Las Tablas en 2007... Y en marzo de 2010
Carlos Ruiz recuerda perfectamente el 3 de diciembre. Despu¨¦s de casi cuatro meses de lucha contra el fuego de turbas que corro¨ªa el subsuelo del parque nacional de Las Tablas de Daimiel, la pesadilla volvi¨®. "Hab¨ªamos compactado la zona con maquinaria, que es lo ¨²nico que se puede hacer contra un incendio subterr¨¢neo". Al aplastar el terreno, el ox¨ªgeno no puede circular y se apaga el fuego. No, no se apaga, pero al menos se contiene. El fuego sin llama de la turba puede permanecer a?os sin asomar, pero ah¨ª sigue latente. Son como unas brasas, como el fuego de un puro, sin apenas llama. S¨®lo cuando una racha de viento entra por las grietas del suelo el humo sale a la superficie. Las fumarolas se observan bien por la ma?ana, cuando hace fr¨ªo, por el contraste de temperatura. Las condiciones que se dieron el pasado 3 de diciembre. Carlos Ruiz de la Hermosa, daimiele?o y director del parque nacional, vio seis nuevas fumarolas en aquel lugar, junto a la isla de las Ca?as, por el que ya hab¨ªan pasado las m¨¢quinas, donde no deb¨ªa asomar el humo. Ruiz, un tipo serio y poco dado a las confidencias, ah¨ª se sincera. "Lo pas¨¦ muy mal. Especialmente ese d¨ªa, porque ve¨ªa que el parque se iba, que no hab¨ªa soluci¨®n, que todo lo que hici¨¦ramos no servir¨ªa si no llegaba el agua, y no ten¨ªa por qu¨¦ llegar".
Una ley de 1956 impuso la desecaci¨®n del humedal para implantar regad¨ªos
"Empez¨® a entrar el agua en el parque y ese d¨ªa escuch¨¦ unas ranas"
El paraje impresiona. En medio de la Mancha aparece un lugar propio de Suecia
La angustia de Ruiz ten¨ªa fundamento. A principios de septiembre, cuando ense?¨® el parque a este periodista para observar las fumarolas que surg¨ªan por peque?os agujeros del suelo, el paisaje era desolador. Cada vez que frenaba el todoterreno, una nube de polvo envolv¨ªa el veh¨ªculo. "No abra la puerta, espere a que pase el polvo", advert¨ªa Ruiz.
Pensar que ese inmenso secarral polvoriento fue en alg¨²n momento una laguna, era dif¨ªcil de creer; apostar que volver¨ªan a recuperarse a corto plazo, una osad¨ªa. La orograf¨ªa tampoco ayudaba. En Las Tablas conflu¨ªan -en pasado, porque ahora s¨®lo ocasionalmente llevan agua- los r¨ªos Guadiana y Cig¨¹ela. Adem¨¢s, rebosaba el acu¨ªfero 23, una gigante balsa subterr¨¢nea de agua. As¨ª se encharcaba un espacio casi plano. Al visitar el parque seco, uno no ve¨ªa una laguna al uso vac¨ªa. No hay un espacio c¨®ncavo en el que uno pudiera imaginar el agua. Cuando apenas hab¨ªa cinco hect¨¢reas encharcadas -de las 1.700 que tiene el paraje-, los visitantes s¨®lo notaban la falta de agua por los embarcaderos en mitad de la nada.
Ese 3 de diciembre a¨²n no hab¨ªa irrumpido el invierno m¨¢s lluvioso en la zona desde que en 1946 comenzaron los registros all¨ª. Seg¨²n la Confederaci¨®n Hidrogr¨¢fica del Guadiana, entre diciembre y febrero cayeron en el observatorio de Ciudad Real 401 litros por metro cuadrado, por encima de los 341,9 de ese mismo trimestre del curso 1996-1997.
Los lugare?os s¨ª manten¨ªan la esperanza, aunque lleg¨® a flaquear. Tanto, que la Cofrad¨ªa de San Isidro del pueblo a punto estuvo de sacar el santo en procesi¨®n para pedir lluvia. Bautista Garc¨ªa, un guarda forestal que naci¨® en 1950 en la isla del Morenillo, en el coraz¨®n de Las Tablas, sostiene que ¨¦l siempre fue optimista. Bautista es la memoria de Las Tablas. Con dos d¨ªas de vida, su padre lo mont¨® en una de las barcas de quilla plana que cruzaban las lagunas y se lo llev¨® a la isla del Pan. "Yo s¨ª pensaba que Las Tablas se volver¨ªan a llenar y que podr¨ªa pasar muy r¨¢pido, pero la gente de fuera era m¨¢s esc¨¦ptica", explica feliz por volver a pasear con la barca en los lugares que desde 2005 cruz¨® en todoterreno.
De repente, en s¨®lo unas semanas, las lagunas estallaron. Por Ciudad Real corrieron r¨ªos que llevaban d¨¦cadas secos. El Azuer se desbord¨® como lo hizo en 1945. El trasvase desde el Tajo que el Gobierno aprob¨® de urgencia en noviembre y que el ministerio construy¨® en un tiempo r¨¦cord fue innecesario. Llev¨® agua, s¨ª, pero mucha menos de la que entr¨® de forma natural. Los responsables del departamento defienden la inversi¨®n. Alegan que no pod¨ªan confiar en la lluvia para llevar agua a un parque nacional -una de las 14 joyas de la naturaleza espa?ola- con un incendio subterr¨¢neo debido a la sequ¨ªa extrema durante cuatro a?os. "Al d¨ªa siguiente de comenzar a entrar el agua en Las Tablas escuch¨¦ unas ranas. ?D¨®nde se hab¨ªan metido los ¨²ltimos cuatro a?os con el parque seco? ?De d¨®nde aparec¨ªan?", se pregunta Ruiz.
A¨²n no ha reverdecido la vegetaci¨®n y las aves vuelven lentamente. El pasado 12 de marzo, los guardas del parque censaron 6.666 ejemplares de 61 especies distintas. De las 18 an¨¢tidas peninsulares, 13 estaban ya en Daimiel. El censo incluy¨® 520 ejemplares de pato colorado, el emblema del lugar, y 1.048 porrones comunes, una cantidad que no se ve¨ªa desde 2004. Las aves migratorias que los ¨²ltimos a?os hab¨ªan elegido otras lagunas, o incluso las depuradoras cercanas, vuelven a Las Tablas y la cifra crece cada semana. Pese a la relativa escasez de aves, el paraje impresiona. En medio de La Mancha aparece un lugar propio de Suecia. Navegar en silencio por sus aguas cristalinas, acompa?ado por el rumor de la vara con la que los guardas impulsan las barcas, es una suerte. Para visitarlo es mejor lograr escaparse entre semana. Un domingo de enero, el parque lleg¨® a recibir 8.000 personas. Los dos primeros meses de 2010, el parque recibi¨® 55.000 visitas, cuando en un a?o normal iban 100.000.
Mucha gente se acerca con la ¨ªntima impresi¨®n de que Las Tablas, que ya se secaron en los ochenta y en los noventa, cada vez tienen peor pron¨®stico. Porque, como explica a la entrada del parque Santos Cirujano, cient¨ªfico del CSIC experto en el humedal, "se volver¨¢n a secar. Puede que no tanto como este ¨²ltimo periodo, gracias a las obras de emergencia y los sondeos, pero se volver¨¢n a secar".
El problema de Las Tablas es enormemente complejo. Bautista demuestra que hay motivos para llamarle la memoria del parque: "En los sesenta empez¨® la moda de desecar humedales, y Las Tablas no se escaparon". El r¨¦gimen franquista se emple¨® con ¨¦xito para acabar con los humedales. Eran una fuente de paludismo, terrenos insalubres habitados por pescadores marginales. Con ese fin, promulg¨® en 1956 la "ley sobre saneamiento y colonizaci¨®n de los terrenos pantanosos pr¨®ximos a los m¨¢rgenes de los r¨ªos Guadiana, Cig¨¹ela y Z¨¢ncara". "Construyeron canales de drenaje, derribaron los molinos que actuaban como presas. Lo hicieron bien y nos cost¨® el empleo a unas 400 familias que viv¨ªamos de pescar el cangrejo", recuerda Bautista.
As¨ª proliferaron los p¨ªvots, un enorme sistema de riego por aspersi¨®n que gira alrededor de un eje y toma agua del acu¨ªfero. Como la balsa subterr¨¢nea se cre¨ªa eterna (la capacidad es de unos 30.000 hect¨®metros c¨²bicos, como 30 veces el estadio Santiago Bernab¨¦u), nadie puso l¨ªmites. Decenas de miles de pozos, muchos de ellos ilegales, poblaron La Mancha h¨²meda y redujeron el nivel del acu¨ªfero. En los ochenta se secaron los ojos del Guadiana y Las Tablas de Daimiel por primera vez. Por eso hasta que no vuelvan a manar los ojos, el problema no estar¨¢ resuelto del todo.
El p¨ªvot de Isidro D¨ªaz del Campo, agricultor de 33 a?os, mide 440 metros, es de los que se ven desde el mismo parque; de los que, seg¨²n el Ejecutivo, "da?an la vista". Isidro prepara con el tractor el terreno para plantar cebollas. Isidro niega que los agricultores sean los culpables. "A m¨ª me subvencionaron el p¨ªvot porque ahorraba agua frente al sistema de aspersi¨®n que ten¨ªa. Ahora dicen que es malo; que me paguen si quieren que no riegue. A m¨ª me gusta ver Las Tablas con agua. Soy una persona. Y adem¨¢s as¨ª entran menos los jabal¨ªes".
El problema es extremadamente complejo, ya que el acu¨ªfero tiene unos 5.000 kil¨®metros cuadrados de superficie y hay unas 130.000 hect¨¢reas de regad¨ªo. Miles de familias de un sector agrario muy poderoso dependen de ¨¦l. Durante d¨¦cadas, que se secara La Mancha h¨²meda no fue un problema. Ahora siguen las contradicciones. Mientras el Gobierno invierte -unos 600 millones de euros este a?o- en depuradoras, en legalizar pozos (unos 7.000 han pedido regularizarse, lo que da idea de c¨®mo camp¨® la ilegalidad), con subvenciones europeas se financia la puesta en regad¨ªo de la vi?a, tradicionalmente de secano. Aunque estos riegos no consumen demasiado, s¨ª suma a un acu¨ªfero sobreexplotado, al que cualquier lluvia le alivia.
Ha llovido tanto que, por primera vez desde 1996, se ha podido recargar el acu¨ªfero. A unos 40 kil¨®metros de Las Tablas, el presidente de la Confederaci¨®n Hidrogr¨¢fica del Guadiana, Eduardo Alvarado, muestra orgulloso un espect¨¢culo dif¨ªcil de ver. Junto al canal del Guadiana, las m¨¢quinas abren pozos de recarga de unos 100 metros de profundidad. Cuando los t¨¦cnicos abren la compuerta, el espect¨¢culo es dif¨ªcil de describir. Un r¨ªo -literalmente, es el caudal de un r¨ªo peque?o- es conducido hacia el subsuelo para conseguir recuperar algo el nivel del acu¨ªfero. "Qu¨¦ maravilla", sonr¨ªe Alvarado, con su pantal¨®n de pana y sus botas de monta?a. "A¨²n tiene que aguantar unos meses", a?ade. Con estos 20 pozos -nueve de ellos construidos los ¨²ltimos meses; el resto quedaron del ¨²ltimo periodo de lluvias, entre 1996 y 1997- espera sumar unos 50 hect¨®metros c¨²bicos al acu¨ªfero, que se a?aden a los 1.000 que ha podido recargar los ¨²ltimos meses. Aun as¨ª, Alvarado pide paciencia: "Es imposible desandar en tres o cuatro a?os lo que se ha hecho mal en 40". La lucha por Las Tablas no ha terminado.
![EL DESASTRE. Las Tablas de Daimiel presentaban este aspecto hace tres a?os. Ya llevaban dos de sequ¨ªa. Los ecologistas hablaban de 'desastre'.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/TAOB5O62UFMMQHPCGPG3SKYBGA.jpg?auth=0ba09fe97c98dda04d467212e65b1045b9a8d091b0ec55f50f25c1e79c9f2901&width=414)
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