El monopolio de la libertad
Pocas banderas tienen tanto prestigio como la de la libertad, que unida a la idea de gratuidad, se convierte en imbatible. Poder blandirla en r¨¦gimen de casi monopolio puede parecer una contradicci¨®n, pero es posible, y es lo que ha hecho Google, el mayor buscador de Internet del mundo. No s¨®lo parece una contradicci¨®n; es una contradicci¨®n, pero funciona: para aspirar a dominar el mercado mundial, Google tuvo que avenirse a la censura, cosa que hizo desde 2006, cuando abri¨® la direcci¨®n china.cn, reconocida por el r¨¦gimen de Pek¨ªn. Desde entonces, la empresa norteamericana ha expandido sus actividades en China hasta conseguir un 36% de la cuota de mercado en las b¨²squedas de Internet.
Google y China se enfrentan como dos superpotencias por el control de la soberan¨ªa ciberespacial
Google ha practicado durante cuatro a?os la autocensura de forma ejemplarizante para todas las otras empresas tecnol¨®gicas instaladas en China. Pero no es dif¨ªcil aventurar que una buena colaboraci¨®n con el r¨¦gimen habr¨¢ facilitado tambi¨¦n la denuncia y represi¨®n sobre los disidentes. Google cuenta con un antecedente de suficiente entidad como para que nadie se rasgue las vestiduras: Rupert Murdoch, el magnate australiano-norteamericano amigo de Bush, Blair y Aznar, y principal propagandista de las ideas neocons con sus guerras preventivas, jam¨¢s tuvo rebozo alguno a la hora de dejar todas sus ideas liberales y sus exigencias democr¨¢ticas en la frontera de la China comunista, para limitarse a defender sus intereses.
La decisi¨®n de abandonar el portal censurado y redireccionarlo a otro abierto en Hong Kong forma parte de la gesticulaci¨®n libertaria de Google, pero est¨¢ guiada, fundamentalmente, por los intereses comerciales, tal como subrayan enf¨¢ticamente las autoridades comunistas. El problema es que en el nuevo mundo multipolar en el que hemos entrado, nada hay comercial que no sea a la vez pol¨ªtico. Desde Mountain View, la sede de la empresa, se ha tomado una decisi¨®n comercial, en respuesta a las decisiones de control pol¨ªtico de Zhongnanhai, el compound del gobierno chino. No se trata de una guerra caliente, que vaya a producir una escalada cada vez m¨¢s virulenta de represalias mutuas, sino de una guerra fr¨ªa, en la que contar¨¢ el equilibrio de las amenazas y la disuasi¨®n, mientras las respectivas diplomacias informales mantienen abiertos los canales de negociaci¨®n.
Google tiene tanta capacidad de atracci¨®n como de conflicto. Mientras se expande a toda velocidad, sus actividades chocan con la propiedad intelectual, la privacidad, los l¨ªmites morales e ideol¨®gicos de algunas sociedades o incluso la libertad de mercado. Convertida en el mayor soporte publicitario del mundo, de donde salen sus principales beneficios, se ha convertido en una trituradora de peri¨®dicos y medios de comunicaci¨®n. Las compa?¨ªas telef¨®nicas se consideran parasitadas, porque utiliza unas redes cuyos costes no sufraga. China no ha escogido mal a su nuevo enemigo global, porque intentar¨¢ esconder la censura derivada de sus peores y m¨¢s bajos intereses de poder detr¨¢s de demandas, muchas razonables, respecto a la posici¨®n dominante de Google en el mercado.
China ha dado una lecci¨®n totalitaria, de aplicaci¨®n a todas las compa?¨ªas que se instalan dentro de sus fronteras: las reglas de juego no se imponen desde fuera, y mucho menos una regla que dicta la libertad de los individuos en un pa¨ªs donde precisamente de lo que se trata es de evitar que los individuos sean libres. Google tambi¨¦n saca tajada: nadie enarbola mejor y m¨¢s alto la bandera de la libertad en el momento en que se est¨¢n formando variopintas coaliciones en su contra. Pero ambas superpotencias tambi¨¦n recogen los heridos de este combate: China no va a contar a partir de ahora con esta marca legitimadora; Google va a perder uno de los mercados de mayor crecimiento y expansi¨®n en el mundo.
Estamos ante el enfrentamiento entre dos superpotencias por una cuesti¨®n de soberan¨ªa. Google es un ejemplo de libro de los nuevos agentes no estatales que cuentan en el mundo multipolar y global de fronteras evanescentes. China pertenece al mundo m¨¢s cl¨¢sico de las soberan¨ªas territoriales conservadas por la fuerza. No hay forma de que cuadren los intereses y los valores de dos universos tan distintos, el de las soberan¨ªas individuales globales y m¨®viles, y el de la soberan¨ªa territorial con sus fronteras guardadas y sus ciudadanos custodiados. Si una pretende monopolizar la libertad a trav¨¦s de la tecnolog¨ªa, la otra cuenta con el monopolio efectivo del poder a trav¨¦s de la represi¨®n policial y militar. Stanley Bing, bloguero de la revista Fortune, asegura que entre estos dos grandes pa¨ªses enfrentados, prefiere vivir en Google que en China. S¨®lo los patriotas del comunismo chino pueden preferir lo contrario.
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