Truculencias
Uno de los highlights de los retiros de ejercicios espirituales de anta?o (supongo que seguir¨¢n haci¨¦ndose, aunque desconozco su formato actual) era la tenebrista descripci¨®n de las penas del infierno, que acechaban flam¨ªgeras en el precipicio situado a la izquierda del itinerario del homo viator. Descripciones llenas de detalles gore sobre la intensidad y duraci¨®n de los tormentos, cuya explicitud variaba de acuerdo con la imaginaci¨®n un punto s¨¢dica del maestro de ceremonias. James Joyce les dedica una p¨¢gina formidable en su Retrato del artista adolescente. La verdad es que en l¨ªneas generales siempre resultaban m¨¢s cre¨ªbles, pese a su fundamental inverosimilitud, que las edulcoradas y borrosas estampas de la beatitud celestial. Una herencia de Dante, supongo. Y daban pie al humor negro, como el de aquel feligr¨¦s que interrumpi¨® al cura engolfado en su tarea de narrar espantos punitivos: "Ya est¨¢ bien, padre. Si hay que ir al infierno, se va, pero... ?co?o, no acojone!".
El gusto sacro por la pedagog¨ªa de lo escalofriante parece irse generalizando hoy
Este gusto sacro por la pedagog¨ªa de lo escalofriante parece irse generalizando. Ya hace varios a?os que la Direcci¨®n General de Tr¨¢fico opt¨® por prevenirnos contra los accidentes empleando im¨¢genes de carrocer¨ªas machacadas, ni?os que chillan despavoridos y parapl¨¦jicos contritos. No queriendo ser menos, las autoridades sanitarias adornan las cajetillas de tabaco que el Estado sigue vendi¨¦ndonos con fotograf¨ªas de chancros, tumores y pulmones perforados (supongo que aspiran al ideal de que la gente no deje de invertir en el rentable veneno pero que no se lo fume, para as¨ª ahorrar gastos a la sanidad p¨²blica: doble ganancia). Por su parte, las campa?as contra el aborto no renuncian a asestar a los imp¨ªos retratos de fetos despedazados y otras referencias cl¨ªnicas espeluznantes a la masacre de los inocentes. Salvo los can¨ªbales, siempre tan suyos, nadie puede permanecer imp¨¢vido ante tal carnicer¨ªa...
Ahora se incorporan a esta moda tremendista los antitaurinos. Ya antes eran propicios a mostrar instant¨¢neas chorreando hemoglobina de morlacos agonizantes pero ahora, en el debate del Parlamento catal¨¢n, se han aportado estoques y rehiletes como argumento cient¨ªfico irrefutable de que ese tipo de armas blancas hacen sufrir cuando pinchan: hay que agradecer que ning¨²n evolucionista se haya presentado con una cornamenta de buenos pitones para recordarnos que el bos taurus tambi¨¦n se las trae. En Madrid, como respuesta a la iniciativa de la presidenta Aguirre de declarar la fiesta bien de inter¨¦s cultural (su lema podr¨ªa ser "toro por la patria"), ha habido manifestaci¨®n de desnudos ensangrentados como protesta. Ser¨¦ el ¨²ltimo que se queje de que se?oritas de la edad adecuada se despeloten en p¨²blico por una buena causa, e incluso sin ella, pero en este caso aunque se peguen banderillas y se embadurnen con tinta roja falla la similitud: porque si a algo no se parecen los toros de lidia -sanos o heridos- es a hembras.
Confieso cierto prejuicio contra estas formas de persuasi¨®n por medio de la agon¨ªa emocional y la truculencia. Soy de los que creen que la imagen no s¨®lo no vale m¨¢s que mil palabras sino que necesita m¨¢s de mil para valer algo. Y desde luego prefiero que me hagan pensar a que se esfuercen en hacerme llorar o temblar. Adem¨¢s, me uno al ruego del feligr¨¦s contra la pedagog¨ªa del terror que confunde conmover y convencer: oiga, no acojonen, que bastante tenemos ya cada uno con lo nuestro.
Babelia
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