Alta tensi¨®n a 30 metros de altura
Especialistas sevillanos trabajan en las comarcas de Girona a contrarreloj para reparar las torres y el tendido el¨¦ctrico que la nevada arras¨®
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Jos¨¦ Antonio Oliva se ajusta el arn¨¦s y el casco. Lleva atada la cuerda de vida y la de seguridad a la cintura. Son las 09.00 de un s¨¢bado cualquiera. A sus 22 a?os, se encarama por en¨¦sima vez a una torre el¨¦ctrica. Esta mide 31 metros. Tampoco es gran cosa teniendo en cuenta que las hay de 60 metros. Con ¨¦l escalan Manuel S¨¢nchez, de 40 a?os, y Eloy Cuna, de 26. Los tres montan en poco m¨¢s de una hora y media la torre 9 de la l¨ªnea que une Olot con Salt. Pero no est¨¢n solos. Un escuadr¨®n de salerosos sevillanos y suramericanos y tres magn¨ªficas gr¨²as les facilitan el trabajo.
Entender c¨®mo se monta y c¨®mo se pone en marcha una torre el¨¦ctrica de alta tensi¨®n es tarea complicada para un novato. En los dos d¨ªas en los que EL PA?S sigui¨® la construcci¨®n de la torre 9 se apuntaron y subrayaron m¨¢s de 30 vocablos que a los profanos les suenan a chino. Para que el lector se haga una idea, se trata de palabras como tr¨¢cter, vientos, montantes, p¨®rticos, grigu¨ªs, cintillos, ranas y giratorios. Los trabajadores de la compa?¨ªa sevillana Aditel (subcontratada por Endesa), que est¨¢n reparando un tercio de las 33 torres de alta tensi¨®n que cayeron con el pasado temporal de nieve, trataron con esfuerzo, aunque sin ¨¦xito, de hacer entender qu¨¦ es cada cosa. S¨®lo quedan claros un par de conceptos b¨¢sicos: las torres son unos mecanos y hay que montarlas con diligencia para que despu¨¦s encajen todas las piezas. De lo contrario, es imposible coser la cabeza, el cuerpo y la base del gigante de hierro.
No hace falta ser experto para montar estas torres, s¨®lo no tener v¨¦rtigo
Jos¨¦ Ruiz, de 61 a?os, es responsable del mantenimiento de las l¨ªneas de alta tensi¨®n de Endesa en Girona y, como tal, supervisa el trabajo del equipo de Alejandro Guill¨¦n, de 31 a?os, el due?o de Aditel. "Mi mayor satisfacci¨®n es tener l¨ªneas en servicio", alardea Ruiz, con el puro colgando entre los labios. Hace m¨¢s horas que un reloj, pero disfruta como un enano describiendo con detalle su trabajo. S¨®lo le interrumpe de vez en cuando la melod¨ªa de La muerte ten¨ªa un precio que suena en su m¨®vil. A las 9.00 horas, el hombre ya pisa el terreno, en un margen de la AP-7, en Salt (Giron¨¨s), donde yace la torre 9.
Lo primero es desmontar la torre provisional que abastece la zona. Oliva, S¨¢nchez y Cuna trepan por los hierros, lo que ellos llaman los diagonales (tomada debida nota en el cuaderno). Tres gr¨²as suben a su vez unas poleas. Antonio Hij¨®n, jefe de grupo de 37 a?os, dirige el cotarro desde el suelo. Abajo tienen que quitar los vientos amarrados a los muertos, enti¨¦ndase cuatro cables de acero anclados en unos bloques de cemento de m¨¢s de 2.500 kilos que sujetan y dan estabilidad a esa torre.
En un santiam¨¦n los tres valientes escalatorres ya han cumplido su cometido: enganchar los cables que aguantaban la torre a las poleas de las gr¨²as. A las 9.30 ya est¨¢n de nuevo en el suelo. Mientras, en tierra han quitado tambi¨¦n las sujeciones, por lo que ya se puede echar abajo el mamotreto provisional. A las 9.36 la torre besa el suelo lentamente gracias a una gr¨²a. "?Quitadle los composites!", ordena Hij¨®n. Y los trabajadores se echan como fieras encima de ella. Se entiende que son los tornillos que lleva.
Ahora s¨ª toca levantar a la ni?a bonita. Los hierros de la torre 9 relucen con el sol. Est¨¢ nueva de trinca, tumbada en el suelo. 6.128 kilos de hierro montados con esmero el d¨ªa anterior como un mecano (cada hierro tiene una numeraci¨®n y un mapa detallado dice d¨®nde va. Si uno trata de atornillarla donde no toca, no encaja). Un cami¨®n la tiene cogida por la base; una de las gr¨²as, por la cabeza. Primero sube en horizontal y toma con cuidado la verticalidad. En un visto y no visto, est¨¢ erguida, lista para coserla a la base, que est¨¢ cimentada ya en el suelo. Dos trabajadores por pata ensartan agujeros y tornillos. A las 9.45 luce firme.
Ya s¨®lo falta pasar a la torre 9 los cables que ahora aguantan las gr¨²as y que antes estaban en la torre provisional. Oliva, Cuna y S¨¢nchez se encaraman de nuevo, a 31 metros de altura. Abajo siguen apretando las tuercas. En menos de 20 minutos han acabado.
Ya en tierra, Oliva la mira con orgullo. Le gusta su trabajo y le pagan bien por hacerlo: "Este mes espero sacarme m¨¢s de 3.000 euros, si no, mala cosa. Nos pasamos mucho tiempo fuera de casa y echamos muchas horas". ?Hace falta ser un experto para reparar y montar este tipo de torres? Guill¨¦n, el jefe del escuadr¨®n, se r¨ªe: "Aqu¨ª, formaci¨®n poquita. Lo b¨¢sico es no tener v¨¦rtigo".
A las 10.30, el grupo ha acabado y pone rumbo a la torre 11. Todav¨ªa les quedan cinco por montar. Y al d¨ªa siguiente, deben echar el tendido el¨¦ctrico: seis cables m¨¢s que unen torre con torre. Guill¨¦n repite por en¨¦sima vez c¨®mo se hace: una m¨¢quina de tiro a un lado, otra de freno al otro... Lo que suena m¨¢s emocionante es el carrito: una especie de columpio que pasea a los trabajadores en el aire, por los cables, para poner "salvap¨¢jaros" en el tendido. Eso habr¨¢ que dejarlo para el martes. En cualquier caso, el mi¨¦rcoles tienen que estar de camino a casa. Llega la Semana Santa, la Feria de Abril y "?con las cosas del cachondeo no se juega!", bromea Guill¨¦n.
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