Enfrentamiento por partes
El discurso de la derecha espa?ola ha cambiado a ra¨ªz de las reacciones de la izquierda a la muerte de Orlando Zapata: en lugar de seguir sumando atributos a la acostumbrada caricatura de sus adversarios pol¨ªticos, en esta ocasi¨®n no ha hablado de la izquierda en su conjunto, sino de "parte de la izquierda". Es un avance limitado, aunque clarificador.
Ante la muerte de Zapata, la izquierda mayoritaria entendi¨® que la cr¨ªtica que correspond¨ªa llevar a cabo era la del propio campo, o del que tradicionalmente se ha considerado como tal, y la derecha ha tenido que enfrentarse a un dilema inexorable: reconocer que el apoyo al castrismo era minoritario y, por tanto, sustituir la menci¨®n a la izquierda por la de "parte de la izquierda", o tergiversar la realidad, inventando un ¨²nico saco en el que meter a todos sus adversarios.
Pues bien, lo que sucede ahora es que esa izquierda a la que por fin se le ha tenido que reconocer su compromiso con el sistema democr¨¢tico y los derechos humanos quisiera poder hablar tambi¨¦n de una "parte de la derecha" cuando se tratan algunos asuntos. En concreto, las querellas contra el juez Garz¨®n.
El Partido Popular no ha entendido que su aportaci¨®n imprescindible a la definici¨®n del espacio democr¨¢tico consist¨ªa en hacer la cr¨ªtica de su propio campo, o de lo que tradicionalmente se ha considerado como tal, tomando la iniciativa en la retirada de los s¨ªmbolos franquistas y contribuyendo a poner fin a la existencia de centenares de fosas comunes.
Su actitud condescendiente ante estas huellas inaceptables de la dictadura ha animado a un juez como Garz¨®n a abrir un proceso contra varias decenas de generales muertos, reclamando su competencia en virtud de un c¨®digo derogado e inventando un tipo penal. Aprovechando la oportunidad abierta por esta bienintencionada extravagancia, Falange Espa?ola ha presentado una querella contra el juez. Y la derecha mayoritaria, no por desgracia una "parte de la derecha", ha visto en esta querella el remedio para no renunciar a nada: ni a su escandalosa falta de compromiso con la retirada de los s¨ªmbolos franquistas y el fin de las fosas comunes, ni a su deseo de apartar al juez que ha destapado un grave caso de corrupci¨®n que le afecta.
Porque tambi¨¦n en este segundo aspecto la derecha ha vuelto a actuar al un¨ªsono, sin que se pueda hablar de una "parte de la derecha". Las maniobras para conseguir la anulaci¨®n de unas escuchas judiciales de las conversaciones entre defensores y acusados s¨®lo podr¨ªan interpretarse como preocupaci¨®n por el respeto de las garant¨ªas procesales si, previamente, el Partido Popular hubiera hecho la cr¨ªtica de su propio campo, actuando de manera inequ¨ªvoca contra la corrupci¨®n en sus filas. Al no hacerlo, ha contribuido a confundir la defensa de las garant¨ªas procesales, obligada en un Estado de derecho, con una b¨²squeda ventajista de impunidad, que representa su m¨¢s radical deslegitimaci¨®n.
Los problemas pol¨ªticos y, sobre todo, institucionales que est¨¢ acarreando esta actitud de la derecha corren el riesgo de arrastrar a la izquierda hacia un camino equivocado. Las s¨®lidas razones que le asisten para reclamar la retirada de los s¨ªmbolos franquistas y para poner fin a las fosas comunes no deber¨ªan llevar a exigir la convalidaci¨®n de cualquier instrucci¨®n judicial, s¨®lo porque trate de estos asuntos o porque emane de un juez al que se le deben grandes servicios. La izquierda tampoco deber¨ªa caer en la trampa de confundir la defensa de las garant¨ªas procesales con un h¨¢bil ardid de los corruptos. Es posible creer al mismo tiempo que no hay base suficiente para procesar al juez Garz¨®n por unas instrucciones que, sin embargo, podr¨ªan ser jur¨ªdicamente cuestionables, y desear que s¨®lo gane esas querellas ante el tribunal que las juzga, no en la opini¨®n p¨²blica mediante campa?as, manifiestos ni demostraciones en las calles.
Entre otras razones, porque cuando los corruptos que Garz¨®n ha perseguido se sienten en el banquillo, habr¨¢ que disponer de toda la legitimidad para censurar como presi¨®n a la justicia las campa?as, manifiestos y demostraciones en las calles que la derecha realizar¨¢ en su favor.
Y, en cuanto al franquismo, hace mucho que la izquierda se ha ganado el derecho a exigir de la derecha que haga con los vencedores de la guerra civil lo mismo que ella ha hecho con la violencia revolucionaria y con el castrismo. S¨®lo as¨ª, ofreciendo razones para que desde uno u otro campo se tenga que hablar de una "parte de la derecha" y de una "parte de la izquierda", podr¨¢ ceder la crispaci¨®n y el Estado de derecho salir fortalecido.
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