¨ªa falta referirse al franquismo como hecho barroco de "brutales efectos de aquel plan de los asesinos y torturadores", cuando leemos todos los d¨ªas que est¨¢ probado por la justicia internacional que se llama, sencillamente, "crimen contra la humanidad". Sin embargo, lo de "brutal efecto de aquel plan de asesinos y torturadores", que el documento instruido por el magistrado Varela se?ala como propio de aquella detestable posguerra, nos aleja demasiado, por hiperb¨®lico o truculento, de una realidad de la que parten desgraciadamente las terminales nerviosas de una compleja gama de espa?oles, situados entre el silencio y la exigencia de verdad, y en la que permaneceremos enrocados, per secula seculorum, si tiene lugar la "ejemplarizante" inhabilitaci¨®n de un juez por un delito que el Ministerio Fiscal no reconoce.
A veces convendr¨ªa retornar, de la novela negra tomada por los pelos al arte que conmueve, a los ojos abiertos de quienes, pese a lo peor, resistieron hasta el final dignificando la memoria de todos y a quienes el m¨¢s alto tribunal de su pa¨ªs podr¨ªa negar en breve el juez y la eleg¨ªa.
Fanny Rubio es escritora y catedr¨¢tica de Literatura Espa?ola de la Universidad Complutense de Madrid.
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