Delibes y sus amados p¨¢jaros
En la literatura generalmente los p¨¢jaros son siluetas sin vida. Atraviesan espacios pero no las podemos identificar. Son como trozos de palabras que llenan la exigencia de la mec¨¢nica narrativa. Relleno novel¨ªstico, pero sin un ¨¢pice de las geograf¨ªas que atraviesan ni los peligros del progreso que van tras ellos. Los p¨¢jaros: ?con la vida y el privilegio de vencer la gravedad que tienen! Pero leamos algunas novelas de Miguel Delibes: Viejas historias de Castilla, El camino, Los santos inocentes, La hoja roja, El disputado voto del se?or Cayo, por citar s¨®lo algunos t¨ªtulos del gran escritor castellano. En estos libros los p¨¢jaros tienen alma y nombre: hay grajillas y c¨¢rabos en uno; en otro ¨¢guilas y cern¨ªcalos; en otro, avutardas. En su Diario de un cazador, escribe el 6 de junio de 1955 que los vencejos ya llegaron hace unos d¨ªas y a las siete en punto lo despiertan: "Todo el d¨ªa de Dios andan colgados del alero". Como si los estuvi¨¦ramos viendo, y oyendo su chillido.
En 1982, el autor de El hereje public¨® Tres p¨¢jaros de cuenta en una colecci¨®n infantil. En 2003, la editorial RqueR reedit¨® estos textos junto a tres cuentos in¨¦ditos. Los p¨¢jaros a menudo son personajes, nos dec¨ªa el autor en una nota introductoria. Y los tres p¨¢jaros de cuenta (que nos aclaraba que no por ser malos los llamaba as¨ª, "que no hay paj¨¢ros buenos ni malos") eran la grajilla, el cuco y el c¨¢rabo. Nunca le¨ª nada tan exhaustivo sobre estos tres personajes de la vida. Con tanta alma, y precisi¨®n en el dibujo de la pasi¨®n por ellos y su conocimiento. Y nunca tanta transparencia naturalista en la descripci¨®n de los debes y haberes de estas aves. Sin innecesaria idealizaci¨®n buc¨®lica. Como si nos estuviera hablando de los defectos y virtudes de la condici¨®n humana. Escuchemos a nuestro Delibes sobre su amado c¨¢rabo: "A veces, en la soledad de nuestro refugio de Sedano, cuando el grito o la risotada del c¨¢rabo quiebran el silencio de la noche, nos preguntamos qu¨¦ habr¨¢ sido de nuestro amigo, aquel p¨¢jaro afable, confiado y charlat¨¢n, con cara de viejecita esc¨¦ptica, que sosten¨ªa nuestra mirada y soportaba los destellos de los flashes con la gracia y la naturalidad de una empingorotada estrella de cine".
J. Ernesto Ayala-Dip es cr¨ªtico literario.
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