Humo
Humo. Esa es, creo, la m¨¢s certera valoraci¨®n de la carta pastoral dirigida por Benedicto XVI a los cat¨®licos de Irlanda sobre los abusos sexuales de religiosos. La gravedad de los delitos no encuentra en la carta la respuesta adecuada. Se dice que los abusos sexuales constituyen un pecado contra Dios, una traici¨®n a la Iglesia y que son actos criminales, pero no se toman las medidas sancionadoras correspondientes.
Sorprende, por una parte, la facilidad con la que, en el caso de la interrupci¨®n voluntaria del embarazo, la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica establece la relaci¨®n directa entre pecado y delito exigiendo las consiguientes sanciones penales para las mujeres y sus colaboradores, y, por otra, la dificultad a la hora de hacer lo mismo con los abusos sexuales cometidos por personas consagradas a Dios.
El propio Benedicto XVI ha llegado casi a exculpar a los cl¨¦rigos pederastas al afirmar que hay que ser intransigentes con el pecado e indulgentes con el pecador, y que el que est¨¦ libre de pecado tire la primera piedra. Ser indulgente con el pecado en este caso lleva a la impunidad, y constituye una nueva agresi¨®n a las v¨ªctimas. Adem¨¢s, el Papa ha sacado de contexto un bello texto del evangelio, en el que Jes¨²s pronuncia estas palabras para salvar a una mujer ad¨²ltera de la lapidaci¨®n.
La pederastia practicada por cl¨¦rigos es un pecado grav¨ªsimo para el que el Derecho Can¨®nico establece penas que pueden llegar a la expulsi¨®n del estado clerical. Adem¨¢s, es un delito que debe ser castigado. Tambi¨¦n deben ser juzgados por los tribunales el encubrimiento y la complicidad en los abusos. Pues bien, esto ha sido pr¨¢ctica habitual de la jerarqu¨ªa cat¨®lica durante los setenta a?os en los que est¨¢ probado que se vienen cometiendo impunemente abusos sexuales en seminarios, parroquias, colegios y conventos.
Lo m¨¢s preocupante es que la responsabilidad en el encubrimiento de tales actos est¨¢ en el v¨¦rtice de la pir¨¢mide eclesial, en el Papa. El mismo Benedicto XVI actu¨® as¨ª: primero como arzobispo de M¨²nich no sancionando a un sacerdote pederasta, despu¨¦s como presidente de la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe imponiendo la ley del silencio.
Los casos de pederastia son la situaci¨®n m¨¢s grave y de mayor perversi¨®n que ha vivido la Iglesia cat¨®lica durante los ¨²ltimos setenta a?os. Las medidas a adoptar deben ser dr¨¢sticas, empezando por el propio Vaticano. El pontificado de Benedicto XVI ya est¨¢ agotado. Se impone un cambio radical.
Juan Jos¨¦ Tamayo es director de la C¨¢tedra de Teolog¨ªa y Ciencias de las Religiones de la Universidad Carlos III de Madrid.
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